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P. Federico

6 min

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CRUZARÍA LOS MARES

«Te seguiré a donde quiera que vayas». Seguir a Cristo es apasionante, porque Él es capaz de llenarlo todo. Jesús atrae con una fuerza que cuando se le tiene delante, son pocos los que se pueden resistir.

El Evangelio de hoy consta de dos partes y yo quería fijarme en la segunda que comienza con una frase bastante interesante, ¡impactante!, dice:

“Mientras iban de camino, uno le dijo: –Te seguiré a donde quiera que vayas”

(Lc 9, 51-62).

Son fuertes estas palabras. Es más, suenan a palabras de enamorado, de esas que uno se encuentra en canciones de: “por amarte cruzaría los mares” o “por amor sería capaz de todo sufrimiento”, “cruzó las tinieblas por amor”, “por amor atravesaré montañas y valles”…¡no sé!, expresiones de ese estilo que la gente dice por amor.

“Te seguiré a donde quiera que vayas”…

son palabras de alguien que no se puede resistir. “Y es que Tú Jesús, tienes mucha fuerza”.

Seguir a Cristo es apasionante, precisamente, porque Él es capaz de llenarlo todo. Entonces, lo sigue un joven de quince años como san Juan o lo sigue un hombre maduro que tiene la vida resuelta, con trabajo, como san Pedro. ¿Qué es lo que pasa? Que Jesús atrae con una fuerza que cuando se le tiene delante, son pocos los que se pueden resistir.

Lo vemos en el Evangelio; es más, en aquella escena en la que los del sanedrín han mandado a unos soldados para que lo arresten, lo tomen preso. Ellos vuelven con las manos vacías y le preguntan a los soldados que ¿por qué? y la respuesta es: “nunca nadie habló como Él”.

“Jesús, es que Tú arrastras”, ya lo dijo san Agustín:  

“–Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti–”. 

Qué palabras tan sabias las de San Agustín. Uno podría decir, como dicen: Se tenía que decir y ¡se dijo!…

“–Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti–”.

Es que seguirte es apasionante”.

un corazón

Nosotros, tú y yo, seguimos a Jesús, a una persona que nos habla, que nos quiere, que nos mira. Como dice san Josemaría:

“Jesús es tu amigo.  –El Amigo. –Con corazón de carne, como el tuyo.  –Con ojos, de mirar amabilísimo…”

(Camino 422).

Que miremos a Jesús, que nos dejemos mirar por Él como este hombre que no aguanta y le sale de dentro del corazón:

“Te seguiré a donde quiera que vayas”.

“Señor, yo también te quiero seguir a donde quiera que vayas, en todo lo que me pidas, en todo lo que me digas, lo que sea”.

JESÚS ES EXIGENTE

Ahora, nos damos cuenta también en este Evangelio, que seguir a Jesús es exigente, porque sigue esta segunda parte del Evangelio:

«Jesús le dijo: “–Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”. A otro le dijo: “–Sígueme”. Pero éste contestó: “–Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre”.  Y Jesús le dijo: “–Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Y otro dijo: “–Te seguiré, Señor, pero primero permíteme despedirme de los de mi casa”. Jesús le dijo: “–Nadie que pone su mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”»

(Lc 9, 51-62).

Es una seguidilla de peticiones de seguimiento de Jesús. Y esta exigencia, no es una exigencia así de decir sigue a Jesús y pásatela mal, eso sería absurdo. Jesús llena el corazón, es el único que puede hacerlo, como ya lo decía san Agustín. Pero es amante celoso, quiere el corazón para Él… Tú y yo, ¿se lo damos?…

San Josemaría, en el libro Camino, nos pinta una escena que él mismo había escuchado, dice:

“… Una veintena de oficiales, en noble y alegre camaradería. Se oye una canción y después otra y más.  

Aquel tenientillo del bigote moreno sólo oyó la primera: 

Corazones partidos

yo no los quiero;  

y si le doy el mío, 

lo doy entero.  

“¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!” –Y la oración brotó, en cauce manso y ancho”

(Camino, 145).

