Hoy es 29 de febrero. Una fecha peculiar. Pero hoy, como cualquier fecha, como todos los días, es un buen día para hacer un rato de oración.
No sé si lo sabías, pero antes los meses se contaban a partir de marzo. O sea, marzo era el primer mes del año y febrero era el último mes. Así tiene lógica que septiembre se llame septiembre porque es el séptimo; octubre el octavo; noviembre el noveno; diciembre el décimo.
O sea, el año calendario terminaba cuando terminaba el invierno en el hemisferio norte. Y comenzaba el año en el momento en que los imperios o los reinos, tras el deshielo, podían comenzar a hacer la guerra. Por eso marzo se llama marzo; por el dios Marte de los paganos, que es el dios de la guerra.
La cuestión es que desde hace mucho tiempo tenemos 12 meses en el año y lo más lógico hubiera sido tener seis meses con 30 días y seis meses con 31. Pero eso suma 366 días y el año tiene 365. Así que, caprichosamente, le quitaron un día a febrero, dejándolo con 30.
Pero, todos sabemos que febrero tiene, normalmente, 28 días. Entonces ¿dónde se fueron los otros dos días? Pues resulta (vanidades de la vida) que Julio César al mes de “Quintimbre” le llamó julio. Y el gran Julio César no podía tolerar tener un mes de solo 30 días, así que le pusieron 31, y se lo quitaron a febrero, que se quedó en 29.
“¿Cómo perdió otro día? A manos de Augusto, que fue el primer emperador romano. Cogió el mes de «Sextiembre», que también tenía 30 días, le llamó agosto, le puso 31 días y ¡hop! le quitó otro al pobre febrero. Así quedó el calendario de 365 días, compuesto por siete meses de 31 días, cuatro de 30 y uno de 28.
Pero como el año tiene más o menos 365,25 días, un año de cada cuatro metían un bisiesto y le devolvían un día a febrero, dejándolo en 29” (La victoria del sol, Tomás Alfaro). Como hoy 29 de febrero.
COMPROMETERNOS
A parte de todo este pequeño repaso de historia y astronomía yo creo que un 29 de febrero tiene algo de especial. Seguro que conoces a alguien que cumple años justo hoy 29 de febrero. Yo tengo una prima a la que siempre dudo si felicitarla el 28 de febrero o el 1 de marzo. Bueno, al menos tiene la ventaja de poder decir que cumple años cada 4 años. Así cuando cumpla 40 va a poder decir que cumple 10.
Y pasa eso, que cuando es año bisiesto, cuando ves que en el calendario aparece el 29 de febrero, siempre te acuerdas de ella.
Luego, están los despistados que prometen cosas para el 29 de febrero: “yo me comprometo a hacer eso el 29 de febrero”. Pasó a finales del año pasado. Uno de mi casa le dijo a un grupo de jóvenes: “yo invito a la cena el 29 de febrero”. Todos se ríen porque saben que eso significa “nunca”. Pero, de repente, uno dice: “¡el 2024 es bisiesto!” O sea: hoy va a tener que cumplir con todas sus promesas lanzadas al aire.
Fuera de bromas, nosotros (tú y yo): prometer, comprometernos, hoy 29 de febrero y siempre.
TODOS LOS DÍAS SON BUENOS
Como decía san Josemaría:
“No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. “¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión!” (Ps 33,2) [dice el Salmista]. El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!” (Amigos de Dios 52)
Este pequeño espacio es todo lo que tenemos. Por eso, hoy y ahora es cuando procuramos renovar nuestro amor a Dios traducido en obras.
No nos olvidemos de nuestro compromiso con Dios. De nuestra suerte de ser hijos suyos, y de la responsabilidad que esa suerte conlleva. No nos hagamos los locos. Ni nos olvidemos. No vaya a decirnos el Señor lo de aquella canción de ese grupo colombiano llamado Morat:
“Cuatro años sin mirarte / Tres postales y un bolero / Dos meses y me olvidaste / Y ni siquiera me pensaste / Un 29 de febrero”.
Yo quiero pensarte, Señor, hoy 29 de febrero y siempre.
Tú y yo hoy hacemos el propósito de no olvidarnos de Dios, de vivir cara a Dios todos los días, todas las fechas. De darle a cada segundo valor de eternidad, vibración de eternidad.
VIVIR PARA DIOS
Si nos olvidamos del Señor, tendemos a acordarnos demasiado de nosotros mismos. En lugar de vivir para Él y para lo demás por Él vivimos para nuestro yo. Usurpamos el lugar que le corresponde solo a Dios y nos vestimos de púrpura como el hombre rico del evangelio.
“La púrpura, era más cara que la plata y el oro, y por eso solo se usaba para los dioses (cf. Jr 10,9) y para los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado”
(cfr. Mensaje del santo Padre Francisco para la Cuaresma 2017).
O sea, él se consideraba un dios, el centro del universo y, por eso mismo, digno de todas las atenciones.
La parábola del evangelio nos muestra, por contraste, al pobre Lázaro cubierto de llagas sentado a la puerta del aquel hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y todos los días celebraba espléndidos banquetes.
Este hombre se vestía de soberbia y banqueteaba egoísmo todos los días. Comía y bebía como si no hubiera mañana. O, mejor dicho, como si no hubiera eternidad.
A veces así andamos nosotros, viviendo solo para nosotros mismo, para darnos gusto en todo, para hincharnos de nuestros quintiembres y sextiembres, queriendo ser el foco de las miradas, deseando ser el ombligo del mundo.
APROVECHAR EL TIEMPO
Somos mortales, como Lázaro y el rico de la parábola. Que no esperemos a mañana para corregir el rumbo, para cambiar lo que haga falta. ¡Hoy, ahora!
Por eso san Josemaría insistía:
“A los cristianos, la fugacidad del caminar terreno debería incitarnos a aprovechar mejor el tiempo, de ninguna manera a temer a Nuestro Señor, y mucho menos a mirar la muerte como un final desastroso. Un año que termina –se ha dicho de mil modos, más o menos poéticos–, con la gracia y la misericordia de Dios, es un paso más que nos acerca al Cielo, nuestra definitiva Patria.
Al pensar en esta realidad, entiendo muy bien aquella exclamación que San Pablo escribe a los de Corinto: tempus breve est! (1Cor 7, 29), ¡qué breve es la duración de nuestro paso por la tierra! Estas palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de su corazón como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación constante para ser leal. Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar. No es justo, por tanto, que lo malgastemos, ni que tiremos ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno”
Le pedimos a nuestra Madre, Santa María, que nos ayude hoy, 29 de febrero, a encontrarnos con Jesús. Que nos ayude a tener conciencia de que todos los días son buenos para servirle. Que esta Cuaresma sea espacio de verdadera penitencia y tiempo de verdadera conversión.
Felicitaciones por enriquecer la vida de los creyentes. Muchas gracias.
Felicitaciones por enriquecer la vida de los creyentes. Muchas gracias.