CARTA A TIMOTEO
San Pablo fue de aquí para allá, y conoció mucha gente. Conoció a algunas personas que se caracterizaban por sus virtudes, y pensó que ellos podrían ser buenos sucesores suyos al frente de las comunidades.
Instruyó a algunos para que se quedaran representando, por ejemplo, a Timoteo, que lo dejó en un momento dado en Éfeso. A quien quería mucho, y le escribió dos cartas.
Hoy en la misa leeremos un fragmento de la Segunda Carta a Timoteo, que es especialmente entrañable, porque es como una última carta que san Pablo escribe desde prisión, ya viendo el desenlace próximo de su vida, y no se lamenta, no se queja, no está triste.
LAS ÚLTIMAS PALABRAS
Al contrario, mira como se dirige a Timoteo:
“Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, me he preservado en la fe.
Ahora sólo espero la corona merecida con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento”
(2Tm 4, 1-8).
Como te decía, san Pablo no se queja, sino al contrario, está contento porque ve la meta cercana. Es como cuando tú haces un viaje o una carrera, y ya ves la meta… ves la ciudad a la que te diriges.
LLEGAR A CASA
Me acuerdo cuando éramos niños y volvíamos a nuestra ciudad. Veníamos en carro por la carretera. De repente se veía la ciudad, y el primero en ver la ciudad, gritaba con emoción, porque ya estábamos llegando, ya volvíamos a nuestra casa.
Pues al igual, cuando vamos al Cielo, el Cielo es nuestra casa, es nuestro hogar. Es donde está Dios que nos ama infinitamente, y podremos disfrutar de su amor para siempre, en nuestra casa, en el Cielo.
Pues san Pablo sentía esa emoción: Ya veía la ciudad cercana, me voy acercando, y lo voy a hacer por la gracia de Dios, con un acto que da mucha gloria a Dios: que es entregando su vida en sacrificio.
Porque san Pablo murió mártir en Roma. San Pablo ve su martirio como un acto de alabanza a Dios, como una oración, como un sacrificio que da gloria a Dios, que da testimonio de Dios.
HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
Se pone contento porque llega al final de su vida, habiendo hecho lo importante, habiendo hecho la voluntad de Dios. Habiendo conservado la fe, he corrido hasta la meta de preservar la fe. He luchado bien en el combate.
Porque es un combate, a fin de cuentas. Nuestra fe está en riesgo porque hay tentaciones, porque hay dudas, porque no hay claridad muchas veces.
Y aunque tenemos muchos elementos para creer, también tenemos dudas, también tenemos inseguridades. A Dios no lo vemos ahorita, lo veremos en el Cielo. Pero ahora no lo vemos.
PERSEVERAR EN LA FE
Estamos en el claroscuro de la fe y le pedimos a Dios que nos ayude a perseverar en la fe, que nos ayude a cuidarla y no jugar con nuestra fe, porque precisamente hay dificultades.
San Pablo le escribió a Timoteo animándole a cuidar la fe de su grey, de sus ovejas.
“Querido hermano, en presencia de Dios y de Cristo Jesús…”
-Así comienza la Primera Lectura del día de hoy, y es la parte final de la Segunda Carta a Timoteo-,
“En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Te pido encarecidamente, por su advenimiento y por su reino, que anuncies la Palabra.
Insiste a tiempo y a destiempo. Convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría, porque vendrán tiempos, en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se rodearán de maestros que les halaguen el oído, serán sordos a la verdad y sólo escucharán las fábulas.
Tú, en cambio, sé siempre prudente, soporta los sufrimientos, cumple tu trabajo de evangelizador y desempeña a la perfección tu ministerio”.
SEMBRAR UNA BUENA SEMILLA
Lo anima a cuidar la fe, a no dejar de sembrar la buena semilla. La fe es un gran regalo que Dios nos da. La fe, como decíamos, es esa confianza en Dios a pesar de las pruebas, pero también la fe como el contenido, como esas verdades que Dios nos ha comunicado.
Verdades que vemos que son muy compatibles con nuestra razón. No son deducciones de nuestra razón, no son conclusiones de nuestros razonamientos, sino que son verdades que Dios nos comunica.
Y vemos que efectivamente son muy lógicas: la creación, el ser de Dios, las acciones de Dios a favor de los hombres en la historia.
Todo eso lo conocemos, y lo sabemos por fe. Nos ha sido transmitida por los apóstoles, los sucesores de los Apóstoles, hasta llegar a nosotros. Y vemos que hay una gran tradición que ha defendido esas verdades con su propia sangre.
DIOS NOS HABLA…
Todos los mártires y los teólogos, los grandes padres de la Iglesia, que han reflexionado, reflexionado y reflexionado… para hacer inteligible ese contenido en la medida de lo posible, y poder comunicarnos haciéndolo asequible a nuestra inteligencia.
Tenemos la teología, tenemos tanta seguridad en nuestra fe, tantas pruebas positivas. “Gracias, Señor. Gracias por hablarnos con tu lenguaje, gracias por comunicarnos esas verdades que nos salvan.
Ayúdanos como san Pablo, a preservar hasta el final. Perseverar en la fe hasta el final, para que podamos estar contentos cada vez más. Porque cada día más, nos acercamos a ese momento de encuentro Contigo.
Para poder ver también nuestra muerte con alegría, como un acto también de entrega a Dios, como un acto de sacrificio”.
Que no muramos, mártires. Pero que obedezcamos el designio de Dios. Ahora sólo espero la corona merecida con la que el Señor, Justo Juez, me premiará en aquel día. Y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su advenimiento.
LLEGAR AL CIELO
Dios es un gran pagador y realmente no nos quejaremos de lo que nos ha costado llegar al Cielo. Se nos hará poquito ese sufrimiento, esas pruebas, porque la gloria que Dios se nos va a comunicar.
Y no solamente a mí, dice san Pablo, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.
¿Cómo espero yo tu advenimiento, Señor? ¿Cómo pienso yo en ese momento de encuentro Contigo? ¿Cómo lo deseo?… Pues hay que desearlo con amor, no con miedo. Que venga Dios y nos juzgue.
Yo le pido perdón de mis pecados, hago penitencia por mis pecados y le pido que me ayude a amarlo más para desear ese encuentro con Él. Confiar mucho en su gracia que nos sana realmente, que nos lleve a ser nuevas criaturas y nos ayude a vivir como hijos de Dios.
Y podemos ensayar ese advenimiento de Dios al final, deseándolo recibirlo en los sacramentos, en concreto en la comunión. Podemos repetir la comunión espiritual muchas veces diciendo al Señor:
“Yo quiero recibirte. Yo quiero encontrarme Contigo ahora en los sacramentos”.
ESE ENCUENTRO FINAL
Es lo que me corresponde ahora en mi situación, en esta vida. Pero preparando también ese encuentro final que tendré Contigo cuando muera, cuando Tú vengas también a juzgar a los muertos.
Pues acudimos a nuestra Madre, a la Virgen, para que nos ayude a conservar la fe como san Pablo, que nos ayude a luchar bien ese combate para conseguir esa corona que Dios nos promete.