JESÚS DESCANSA EN BETANIA
Hoy, tú y yo, vamos caminando con Jesús. “¿Adónde vamos?” me preguntas. –“No sé, yo voy donde Jesús vaya. Con eso me basta y sobra.”
Y bien sabes tú que eso es así. Aunque eso no quita que nos cansemos, porque las jornadas se hacen largas al lado de Jesús, trabajo no falta. Si yo estoy cansado, me imagino lo cansado que debe estar Él… porque Él, a parte del ajetreo diario, Él es el que atiende a las personas, una por una, Él es el que cura a los enfermos, uno por uno, y Él es el que luego, cuando todos caemos rendidos por el sueño, se retira por las noches a rezar…
Y digo “¡Qué cansado tienes que estar Jesús! Mira, allá está Betania (mientras señalo con el dedo). ¿No te parece que vendría bien pasar a saludar a Marta, María y Lázaro?” Jesús me sonríe y cambia el rumbo que llevamos en dirección a Betania.
Tú te me acercas y me dices, con una sonrisa de complicidad: “¡Bien!, por fin va a tener Jesús un parón…”
“Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada también a los pies del Señor, escuchaba su palabra.”
(Lc 10, 38-39).
Jesús llega hoy a Betania, donde viven sus amigos; la casa donde siempre encontraba descanso…
¡Qué importante es saber descansar! Pasárselo bien, hacer deporte, compartir en familia, ir de paseo. No el rascarse el ombligo, el bel far niente (como dicen los italianos, es bello no hacer nada) …
Es importante porque si andamos desvelados (por ver series, por quedarte pegado al celular, etc.), si andamos cansados, tensos, al final terminamos enojados, malhumorados, y hasta torpes para la lucha…
Jesús sabe descansar. Y en esa casa descansa junto con sus amigos. Y a todos les alegra que llegue. A Marta también le alegra, aunque se acelera porque quiere darle lo mejor y que se sienta cómodo… Es una excelente anfitriona, pero se acelera y más si resulta que a Jesús lo acompañan los apóstoles y tú y yo.
“Marta andaba afanada con los múltiples quehaceres de la casa…”
(Lc 10, 40)
ESCUCHAR A JESÚS
En cambio, su hermana es todo lo contrario: tranquila se sienta a escuchar y a hablar con Jesús.
Nos podemos imaginar que Marta, antes de dirigirse a Jesús pidiéndole auxilio, seguro que pasó unas dos o tres veces delante de los dos, como para “que la vean” y “para que se entere” su hermana que en la casa había mucho trabajo, y que ya estaba bien de dejarla sola con toda esa corredera.
Hasta que
“poniéndose delante dijo: Señor, ¿nada te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude.”
(Lc 10, 40)
No está loca, lo que pide es lógico; por eso, la respuesta del Señor le cae como balde de agua fría:
“Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, y solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, que no le será arrebatada.”
(Lc 10, 41).
Lo más seguro es que no se lo esperaba…
La verdad es que las dos actúan bien, cada una tiene sus cosas buenas. A la pregunta de Marta no contesta Jesús con un sí o con un no rotundo. Se ve que las dos tenían algo de razón…
Marta estaba ocupada en “lo urgente”; María estaba ocupada en “lo importante”: estar con Jesús y escuchar sus palabras.
LO PRIMERO ES DIOS
Y Jesús, con su respuesta, nos dice a todos que está bien lo que hagamos por los demás, pero sin olvidar que primero es Dios y después, lo demás (sea lo que sea).
Todos tenemos un montón de cosas dando vueltas en la cabeza, y cosas para hacer todos los días, y preocupaciones, y cosas que buscamos, y cosas que nos interesan, o cosas que nos distraen… Y no es que todo eso sea malo. Hay que hacer todo eso, pero con orden: primero el amor de Dios que es la razón de que hagamos todo lo demás y después lo otro, sea lo que sea.
Vivimos en un mundo que va a toda velocidad; no es muy común pararse a pensar (a veces hasta da pereza hacerlo). Resulta que todo lo queremos rápido, inmediato: queremos resultados ya (empezar a entrenar y ya ser un crack, sentarme a leer y ya acabarme el libro, ponerme a estudiar y ya sabérmelo todo).
A veces hasta tenemos prisa para descansar. Somos un poco: Marta. Pero no porque no queramos ser como María, sino porque nos cuesta…, porque no es fácil…
Pero se trata, obviamente, de un planteamiento personal. Cada uno tiene que querer mejorar, querer hacer oración o, al menos, querer querer… Por eso lo primero que surge de lo profundo del alma es un “¡Señor, que quiera!”, un “dame fuerza para querer” …
Marta anda en mil cosas. Frente a Jesús, pero en mil cosas… Lo tiene en su casa, le “atiende” en el sentido de darle de comer o acercarle lo que ella cree que necesita para que se sienta a gusto, pero no le “atiende” en el sentido de ponerle atención. No conecta con Jesús…
Jesús: perdón por no conectar. Porque soy un hombre “ocupado” … La verdad es que es “casaca” (como se dice en estas tierras), es una exageración, es un montaje, es más la sensación de estar ocupado que el realmente estarlo…
¡QUIERO CORRER BIEN Y DENTRO DEL CAMINO!
Simplemente doy vueltas y vueltas, y a veces siento que no me da tiempo de hacer las cosas, y que, por eso, tampoco me da tiempo de hacer oración, o de hacer más oración…
No es que hagamos cosas malas, pero nos podría decir Jesús aquellas palabras de San Agustín: Bene curris, sed extra viam (corres bien, pero fuera del camino). O lo que es lo mismo:
“tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, y solo una es necesaria.”
(Lc 10, 41-42)
“¡Quiero correr bien y dentro del camino!: conectar contigo…”
Perdón, Jesús, porque, a pesar de todo, a veces me cansa el privilegio, la suerte más grande que jamás haya tenido: la posibilidad de orar, de hablarte y escucharte…
Con la imaginación nos podemos ir a Betania, y hacernos un sitio al lado de María, que escucha con gusto las palabras de Jesús… Es Dios, es la Verdad, el que conoce el ultimo rincón de mi alma, el que tiene todas las respuestas, el único que llena todo el corazón. ¡Es increíble pensar que puedo escucharlo! Valdría la pena rezar toda la vida… con el único propósito de escucharlo una sola vez.
La verdad es que “se tiene tiempo para lo que se quiere. Hay que pararse a los pies de Jesús y escuchar. Orar. Arriesgar, apostar. Se tiene tiempo para orar, si se quiere. Quizá robando un rato al sueño, o a Instagram, o a Facebook, o al móvil, o a las series. «Cada uno es juez de su propio interés», como dice un gran amigo mío. (…)
“Recuerdo una persona que tenía una profesión que le exigía horarios intempestivos, y a veces regresaba a medianoche o de madrugada a casa, con pocas horas para dormir, antes de incorporarse al día siguiente a su actividad normal.
Aquella persona contaba que fue decisivo para su vida de oración el día en que decidió que, durmiera lo que durmiera, cada mañana haría ese rato de oración porque, a fin de cuentas: ¿qué diferencia hay entre dormir tres horas o tres horas y media? Apenas ninguna. En cambio, hay mucha diferencia entre comenzar el día orando o no”
(José Brage, Sin miedo).
María ha escogido la mejor parte, pero es eso: una parte. ¿Cuál es la otra? La de hacer las cosas que tenemos que hacer. Pero la clave es hacerlas con presencia de Dios, estando en sintonía, conectando, con Él.
Allí tenemos el ejemplo de nuestra Madre, Maestra de oración:
«Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón»
(Lc 2, 51).