LA PUERTA DE LA GRUTA DE BELÉN
Bueno, estoy adentro de un confesionario en una casa de retiros que se llama La Calerilla, a las afueras de Guadalajara, a donde me vine unos días de descanso. Por eso quizá no es el mejor audio, pero de cualquier manera vamos a hacer un ratito de oración en esta fiesta tan entrañable de la Sagrada Familia, la fiesta de Jesús, María y José.
Yo quiero comenzar trayendo a la memoria la puerta por donde actualmente entras a visitar la cueva donde nació Jesús en Belén, la gruta de Belén. Es una puertita de reducidas dimensiones en la que casi, casi te tienes que agachar para entrar, porque apenas cabe una persona de pie; una puertita que da acceso al templo de la Natividad.
Bueno, dicen que hicieron así la puertita en la Edad Media para evitar que la gente entrara a caballo y profanara el templo.
A DIOS TODA LA GLORIA
Y la imagen de esta puertita nos puede servir a nosotros -que hemos llegado a Belén donde ayer nació Jesús, Dios hecho Hombre-, para pensar en nuestras disposiciones interiores y poder entrar en la puerta del misterio para adorar al Niño Dios.
Decía Benedicto XVI que esta puerta interpela también al visitante actual, pues le dice sin palabras que “debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido”
(Benedicto XVI, Homilía, 24-XII-2011).
Venimos con los pastores a adorar al Niño, venimos a adorar a Dios. Este es el sentido de la Navidad y es también el sentido de toda nuestra vida: dar a Dios toda la gloria. Es una jaculatoria que queremos repetir, especialmente en este tiempo de Navidad: “Para Dios toda la gloria”.
ENFOQUEMOS LA ATENCIÓN EN DIOS
Esta puertecita de la Basílica de la Natividad en Belén es para nosotros como un agujerito por donde podemos asomarnos y ver lo que hay del otro lado, pero sobre todo que nos permite enfocar nuestros ojos y nuestros pensamientos sin distraernos en nada más.
Vamos en estos días a enfocar nuestra atención en Dios, vamos a enfocar nuestra mirada y todas las actividades de estos días en la gloria de Dios. Y vamos a hacerlo en esta meditación, acompañando a José y a María, que están cuidando a Jesús recién nacido en Belén.
Si hacemos un esfuerzo en nuestra oración, guiados por la luz del Espíritu Santo, podemos descubrir que el enfoque, la actitud que José y María tendrían estos días en Belén, es la misma que nosotros queremos poner en práctica en toda nuestra vida.
Queremos experimentar que nuestra vida entera, que nuestra vocación de cristianos, consiste en enfocarse en la persona de Jesús.
LA MALETA
Me acuerdo que de niño pasaba la Nochebuena con mis abuelos maternos y todos mis primos en una cena entrañable. Éramos muchísimos – somos muchísimos.
Y al día siguiente, el 25, tocaba el turno a los abuelos del lado de mi papá -otra ocasión memorable para estar con los primos de la otra parte de la familia, también un chorro de primos.
Y luego llegó el 26, un día como hoy, en el que siempre la pasábamos en la carretera de viaje a algún lugar. La noche anterior hacíamos la maleta con la ropa para las vacaciones.
Y yo no sé qué tan universal es la experiencia de empacar una maleta para un viaje en la que cabe todo. Llegas al lugar, abres la maleta, distribuyes su contenido en el cuarto, luego van pasando los días y tú vas usando las distintas prendas. Y cuando es tiempo de regresar y reempacar la maleta, bueno, en mi experiencia sucede que las cosas ya no caben. Lo que en el principio cupo perfectamente, pues resulta que ya no entra ni aunque te subas encima de la maleta. Quizá porque lo que al inicio estaba bien doblado, ahora es más bien un desastre.
TODO CABE EN DIOS
Bueno, yo pensaba que nuestra vida es como una maleta en la que caben distintos aspectos: el trabajo, la vida de familia, nuestros amigos, nuestros ideales, etc. Pero es importante que veamos cómo todos estos aspectos nos refieren a Jesucristo, cómo todo cabe en Él –“todo cabe en ti, Señor”.
Toda nuestra vida cabe hacerla en la presencia de Dios, como José y María, que en Belén están haciendo muchas cosas. Te puedes imaginar que mientras María cuida al Niño y le da de comer, José le da de beber al burro, va a por leña para la fogata, limpia un poco la gruta, etc. Y todas estas cosas tienen el mismo sentido porque todos lo están haciendo para Él.
Mira, hoy que vayas a misa porque es domingo, pon atención a las palabras del sacerdote. Después de la Plegaria Eucarística, cuando el pan y el vino ya se han convertido en el cuerpo y la sangre del Señor, dice el sacerdote levantando un poco el cáliz y la patena: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Y la gente responde “Amén”.
Es una frase muy familiar que es siempre una llamada a vivir en este sentido de ir junto con José y María en la presencia de la persona de Jesús.
MARÍA Y JOSÉ ATENTOS A JESÚS
Nos podemos imaginar a José, que está preocupado porque María no esté tan incómoda, que no pase frío; y nos podemos imaginar a María que, en su afán de hacer la vida amable a José, procura no quejarse y que no se le note el cansancio. En realidad, ya nada importa porque José y María están enfocados en Jesús y porque están enfocados en Jesús, están enfocados el uno en el otro, están preocupados el uno en el otro.
Como decía Benedicto XVI en su primera Navidad: “Quien va hacia Dios no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”
(Benedicto XVI, Audiencia Miércoles 20-VI-2007).
No es difícil imaginarlos: José, atento a las necesidades de María, María agradecida con José. Esa armonía es la consecuencia de estar atentos en Jesús.
EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
Y esta sencilla fórmula, si es que se le puede llamar así, es algo que haríamos bien en intentar toda nuestra vida, pero en especial en este Día de la Sagrada Familia y en esta octava de Navidad.
El famoso espíritu de la Navidad lo podemos resumir en la paz y la alegría de estar realmente enfocados en las personas con las que convivimos, de olvidarnos de nosotros mismos y experimentar las consecuencias, de estar centrados en Jesús. Sólo así daremos a Dios toda la gloria.
Pues hoy es un buen momento para suavizar nuestro corazón y contemplar una verdad: que Jesús nació en una familia.
No creo en la numerología, ni en cábalas, ni nada de esas cosas, pero me gustan las coincidencias, como la sencilla coincidencia que existe entre la palabra Navidad y familia. Es que tienen el mismo número de letras y aunque es una coincidencia, casi podríamos decir tonta, me sirve para pensar que en la noche de Belén no sólo nació Jesús, nació también una familia, la familia, la Sagrada Familia.
UN PEDACITO DE CIELO
De verdad el Cielo se vino hasta la Tierra. Esa gruta de Belén era un verdadero pedacito de Cielo, un auténtico cachito de Cielo. Porque José pensaba en María y en Jesús y se olvidaba de él. Porque María pensaba en José y en Jesús y se olvidaba de Ella. Y así, dando la vida el uno para el otro, no puede haber más alegría.
Pues vamos a pedirle a la Virgen que nos consiga esta gracia para esta Navidad: la humildad de entender un poquito más cuál es la relación que tenemos con Dios y recibirla como un regalo.
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