Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
“¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero le dijo: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar mi viña». Él respondió: «No quiero», pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste respondió: «Voy señor», pero no fue. «¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del padre?» «El primero», respondieron. Y Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios»”
(Mt 21, 28-31).
Efectivamente, el Evangelio que nos propone el día de hoy la liturgia, habla de esta realidad: de hacer realmente la voluntad de Dios.
¿HACEMOS LA VOLUNTAD DE DIOS?
A veces, nos puede dar la impresión de que hacemos algunas cosas, de que nos portamos bien, de que rezamos… pero ¿estamos haciendo realmente la voluntad de Dios?
Porque Dios está esperando que nosotros cumplamos ese plan divino que es el que nos va a traer la paz; que es el que nos va a hacer que vaya creciendo el Reino de Dios en nuestros corazones; es darle más cabida.
Dios nos manda a que trabajemos en Su viña. Quiere que hagamos algo, quiere que difundamos el Evangelio.
LA VIDA CRISTIANA NO SE PUEDE SEPARAR DEL APOSTOLADO
Por eso, el Papa Francisco y muchísimos santos -a lo largo de la historia- siempre han dicho que la vida cristiana no se puede separar de ese apostolado; de ese querer llegar a más personas; de ese difundir la buena nueva.
El Señor quiere que vayamos a Su viña, que hagamos las cosas y, por eso, tenemos que darnos cuenta de que nuestro trabajo apostólico consiste, muchas veces, en dar ejemplo; en rezar, sobre todo, por las otras personas y también en hacer pequeñas gestiones.
Hablar con uno, dar un consejo a otro, sonreír, portarnos de forma que se atractivo también para los demás ver una persona que es amable, que lucha por las virtudes… de esa forma predicamos.
LE PEDÍ A DIOS
Leía hace poco algo que me llamó la atención, porque me parece que nos puede dar qué pensar:
“Le pedí a Dios que me quitara el dolor y Dios dijo: no, Yo no te lo debo quitar, sino que tú lo tienes que dejar.
Le pedí a Dios que hiciera que mi niño paralítico fuera completamente sano y dijo Dios: no, su espíritu está completo; su cuerpo es solo temporal.
Le pedí a Dios que me concediera paciencia y Dios dijo: no, la paciencia viene como resultado de las tribulaciones; no se concede, se gana.
Le pedí a Dios que me diera felicidad y Dios dijo: no, te doy bendiciones. Tú decides si quieres ser feliz.
Le pedí a Dios que me librara del sufrimiento y Dios dijo: no, los sufrimientos te alejan de los afanes del mundo y te acercan a Mí.
Le pedí a Dios que hiciera crecer mi espíritu y Dios dijo: no, debes crecer por ti mismo y Yo te voy a podar para hacerte dar fruto.
Le pedí a Dios por todas las cosas que podría disfrutar en la vida y Dios dijo: no, te doy vida para que disfrutes de todas las cosas.
Le pedí a Dios que me ayudara a amar a otros con el amor que Él me ama a mí y Dios dijo: Ahhh, finalmente estás empezando a entender”
(Le pedí a Dios).
DIOS SABE LO QUE NECESITAMOS
Dios sabe qué es lo que realmente necesitamos, aunque nosotros no lo veamos así. Y la respuesta que nos da el Señor en el Evangelio, de este hijo que al principio no quería, pero después va a trabajar en la viña, es exactamente lo mismo que nos puede pasar a nosotros.
Cuando le hemos pedido todas estas cosas al Señor: que nos quite el sufrimiento, que nos de paciencia o que todos estos detalles que son parte de la vida del cristiano una y otra vez.
“Señor Jesús, gracias, porque cuando nosotros -al principio- decimos que no queremos y que nos damos la vuelta y que tal vez no reaccionamos de la mejor forma, Tú esperas un poco y, al final, terminamos haciendo… vamos a la viña.
CUMPLIR LA PALABRA DE DIOS
Sabemos que con eso te agradamos Señor. Sí, que no nos gustaría tener la pataleta esta inicial, pero luego vamos; luego volvemos. Volvemos y cumplimos Tu palabra”.
