Era un día de primavera, ya que Jesús nos hace sentar en una gran pradera para hacer el milagro de la Eucaristía. Para eso pide ayuda, como nos pide también a nosotros que crezcamos en nuestra fe, que crezcamos en nuestra audacia cada vez que vamos a la comunión, es como volver a asociarnos a su vida, es volver a asociarnos a la Eucaristía.
GRAN MISTERIO DE AMOR
He leído un libro muy bonito, que me gusta mucho recomendar, que se llama: “A Dios le importas» de Pérez Villahoz, que hablando sobre la Eucaristía, pregunta a los jóvenes y dice: ¿Crees que Jesús está en la Eucaristía como que tu madre es tu madre? Yo lo traduzco en argentino. ¿Crees que Jesús está en Eucaristía como que tu madre es tu madre?, porque si no creemos que Jesús está en la Eucaristía, nunca entenderemos de verdad ese gran misterio de amor.
El otro día tuvimos las primeras comuniones con los alumnos del colegio y siempre es muy bonito ver como la primera vez, como si fuese la única, como si fuese la última y Jesús estaba verdaderamente presente, con su cuerpo y con su sangre, con su alma, con su divinidad y está de verdad presente, como si tu madre fuese tu madre.
Yo quizá no sé si mi madre fue mi madre, o no fue mi madre, no me importa, yo sé que mi madre, mi madre. Siempre le pregunto a los alumnos, ¿estás seguro de que tu madre es tu madre? Y efectivamente, quizás algunos sean adoptados y no sepan si su madre es su madre. No importa.
Mi madre es mi madre y mi madre es la que me dio la vida.
Por eso también Jesús, que nos da la vida, está presente verdaderamente en la Eucaristía. Pero sigamos en el Evangelio de hoy, ese gran milagro de la Eucaristía, en esa pradera donde Jesús quiere multiplicar los panes y quieren multiplicar los peces.
JESÚS SE NOS DA EN LA EUCARISTÍA
El Señor da las gracias multiplica sus alimentos en abundancia. No sabemos exactamente cómo ocurrió el milagro en la multiplicación de los panes que relata san Mateo; como leeremos hoy, Jesús pide a los discípulos que distribuyan el alimento y quizá como piensan algunos padres de la Iglesia, el pan seguía saliendo de los cestos, como pasó también con Eliceo, con ese aceite de la ayuda, el aceite seguía manando del alcuza, decía.
Bueno, vos y yo también podemos ver meternos en esa escena, en ese lugar, en ese gran milagro de amor porque Jesús quiere regalarnos la Eucaristía, Manda a la gente que se siente en el suelo, toma esos siete panes y esos dos peces, pronuncia la Acción de Gracias, dice el Evangelio.
Los parte y los fue, dando a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras en siete canastos llenos.
Otro libro precioso que me encanta de Leandro Bonnin, “Siete Canastas” que recuerdo un poco de esas siete canastas que se recogieron después del milagro.
Porque, efectivamente, Jesús quiere regalarnos muchísimo en cada Eucaristía y recibir a Cristo en la eucaristía es recibir verdaderamente a Dios que se hace Hombre y que se queda en Eucaristía por nosotros, por amor, por una cuestión de entregarse del todo no se reserva nada.
VIVIR LA MISA TRANSFORMA NUESTRA VIDA
No es una cuestión de a veces decir, bueno, Jesús parece que está, no, Jesús está verdaderamente presente, como si mi madre fuese mi madre, está ahí.
Te lo explico porque efectivamente, vivir la Eucaristía, vivir la misa es hacer que se transforme en nuestra vida y el sacrificio de Cristo tiene que ser un sacrificio mío y uno dice bueno y ¿Cómo puedo hacer?
Bueno, poniendo tu cuerpo, poniendo tu alma.
El otro día una persona en el hogar de ancianos me dijo: Padre, ¿me puedes crucificar? Yo digo, no, no, no te voy a crucificar, sería matarte, no, yo puedo bendecirte, me hizo la señal de la bendición y efectivamente, en vez de crucificarla la bendije. Y le hice la señal de la Cruz y le dije unas observaciones también y se quedó tranquila.
Bueno, pero en cada misa, en cada Eucaristía, estamos presentes de verdad, no un relato cualquiera o no algo mitológico.
Jesús está presente en cada Eucaristía, estamos presentes también ahí, en la última cena, estamos presentes también en el calvario, poniendo nuestro cuerpo, poniendo nuestra alma, buscando también a Jesús que se hace presente.
TRATA DE PONER EN EL COPÓN LO QUE LE OFRECEMOS A JESÚS
Hay un truco que a mí me suda y que quizá te puede servir: Cuando sacerdote presenta sobre el altar las ofrendas y dice esas oraciones: “Bendito seas, Señor, Dios del Universo, por este pan o por este vino”; Pues trata de poner en el cupón: todas tus obras buenas, todas tus ilusiones, tus diversiones, tus trabajos, tus ensayos, tus proyectos, tus amores y decepciones.
