WHAT IF?… UNA SERIE DE MARVEL
En estos días, he terminado de ver una serie animada que tiene que ver con todo el universo de Marvel (que es algo que está muy de moda). Es una serie que se llama “What if…?” (¿Qué pasaría si…?).
Cuenta -no va a haber spoilers- de distintas situaciones de estos superhéroes que se darían en diversos universos, multiversos -si es que alguien toma una decisión distinta- y así nos va planteando distintos escenarios que son distintos universos. Y algo en lo que coinciden cada uno de esos capítulos, podríamos decir entre otras cosas, es que los superhéroes están dispuestos a hacer sacrificios.
Y se me vino a la memoria esta serie -que he terminado de ver hace poco, muy rápida de ver- al leer el Evangelio de la misa de hoy. Que uno podría pensar: ¿qué tiene que ver un superhéroe de Marvel con el Evangelio de San Marcos?
PARA SEGUIR A CRISTO, TOMEN SU CRUZ
Bueno, en esta oportunidad el Señor nos dice que llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá: pero el que pierda su vida por mí, por el evangelio, la salvará”
(Mc 8, 3-35).
Como en otras ocasiones, el Señor nos plantea algo que no tiene una lógica aparente, porque nos dice:
“Si alguno quiere venir en pos de mí” … Y eso es algo muy bonito, seguir a Jesús es a quien vale la pena seguir. Y entonces nos dice que, para poder seguirlo, “es necesario negarnos a nosotros mismos, tomar la Cruz y seguirlo”.
Hasta ahí podemos decir: ¡Sí! esto lo puedo hacer. Y entonces viene como una sentencia, diríamos, porque “quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”.
Y esto decía que no tiene una lógica aparente porque todos nosotros queremos salvar nuestra vida. Es más, es un instinto, instinto de supervivencia.
PERDER LA VIDA PARA SALVARLA
“Y entonces, Señor, nos preguntamos: ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo es posible que nosotros, que queremos vivir, nos digas que, si queremos salvar nuestra vida, tenemos que perderla? Y al perderla, realmente la vamos a recuperar, la vamos a salvar”.
El Señor, “Tú Jesús, nos hablas aquí, no de la vida terrena, sino de la vida futura”, que es algo que a veces podemos perder de vista.
En este mundo estamos preocupados de muchas cosas: de qué vamos a comer, de qué nos vamos a vestir… Otras personas tienen preocupaciones que van más allá de esto, porque eso es lo básico, lo que muchas personas piensan.
¿Cuántas personas hoy han salido a trabajar o a ver si consiguen algo para llevar a sus casas? Pero otras personas más bien piensan: bueno, ¿dónde voy a ir de viaje? ¿Qué carro me voy a comprar, qué celular voy a renovar, qué comida o qué restaurante voy a probar en este fin de semana u hoy día?
A veces las cosas de este mundo, unas necesarias, básicas, otras lícitas y otras no tan lícitas, nos pueden -diríamos- distraer de lo más importante que es la Vida.
ESTAMOS HECHOS PARA AMAR
Y es justamente esto lo que nos habla el Señor: perder nuestra vida, olvidarnos de nosotros mismos, que es para lo que estamos hechos, que es amar.
“Señor, nos has hecho para amar, para amarte, nos has hecho para Ti”. Y nuestra alma tiene esa necesidad de entregarse, de amar, de sacrificarse por el otro.
Hace unos días tuve la oportunidad de celebrar la misa donde contrajo matrimonio mi mejor amigo. ¡Y qué bonito cómo celebrábamos ese amor, esa entrega! Y en la homilía les decía que es una locura, porque hoy lastimosamente menos gente se casa porque tienen miedo al compromiso, porque saben, en lo profundo, que al casarse desaparece el yo y es el nosotros. Y esto puede costar justamente porque el egoísmo tira para nuestro lado, tira para el centro como una gran fuerza de gravedad.
“Por eso Señor, te pedimos que nos ayudes a entregar nuestra vida: nuestra vida a Ti, nuestra vida a los demás o a través de Ti a los demás”.