Una de las formas mejores para volver es el sacramento de la confesión; cuando uno se confiesa, pide perdón y regresa a lo que el Señor ha pedido que haga; ¡es fabuloso!
Tenemos que estar atentos, porque el mundo -a veces- nos intenta llevar por otro lado; la satisfacción inmediata, las cosas que, en principio, nos tendrían que dar alegría de forma rápida: el confort o la comodidad o comprarnos cosas nuevas…
¡LA VERDADERA FELICIDAD!
Estamos muy cerca de Navidad y estos pensamientos tienen que venir a nuestra oración: “Señor, yo no quiero nada que me distraiga de Ti. Es que yo no quiero nada que me aleje de Ti. Yo quiero ir a Tu viña. Yo quiero escuchar Tus palabras porque sé que ahí encontraré la verdadera felicidad”.
Con muchos trabajos, esfuerzos, con cosas que tal vez desde lejos se ven un poco pesadas, pero ¡la verdadera felicidad!
Además, sé que esa felicidad, la llevaré a otras personas, porque las otras personas están perdidas en esto y se han dejado, muchas veces, engañar por las cosas materiales que parece que te dan alegrías, pero al final se acaban y se pierden; lo único que traen es ese regusto amargo de las cosas antiguas; de las cosas viejas.
BUENAS NUEVAS
Por eso, el Evangelio es: “Las buenas nuevas” y eso es lo que tenemos que llevar a los demás, porque evangelizar es llevar las nuevas buenas a todos.
Evangelizar quiere decir que hagamos que el Reino vaya creciendo en los demás. Todos estamos llamados a esto y estos días, acercándonos a Navidad, son como unos días fabulosos, porque es más fácil; la gente está más sensible.
Me han llamado varios, por ejemplo, que quieren hacer cosas para agasajar a niños pobres o a familias que les haga falta.
Ahora estamos moviendo muchas actividades en paralelo con distintas organizaciones de la Iglesia y con grupos y con los clubes…
DAR MÁS
La gente, efectivamente, quiere dar más, porque la Navidad es eso; es Jesús que se ha venido a dar también a nosotros.
Por eso, cuando escuches este llamado del Padre, de ir a evangelizar, de ir a trabajar en Su viña, no te des la vuelta. Y, aunque a veces la primera reacción sea eso, dile que quieres ir siempre a la viña; que no quieres olvidarte de que somos trabajadores y de que tenemos que estar en la mies también.
El Señor no se deja ganar en generosidad y, si nosotros acudimos a trabajar, los frutos se irán viendo. Tal vez no directamente, como hemos leído estas cosas que se les pedía a Dios y que no resultaban inmediatas, sino que solo después de trabajarlas se empezaban a ver su brillo.
LAS COSAS HUMANAS SON TEMPORALES
Recuerda que el espíritu está siempre completo y que el cuerpo es solo temporal. Las cosas humanas son temporales, mientras que las cosas espirituales durarán para siempre.
Estas ideas nos pueden ayudar a prepararnos mejor en esta Navidad. A pedirle al Señor que sea Él el que realmente nazca en nuestros corazones y que busques las formas para que tu familia, tus amigos, la gente que está a tu alrededor, tenga también más cerca esta convicción de que Dios ha venido por nosotros y que nos manda.
No simplemente que ha venido, sino que nos manda a cuidar de Su viña.
PREPARARNOS PARA NAVIDAD
La Sagrada Familia tiene un papel súper importante para que nos preparemos bien en estas navidades.
Acudimos a la Virgen María y acudimos también a san José, para pedirles que nos ayuden a prepararnos mejor y a vivir mejor este trabajo en la viña que nos pide Dios Padre.
Estoy aprovechando para anunciarles que estamos sacando un “newsletter” en nuestra página web, donde se pueden anotar para recibir también algunos consejos sobre la oración; cuáles son las meditaciones que han tenido más éxito a lo largo del mes; y algunos consejos y curiosidades que pueden ayudar a hacer de tu vida interior, algo todavía más grande; algo que crezca.
Te pueden servir también para hacer apostolado. Así que lo puedes ver en nuestra página web: www.10minconjesus.net
Excelente meditación y especialmente escrito Le pedí a Dios
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