Pensemos, ¿damos el corazón entero? Porque “Jesús, Tú nos volteas a ver seguramente y nos dices como a este hombre:

“Corazones partidos

yo no los quiero;

 y si me das el tuyo,

dámelo entero”.

Yo te quiero seguir; y seguirte que es exigente, pero que no es desprecio de las cosas, sí, señorío sobre las cosas, no desprecio. No tener el corazón apegado, eso sí, no tener el corazón atado a las cosas materiales o gustos, caprichos, pero saber apreciarlas y agradecerlas, dándoles su lugar, el que les corresponde. Porque así eres Tú Jesús, Tú tienes señorío, eres elegante, de buen porte”.

“Como dijiste en el Evangelio: no tienes dónde reclinar tu cabeza y por eso, te quedas dormido en la punta de una barca, agotado. Pero eso no quita que hayas pasado noches enteras en oración o que te hayas levantado temprano antes de salir el sol para hacer un rato de oración… es más, comes lo que te ponen.

Los Evangelios nunca dicen que pidas gustos, aunque te invitan a banquetes. No te lanzas sobre las espigas como tus discípulos que se mueren de hambre y en aquella escena en la que le pides agua a la samaritana… nunca te la da. Pero eso no quita que te pongas otra vez a predicar y a preocuparte de la gente. Los apóstoles piensan que quizás alguien más te trajo de comer… Ese señorío.. ese señorío, implica seguirte”.

un corazón

Seguir a Jesús da más que las mismas cosas, que los mismos gustos, aunque todos estuvieran satisfechos.

SANTA CATALINA DE SIENA

En una ocasión, santa Catalina de Siena dice que Jesús, hablándole a ella, le confió como un reproche y le dijo lo siguiente:

“¿Por qué no confías en Mí, tu creador? ¿Por qué te apoyas en ti? ¿No soy fiel y leal contigo?

Redimido y recuperada la gracia, en virtud de la Sangre de mi Hijo único, el hombre puede pues, decir que ha experimentado mi fidelidad y sin embargo parece que todavía duda de que Yo sea lo bastante poderoso como para socorrerle; lo bastante fuerte como para asistirle y defenderle contra sus enemigos; lo bastante sabio como para iluminar el ojo de su inteligencia; o de que tengo la clemencia necesaria como para querer darle lo que precisa para su salvación.

Parece creer que no soy lo bastante rico como para hacer su fortuna; ni lo bastante hermoso como para hacerle hermoso. Se diría que tienen miedo de no encontrar en Mí el pan para alimentarse, ni el vestido para cubrirse”

(Diálogo cap. 14).

¡Qué reproche el de nuestro Señor! Que yo no tenga miedo.

Es cierto, seguir a Jesús, para algunos, es entregarle la vida por completo, aunque no es esto lo que le pide a todos. Ahora, lo que sí es para todos: seguirle coherentemente, ser un cristiano de una sola pieza… ante la tentación, ante el pacto con la mediocridad, ante los respetos humanos, ante la falta de exigencia en nuestra lucha, en nuestra vida.

Démonos cuenta que Dios es capaz de hacernos plenamente felices, pero eso implica seguir a Jesús, que es apasionante, pero también exigente.

¿Será que quiero? Porque estos hombres, parece que al final, los del Evangelio, como que no terminaron de querer. Tenían las palabras más largas que las obras. “Y Tú Señor, Tú Jesús, no entras donde no te dejan y soy yo el que te abro la puerta, soy yo el que te sigue, pero para eso  tengo que querer seguirte”.

Pensémoslo… Jesús sigue pasando y Jesús sigue llamando también a nosotros; pero, ¿queremos?

Madre nuestra, ¡ayúdanos a querer!


Citas Utilizadas

1R 19, 16b. 19-21

Sal 15

Ga 5, 1. 13-18

Lc 9, 51-62

San Josemaría, Camino 145, 422

Reflexiones

Corazones partidos, yo no los quiero; y si te doy el mío, te lo doy entero.

Predicado por:

P. Federico

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