El Evangelio de hoy nos presenta la escena en que Jesús va al encuentro de un Natanael, un Natanael incrédulo pero curioso. Y sucede que ante un comentario del Señor, todos sus prejuicios y todas sus barreras se le vienen abajo, se queda desarmado…
«Natanael le respondió: Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel. Jesús continuó: Porque te dije: Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: Les aseguro que verán el Cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre»
(Jn 1, 49-51).
Y más, que en Natanael, es esta última frase la que nos interesa hoy, porque hoy la cosa va de ángeles. Pero no solo ángeles, sino arcángeles; y no solo uno, sino tres. Hoy celebramos a los arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael, que existen. Existen los ángeles y los arcángeles, los querubines y los serafines, todas esas criaturas mencionadas en las Sagradas Escrituras y Dios quiere que sepamos también acudir a ellos y maravillarnos ante ellos…
LOS ÁNGELES BUENOS SON FIELES A DIOS
Fíjate que una vez comentaba un sacerdote:
“Siempre que predico sobre los demonios, los oyentes agudizan la atención y se puede escuchar el volar de una mosca dentro del templo. ¡Y qué decir cuando comienzo a narrar un caso de posesión diabólica!, pues los rostros revelan estupor; en cambio, si predico de los ángeles buenos, los rostros se aniñan como quien escucha a un papá narrar a sus pequeños el cuento de Blanca nieves y los siete enanitos».
En realidad, debo aclararte que los ángeles buenos son tan reales como los demonios, pero fieles a Dios y más poderosos. Es cierto, son impactantes, son poderosos y cuando aparecen en la Escritura, normalmente dicen “No temas” porque la gente se queda impresionada. O sea, estamos delante de algo serio, potente y, sin embargo, se trata de unos seres a los que podemos tratar nosotros con familiaridad.
¿QUÉ ES UN ÁNGEL?
Cuando nosotros los tratamos es casi y -perdón por la comparación-, como cuando un niño pequeño juega con un pitbull o con fuego. Es algo impresionante, pero es poderoso y es delicado. y es que un ángel es mucho y hoy la Iglesia, “Tú Jesús, a través de tu Iglesia, nos animas a tratar con familiaridad a los tres arcángeles: san Miguel, san Gabriel y san Rafael.”
Lo primero tal vez es que nosotros pensemos ¿qué es un ángel? El ángel es una criatura que está en presencia de Dios, orientada con todo su ser hacia Dios; su verdadera naturaleza es estar con Él y para Él. Los nombres de los tres arcángeles que celebramos acaban en “el”, que significa “Dios”. Dios está como inscrito en sus nombres, en su naturaleza. Otra característica de los ángeles, es que son mensajeros de Dios; o sea, llevan Dios a los hombres.
La verdad es que todo cristiano, tu y yo, deberíamos ser hombres de Dios, alguien que vive orientado hacia Él. En este sentido, comentaba una vez Benedicto XVI:
«También nosotros, los seres humanos, deberíamos convertirnos continuamente en ángeles los unos para los otros, ángeles que nos apartan de los caminos equivocados y nos orientan siempre de nuevo hacia Dios».
(Homilía 29.IX.2007)
REZAR POR LOS DEMÁS
Ojalá pensemos: cada uno deberíamos rezar por los demás, interceder por ellos ante Dios. Cuanto más lo haga, cuanto más comprenda a las demás personas, me convertiré para esas personas en un ángel. La gente que dice: usted es un ángel, la verdad es que no, ojalá supiéramos nosotros, siendo muy hombres, (porque somos hombres) hacer la labor de ángeles; ojalá.
Te comento algunas cosas de los arcángeles que celebramos hoy. Tú aprovecha -yo intentaré lo mismo-, servirte de estas cosas para acudir a ellos en este rato de oración y, ojalá, que también en el resto del día de hoy.