O lo mismo también, no sé una maqueta o un partido de fútbol.
El otro día tuve que ir a bendecir unas piletas ahora que se inauguran la temporada de piletas acá en estas zonas y lo mismo ir a bendecir unas canchas de fútbol.
Lo mismo, bendecir y presentar también todos nuestros logros y también nuestros errores.
A veces podemos perder, a veces nos puede salir mal las cosas, no importa bendecirlo y ponerlo ahí como se bendice también el pan y el vino en cada Eucaristía.
SI JESÚS NO ES EL CENTRO, TE FALTA ALGO
Si Jesús no es central para vos, te falta algo o estás desenfocado o desenfocada.
Recordá lo dice Jesús también, para que lo entendamos absolutamente todos, que Jesús está en la Eucaristía, como que tu madre es tu madre.
Después, sí, en cada Eucaristía hace un poquito de silencio para vivir la Eucaristía de comienzo, vivir la Eucaristía en cada una de las etapas, cuidar también hacer las cosas como Dios espera.
Yo me acuerdo de cuando hice el Camino de Santiago, fui con un grupo de jóvenes alumnos de un colegio ahí en Madrid. Y en cada etapa teníamos la Eucaristía en una de esas iglesias antiguas que nos iban presentando en los momentos donde ibas caminando y me acuerdo que, efectivamente, vivir la Eucaristía en ese camino era un alimento, un alimento que nos daba vida.
LA MISA ES EL CENTRO DE LA VIDA CRISTIANA
Bueno, efectivamente, porque la Misa es el centro de la vida cristiana, es la fuerza que tenemos para caminar.
Vos, ¿Buscas la eucaristía, como esa fuerza, como ese alimento que fortalece, sobre todo y en modo muy abundante, también tu alma?.
Ese milagro de amor tan infinito, como dice la canción que vos también le puedes pedir a Jesús.
Considera lo más hermoso y grande de la tierra, decía San Josemaría, y nos puede ayudar ahora en este rato de oración, concretando propósitos,
Considera lo más hermoso y grande de la tierra, lo que le gusta al entendimiento y las otras potencias y lo que es recreo de la carne y de los sentidos y el mundo y otros mundos que brillan en la noche, el universo entero.
Y eso, junto con todas las locuras del corazón satisfecho, nada vale, es nada y menos que nada al lado de este Dios mío, tesoro infinito, margarita, preciosa, humillado, hecho esclavo, anonadado con forma de siervo en el Portal donde quiso nacer, en el taller de José, en la pasión, en la muerte ignominiosa.
(San Josemaría, Camino)
En la locura del amor de la Sagrada Eucaristía.
¿CÓMO NOS ACERCAMOS A LA EUCARISTÍA?
Vos te acercas a la Eucaristía de verdad de esa manera. ¿Queres vivir enamorado? ¿Queres vivir como Jesús también nos enseñó?
Porque ahí pasa mucho de cómo es nuestra vida.
¿Yo busco la Eucaristía como si mi madre fuese mi madre de verdad?.
Eso que los apóstoles y las primeras comunidades han vivido, ¿yo también vivo de eso?. ¿Te diste cuenta que podría ser la última Eucaristía?
Otro libro que me encanta es el que dice: “¿Cuántos domingos te quedan?” No sé, quizá vas a misa entre semana, pero los domingos, sobre todo cuántos domingos me quedan, porque eso es lo que determina mi vida.
Estábamos ahí a orillas del mar de Galilea; el Evangelio que leímos hoy y Jesús, fíjate, se preocupa por la gente que están con Él, porque hace mucho tiempo que no saben si han comido, no saben qué van a hacer.
Lo importante es que Jesús, antes de que los despidan, Jesús les dice, “Denles de comer ustedes”. Los discípulos se quedan desconcertados cuando Jesús les dice esas cosas porque dicen, bueno, mira, tenemos cinco panes y dos peces, nada más, apenas lo necesario para que comamos nosotros, encima quieres darle de comer a ellos.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
“siento compasión de la gente porque llevan ya tres días conmigo y no tienen que comer y no quieren despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino”.
Los discípulos le dijeron, de dónde vamos a sacar en un despoblado como este panes suficientes para saciar a tanta gente.
Jesús sabe bien el milagro que va a hacer y por eso en cada Eucaristía también hace lo mismo.
Fíjate, la actitud de Jesús es totalmente distinta a la actitud de los hombres. Jesús quiere darnos la Eucaristía y muchas veces no lo queremos recibir nosotros. Animémonos también a llevar a la gente a la Eucaristía, a llevar a la gente a recibir a Jesús, no solamente como la primera comunión, sino muchas veces.
Que sea María Santísima Mujer Eucarística, la que también nos enseñe a tratar muy bien a su Hijo Jesús ahora en este adviento.