TESORO EN EL CIELO
Hoy la liturgia de la Iglesia nos propone, un extracto del Evangelio de san Mateo, en donde Jesús dice a sus discípulos:
«No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen. Los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Porque allí donde está tu tesoro está también tu corazón».
¿Dónde está nuestro tesoro? Señor, quisiéramos que nuestro tesoro y nuestra vista estén siempre en el Reino de los Cielos. Que siempre esté en agradarte a Ti, en hacer las cosas bien.
Sabemos que cuando uno quiere guardar dinero y hacerlo producir en el banco, tiene que conseguir una banca de inversión, o un asesor financiero que saben con los fondos de inversión mover de un sitio a otro.
Hay unos fondos arriesgados, otros fondos que son más estables en el tiempo.
Y yo también creo que podríamos poner ese mismo ejemplo en nuestra vida normal, digamos, porque hay fórmulas más tradicionales de ganarse el Cielo, que es siguiendo los mandamientos, haciendo las cosas bien.
O hacer otras cosas un poco más arriesgadas, como lanzarse a un apostolado cada vez más intenso, en donde no te dé miedo y en donde das la cara por Cristo, y haces las cosas aunque llamen la atención.
LLEGAR A MÁS PERSONAS
Hay gente que se lanza a las redes sociales para hablar de Dios y hay otras personas que lo hacen directamente en sus trabajos ordinarios; y los dos están guardando, digamos, esos tesoros en el Cielo, porque lo hacen justamente por Dios.
Ahora tal vez unos hagan más cosas y puedan llegar a más personas y conviertan más corazones, porque los medios que utilizan son de mayor difusión.
Pero el tema de aquí, es guardar esos tesoros en el Cielo, que sea realmente lo que nos importe; y no perder las cosas o perder esas oportunidades.
Buscar marcar todos los goles, de eso hablan los del Real Madrid. El Real Madrid intenta marcar todos los goles, intenta pelear todas las bolas, intenta que no hay un balón dado, y por eso llevan ya tantas <copas, porque lo dan todo.
Y esto es una cosa que no es simplemente como letra escrita, sino que al contrario, es algo que ha estado siempre en el corazón de los cristianos.
Guardar las cosas en el Cielo, haciendo que en la Tierra se note esa necesidad de lo divino.
Hay una antiquísima carta que se llama “Carta a Diogneto” que se encontró hace muchos siglos también. Bueno, en realidad estuvo perdida, se recuperó en el año 1436, cuando en una pescadería se encontró este papel, era un pergamino, y ahí se intentó recuperar su contenido y efectivamente era su contenido original.
Era un escrito del siglo II, que era parte de esta carta a Diogneto. Es muy bonita porque en el siglo II, vivían una realidad muy fuerte.
Y es que, si una persona era condenada a muerte, solo por el hecho de ser cristiano, la delación por cristianismo conllevaba inmediatamente al arresto y después al interrogatorio del reo.
Y si en el transcurso del interrogatorio, negaba que era cristiano, era liberado. Pero si él decía que era cristiano, podían quitarle todas sus cosas o incluso la muerte.
CARTA A DIOS
¿Cómo comienza esta carta? Dice: “Veo excelentísimo diogneto, que tienes gran interés en comprender la religión de los cristianos. (Se ve que es un hombre que está con el corazón como con ganas de aprender).
Y dice:< Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto.
Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento, a la especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en la autoridad de los hombres. Los cristianos son gente normal”.
¿Qué es ser cristiano? Pues ser cristiano es identificarse con Cristo. Y eso es lo que explicará este autor a este joven Diogneto en el esfuerzo por identificarse con Cristo.
San Josemaría lo distinguía en esos cuatro escalones, que es:
“buscarle, buscar a Cristo. Encontrarle, encontrar a Cristo. Tratarle, tratar a Cristo y amarle.
Quizás estamos ahora en esa primera etapa en buscarle, buscarle con hambre. Hay que buscarle en nosotros mismos, con todas nuestras fuerzas, porque es ahí donde estaremos encontrando nuestro tesoro.
Cuando tenemos que caminar sobre un puente que se tambalea y abajo tenemos un abismo, es mejor fijar los ojos en algo inmóvil que está al final del otro lado. Mirar hacia atrás o mirar hacia abajo implica un riesgo mortal para nuestra vida espiritual, porque el miedo se puede apoderar de nosotros y perderemos el equilibrio. Y es posible que nos caigamos.
AMONTONAR TESOROS
Ante los abismos y ante los peligros de la vida, Dios nos pide que miremos fijamente a Jesús y que prosigamos. Él, que intercede por nosotros, nos llena de valor y esperanza y hará que triunfe nuestra fe.
Si tenemos nuestro corazón en el Señor, ese será nuestro mayor tesoro.
Por eso,
«N
Amontonamos, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la lumbre los corroe…
Donde los ladrones no socavan, porque ahí está nuestra mejor fórmula de inversión, el mejor banco posible, el que nos va a dar los intereses más altos.
Por supuesto, bien sabe nuestro Padre Celestial de qué estamos necesitados. Por eso el mismo Jesucristo nos dice:
«Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las otras cosas se os añadirán»
No vale la pena que las cosas del mundo nos quiten la paz, que no tenemos el dinero suficiente, que no hemos tenido el prestigio suficiente o la salud suficiente. No, todo eso el Señor ya lo sabe…
Pero cuando sabemos ofrecer esas limitaciones para ir ganando ese tesoro en el Cielo, porque lo que nos interesa es ser agradecidos con Dios; lo que nos interesa es vivir sus mandamientos; lo que nos interesa es hacer las cosas como Él nos ha pedido, viviendo su enseñanza…
Entonces, claro, ahí, aunque no la pasemos bien, porque no tenemos lo que nos gustaría tener, pues estamos ahorrando para el Cielo, estamos teniendo ese tesoro en el Cielo.
EN EL REINO DE LOS CIELOS
Sigue esa carta a Diogneto del siglo II y dice:
“Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas y con su modo de vivir, superan estas leyes.
Aman a todos y sobre todo a los que los persiguen. Se los condena sin conocerlos, se les da muerte y con ello reciben la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. Sufren la deshonra y ello les sirve de gloria”.
Porque esto es lo que el Señor ha querido para nosotros que demos testimonio de Él. Que no nos arrepintamos, que tengamos esa cara clara de que después viene el Reino de los Cielos.
Los cristianos, estamos llamados ese Reino de los Cielos, y a veces como que perdemos de vista eso, y a veces dentro de la Iglesia.
Por eso una de las cosas que se podrían considerar como tragedias es perder a Dios en las cosas de Dios.
Es quedarnos en la formalidad, lo que sucedió con los fariseos, pero no poner realmente su corazón en Dios o identificar hacer actos de piedad, contratar íntimamente a Dios.
Hay que buscarle íntimamente a Dios. Vivir nosotros al centro de nuestra vida, es otra tragedia. Tendríamos que poner a Jesús en el centro de nuestra vida.
Y esto es lo que nos prepara para tener ese tesoro en el Cielo.
Terminamos con un punto de Camino que dice:
<“Para que Él reine en el mundo, hace falta que haya quienes con la vista en el Cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas; y desde ellas ejerciten callada y eficazmente un apostolado de carácter profesional”.
Así haremos un tesoro en el Cielo.
e vamos a pedir a nuestra Madre que nos ayude en este empeño, para tener ese tesoro bien guardado para cuando lleguemos al Cielo.