SER COMO SUPERHÉROES
Y ahí viene justamente esta anécdota de los superhéroes, porque el Señor nos pide una entrega diaria, cotidiana y escondida. El Señor no nos pide grandes sacrificios: nos pide el pequeño sacrificio de cada día.
Y es que los superhéroes, en efecto, llevan a cabo grandes gestas extraordinarias; incluso, entregan su propia vida para salvar la humanidad o los multiversos.
El Señor nos pide que con pequeños sacrificios hagamos mucho bien. Y pensemos en ese sacrificio, por ejemplo, de la sonrisa. San Josemaría animaba muchísimo a esto, que a veces puede costar mucho más una sonrisa que una gran mortificación. Una sonrisa en nuestra casa, a nuestros padres, a nuestros hermanos; en la calle incluso, saludar a la gente, decir buenos días, buenas tardes al llegar a un sitio.
Cómo cambia la vida de los demás cuando vemos que más bien cada uno está mirando sus pantallas.
DEJAR EL CELULAR PARA “ESTAR”
También hace unos días salí a comer con unos amigos a un restaurante y había mucha gente. Me llamó la atención que en las mesas la gente estaba la mayor parte del tiempo mirando sus pantallas. Y pensaba que uno sale a comer, pero también, yo diría, casi tan importante como la comida, es departir, tener ese momento presencial -de que hemos estado tanto tiempo en lo virtual-, ese momento con los demás, mirarnos a la cara, hablarnos.
Pero a veces estaban más metidos en sus celulares, en sus pantallas. Y a veces qué importante será hacer ese pequeño sacrificio de dejar mi celular, de dejar ese mensaje, esa noticia, ese meme y mirar a una persona que me está hablando, que me necesita.
ESTAR ATENTOS A LOS NECESITADOS
Y por supuesto, algo que siempre ha caracterizado a la Iglesia, la preocupación por los más pobres, por los más necesitados. Pero también tenemos esos más necesitados que están a nuestro alrededor, a las personas que a lo mejor dejamos un poquito olvidadas, algún amigo o alguna amiga, alguien en nuestro trabajo.
“Ayúdanos Señor a hacer ese sacrificio diario, a no vivir únicamente metidos en nuestras cosas, en nuestras preocupaciones, que serán lícitas, por supuesto. Pero qué distinto es cuando abrimos los ojos y miramos un poquito más a nuestro alrededor.
Eso es lo que nos pide el Señor. Y eso es de lo que nos adviertes Jesús cuando dices:
“Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla?”
(Mc 8, 37).
QUÉ ESTOY GUARDANDO PARA LA VIDA ETERNA
Así es. Podemos, a lo mejor, tener un futuro prometedor, tener una buena posición económica y, sin embargo, que estamos guardando para la vida futura, la vida eterna, la que cuenta.
Y aunque no debemos ponernos trágicos, pensemos, si hoy el Señor me llama, todo eso que tengo ¿para quién va a ser? para nadie. Y más bien ¿qué he guardado para la vida eterna, cómo he amado a Dios, cuántas veces le he visitado, acudo a la Santa Misa…?
Por eso también es importante ese examen de conciencia. A lo mejor necesitas una confesión general o algún pecado que llevas allí, que pesa pero que uno más o menos se las ingenia, pero está allí como el sol que brilla. Y a veces podemos querer tapar nuestros pecados o un problema que tenemos con un dedo, como tratar de tapar el sol con un dedo, ¡que es imposible, es absurdo! Es como tener un elefante en la sala y decir: no hay un elefante.
EXAMINARNOS CON HUMILDAD
“Te pedimos para eso humildad, Señor”. Y esa humildad también es saber recomenzar, porque a veces, como el Señor, nos caeremos llevando la Cruz. Pero el Señor nos va a ayudar a levantar la Cruz y no estamos solos cuando la llevamos.
Así encontraremos la verdadera felicidad, la felicidad que no nos la puede dar las cosas de este mundo, que es simplemente aparente, casi como una droga y que de pronto acaba su efecto y queremos más.
Pues no queremos eso, que somos nosotros los cristianos católicos, personas que no se contentan con poco, que queremos más. Le pedimos esto a María Santísima, que supo entregar su vida y sus planes, a los planes divinos, los planes de Dios.