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SANTO TOMÁS MORO

Es en la vida ordinaria donde se forjan las virtudes que luego florecerán en el momento de la dificultad. Aprendamos de este amigo de Jesús a forjar un amor a Él «fuerte como la muerte» (Ct 8, 6).

Diez minutos para crecer en amistad contigo Jesús y pasa como en todas las amistades: conocemos a los amigos de nuestros amigos. Así es como hoy fijaremos nuestra atención en santo Tomás Moro, un santo, que es lo mismo que decir: un amigo íntimo de Jesús (como tú y yo queremos llegar a serlo), que vivió santamente la vida ordinaria.

Esas situaciones de todos los días donde se forjan las virtudes que luego florecen cuando llega la dificultad, Tomás las vivió en su casa, en su trabajo, en sus relaciones y, luego, estas virtudes florecieron en el encierro, en la soledad, en una pantomima de juicio y en su muerte.

Nació en Londres en 1478, estudió en Oxford e hizo carrera de abogado, desempeñó varios encargos en la administración real hasta que lo nombraron canciller, el más alto puesto del reino. Además, era padre de cuatro hijos y un fiel esposo, primero de Juana, que es la madre de sus hijos y más tarde, por haber enviudado, de Alicia, su segunda esposa.

Era uno de los hombres más respetados y con mayor prestigio personal y profesional de toda Inglaterra. Una vida normal, estudio, trabajo, familia, Dios….

TRABAJADOR PIADOSO

Se cuenta que cuando lo nombraron Lord Canciller de Inglaterra, llegó a ocupar la oficina que tenía un cúmulo de casos pendientes que era realmente abrumador, pero se puso manos a la obra, hasta que dijo: “el siguiente” y le respondieron: “señor, ya no hay más”. Un gran trabajador; trabajador competente como ojalá lo sea yo Jesús, pero poniendo el trabajo en el lugar que le corresponde, porque Tú dices:

«Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión a uno y amor al otro o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas»

(Mt 6, 24).

Trabajador, pero trabajador y piadoso que eso es importante.

Tomás Moro acostumbraba a ayudar en misa en su parroquia de Chelsea todos los días. Una vez lo descubrió, por casualidad, uno de los hombres más importantes del reino, el Duque de Norfolk y le comentó que le parecía chocante “shocking” y se preguntaba qué diría el rey si se enteraba de que todo un Lord Canciller se dedicaba a algo tan vulgar como hacer de monaguillo. Tomás Moro respondió que, conociendo al rey, seguro que le alegraría saber que su canciller servía al Señor de ambos y de todos.

Un día lo hizo llamar el rey cuando asistía a la misa y Tomás Moro, con respeto, pero con una valentía cristiana, le mandó como respuesta el ruego de que tuviese su majestad la bondad de esperar a que hubiese terminado la misa a la que estaba asistiendo. Como se ve, un trabajador competente, sí y un hombre de Eucaristía que la buscaba porque la necesitaba.

Es más, dicen que una vez le criticaron que comulgaba con demasiada frecuencia, teniendo tanto trabajo por hacer y su respuesta fue: “precisamente por eso comulgo, porque necesito fuerza y luz”.

“Jesús, ¿será que yo te quiero como te han querido tus amigos en la Eucaristía? Ojalá yo fuera trabajador, piadoso y con buen humor como Tomás”.

Tomás Moro

SU LEALTAD

Uno de sus yernos comentaba: “En más de 16 años conviviendo con él en la casa, nunca le vi enojado, ni siquiera una vez”. No por nada es el autor de esa oración que tanto le gusta al Papa Francisco:

“Dame Señor salud del cuerpo y con ella, el sentido común necesario para conservarla lo mejor posible. Dame, Señor, sentido del humor, dame la gracia de comprender una broma, para lograr un poco de felicidad en esta vida y saber regalarla a los demás”. 

“Te pedimos lo mismo Jesús y más te pedimos que nos hagas trabajadores, piadosos y alegres. ¿No será que es mucho pedir? Pero te lo pedimos y te pedimos que seamos alegres, aunque las cosas vayan mal, porque claro, sabemos por la historia, que el rey Enrique VIII torció el camino”.

El capricho le llevó a dejar a su esposa y a casarse con una cortesana y quiso que Roma aprobara su nueva unión. Roma se negó, el rey se puso necio y mandó jurar lealtad al rey a todos en Inglaterra, por encima del dictamen de Roma y quien se opusiera, iba a ser ajusticiado.

Aquí floreció otra de las virtudes de Tomás Moro: su lealtad. Nunca dijo nada en contra del rey; pero guardó silencio, un silencio que era incómodo en el reino, silencio que le llevó al encierro en la torre de Londres. Ahí aprovechó para hacer mucha oración; es más, estando ahí encerrado escribió un libro que se titula: “La agonía de Cristo”, que no pudo terminar. Pero en ese libro se refleja su trato con Dios y ahí da buenos consejos, yo te lo recomiendo.

LA GRANDEZA DE SU ALMA

De la torre lo llevaron al juicio y lo condenaron, después de escuchar la sentencia que le condenaba a la pena de muerte, Tomás se dirigió a los jueces con las siguientes palabras:

“San Pablo estuvo presente en la muerte de San Esteban y fue también culpable de ella y, sin embargo, fue un gran santo. Espero de verdad y de todo corazón, que todos nosotros, aún cuando ustedes me han condenado a muerte y me van a matar, volvamos a vernos un día en el Cielo”.

Tomás Moro

¡Qué grandeza de alma de este hombre!

Del juicio fue al patíbulo y ya estando ahí hasta le gastó una broma al mismo verdugo. Lo iban a degollar y cuando él se puso (porque él mismo se puso en el lugar de la condena) le dijo al verdugo: “mire que soy de cuello delgado, sea certero en el golpe, no vaya a ser que pierda su prestigio”. Iba hasta con buen humor a la muerte.

Y es que ya se lo había dicho a su hija en una carta escrita desde el encierro en la torre de Londres:

“ten pues, buen ánimo, hija mía y no te preocupes por mí. Sea lo que sea que me pase en este mundo, nada puede pasarme que Dios no quiera y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca es, en realidad, lo mejor”.

ASÍ SE ENTRA EN EL CIELO

Vaya si no nos vienen bien a nosotros estas palabras. Las escribe un hombre que sabía que de ahí iba a salir a la muerte. Ya lo dices Tú Jesús en el Evangelio:

«busquen pues primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura»

(Mt 6, 33).

Así se entra en el Cielo, en el Reino de Dios y así se forja en lo ordinario un amor a Dios que es fuerte como la muerte.

“Jesús, hoy a través de uno de tus amigos, Tomás Moro, nosotros te pedimos que nos ayudes a vivir santamente la vida ordinaria, que ahí forjemos las virtudes estas de la laboriosidad, del buen trabajo, de ser piadosos, almas de Eucaristía, de ser leales, de ser alegres.

Te lo pedimos con la confianza de que nos escuchas y que nos quieres a nosotros tanto como a Tomás. Y ojalá que nosotros te querramos a Ti tanto como él.”  Madre nuestra, ayúdanos en este propósito.


Citas Utilizadas

2Co 12, 1-10

Sal 33

Mt 6, 24-34

Reflexiones

Jesús, te pido que nos ayudes a vivir santamente la vida ordinaria, que ahí forjemos las virtudes que Tú nos pides.

Predicado por:

P. Federico

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