SAN MIGUEL
San Miguel es el protector del pueblo de Dios, el capitán del ejército celestial que lucha contra el diablo. Dicen que fue el primero que en la prueba que sufrieron los ángeles tomó partido por Dios y por eso su nombre -que significa: ¿Quién como Dios?- como que señala su fidelidad, que no tiene límites y nosotros le podemos pedir que nos mantenga fieles a todos, a base de batalla, de lucha contra nuestras miserias y nuestras debilidades; contra las tentaciones, «contra todo lo que nos aleja de Ti Jesús», que sepamos luchar.
El Apocalipsis dice:
«Se trabó una gran batalla en el Cielo, Miguel y sus Ángeles luchaban contra el dragón y el dragón peleaba ayudado por los suyos. Y éstos, (los demonios) no prevalecieron, ni hubo ya lugar para ellos en el Cielo».
(Ap 12, 7-8)
pues que nosotros también luchemos así.
SAN GABRIEL
Después, está San Gabriel, el que llama a la puerta de María nuestra Madre. Fue instrumento de Dios para comunicar los planes De Dios.
«A María»
comenta un gran santo:
«Le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa “Fortaleza de Dios”, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es el Señor de los ejércitos y Héroe en las batallas.
(San Gregorio Magno, Homilía 34)
¡Vaya anuncio! Fíjate que en un rincón de Italia dicen que tienen -en un relicario- ¡una “pluma” de san Gabriel!… No vamos a meternos en polémicas…, pero no esperemos plumas de ángeles, simplemente acudamos a ellos pidiendo la ayuda que nos pueden dar.
Son muchas las veces que el Señor llama a las puertas de nuestro corazón, a las puertas de los corazones de los hombres de todos los tiempos. Dice:
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él Conmigo».
(Ap 3, 20)
Pidámosle que siga llamando a las puertas de los hombres: a la tuya, a la mía y que nos ayude a conseguir la fortaleza -fortaleza de Dios-, que se necesita para decir un “sí” generoso como el de María, ¡esa fortaleza!
SAN RAFAEL
Ahora, “last but not least”, de último pero no por eso menos importante: San Rafael. Aparece en el libro de Tobías como su compañero de viaje, lo cuida, lo va guiando y la Sagrada Escritura lo presenta como el ángel al que tiene encomendada la misión de curar y su nombre significa Medicina de Dios, compañero de viaje, guía…
Me acordaba de cuando mi abuela, una de mis abuelas, ya estaba mayor (aunque no sé si le gustara ese comentario) se negaba a dejar de manejar, de conducir su carro. Y un día nos cuenta cómo por la noche, iba manejando de regreso a su casa y se perdió y estaba en otra esquina de la ciudad y de repente apareció un ángel, un jovencito. Decía ella: yo me detuve y le pregunté dónde estaba y le expliqué dónde quería ir; y él, bien amable me acompañó y me dijo cómo llegar. Ya te imaginas los nervios con que nosotros la escuchábamos, ¡había que conseguirle un chofer, como fuera! pero siempre quedó en el aire el misterio de aquel muchacho… allí te lo dejo.
Guía, pero aparte de guiar, Rafael cura y como recordaba el Papa Benedicto también:
«Cuando Jesús envía a sus discípulos en misión, además de la tarea de anunciar el Evangelio, les encomienda siempre también la de curar. El buen samaritano, al recoger y curar a la persona herida que yacía a la vera del camino, se convierte, sin palabras, en un testigo del amor de Dios. Este hombre herido, necesita de curación, este hombre herido que necesita de curación somos todos nosotros. Anunciar el Evangelio significa ya de por sí curar, porque el hombre necesita, sobre todo, la verdad y el amor.»
(Benedicto XVI, Homilía 29.IX.2007)
También podemos hacer lo que hace Rafael.
En la fiesta de los arcángeles, acudamos a ellos y démonos cuenta que también está presente Santa María, la Virgen; como san Miguel venció a Satanás, ella es la destinataria de la embajada de san Gabriel y, como san Rafael, nos lleva por el buen camino; por ese camino de santidad que Dios quiere para todos nosotros.