Llegó el gran día, llegó la gran noche: hoy es Nochebuena, esta noche es Nochebuena. Te invito a suavizar tu corazón y contemplar una gran verdad: que Dios se hace Niño, que como todo niño va a nacer en una familia.
Yo no creo en la numerología, ni en cábalas ni en nada de esas cosas, pero me gustan las coincidencias como la que existe entre la palabra Navidad y familia y, es que es muy sencilla la coincidencia: tienen el mismo número de letras y, aunque es una coincidencia muy sencilla, me sirve de pretexto para pensar que en la noche de Belén no sólo nació Jesús, nació también una familia: “La Familia”, la Sagrada Familia.
EL CIELO SE VINO A INSTALAR EN LA TIERRA
De verdad que el cielo se vino a instalar en la tierra. Esa cueva que tú y yo hemos venido contemplando todo el adviento, esa gruta de Belén, era un verdadero pedacito de Cielo, un auténtico cachito de Cielo, porque José pensaba en María y en Jesús y así se olvidaba de sí. Y María pensaba en José y en Jesús y se olvidaba de ella y así, dando la vida el uno para el otro, pues no puede haber más alegría.
Paul Auster, un escritor cronista de radio norteamericano, cuentacuentos hasta que un día, su mujer le sugiere: “¿Por qué no le dices a la gente real que te cuente sus historias y escoges las mejores para leerlas en la radio? Bueno, cuentan que llegaron millones de historias de la vida cotidiana de los americanos y de allí se publicó un libro titulado: “Creí que mi padre era Dios”.
Hay un capítulo dedicado a la Navidad donde leí una historia que te quiero leer, porque pienso que nos puede servir para descubrir el auténtico espíritu de la Navidad, se titula: “La mañana de Navidad de 1949”
PENSAR EN LOS DEMÁS
“Caía una leve llovizna, cuando mi hermana Jill y yo salíamos corriendo de la iglesia ansiosos por llegar a casa y jugar con los regalos que Santa Claus nos había dejado a nosotras y a nuestra hermanita Sharon, que todavía era una bebé. Frente a la iglesia, al otro lado de la calle, había una gasolinera de la Pan American donde para el autobús de la línea Greyhound.
La gasolinera estaba cerrada en Navidad, pero vi que había una familia esperando de pie junto a la puerta cerrada, apiñados debajo del estrecho alero en un desesperado intento por permanecer secos. Durante un segundo me pregunté qué estarían haciendo allí, pero enseguida me olvidé de ellos mientras intentaba alcanzar a Jill.
Cuando llegamos a casa, apenas pudimos disfrutar de nuestros retalos, ya que tuvimos que salir a la casa de nuestros abuelos para celebrar con ellos la cena de Navidad. Cuando íbamos en el coche por la autopista, noté que la familia seguía allí, de pie junto a la puerta de la gasolinera cerrada.
LA GENEROSIDAD
Mi padre iba conduciendo muy despacio. Cuanto más nos acercábamos al cruce en el que había que girar para ir a casa de los abuelos, más lento iba el coche. De repente, mi padre hizo un giro en U en medio de la carretera y dijo:
- ¡No puedo soportarlo!
- ¿Qué sucede? – Preguntó mi madre
- Es esa gente que está en la gasolinera de Pan Am con esta lluvia. Tienen niños. Es Navidad. No puedo soportarlo.
Cuando mi padre se detuvo en la gasolinera, vi que eran cinco personas: los padres y tres hijos, dos niñas y un niño pequeño. Mi padre bajó el cristal de su ventanilla:
- ¡Feliz Navidad! -dijo
- Hola, ¿Qué tal? -respondió el hombre. (era muy alto y tenía que inclinarse un poco para ver dentro del coche)
Jill, Sharon y yo nos quedamos mirando a los niños y ellos nos miraron a nosotros.
- ¿Están esperando el autobús? -preguntó mi padre.
El hombre dijo que sí. Iban a Birmingham, donde tenían un hermano y la posibilidad de encontrar trabajo.
- Muy bien, pero es que ese autobús no pasa hasta dentro de varias horas y en esta parada van a acabar empapados. Winborn queda a apenas tres kilómetros de aquí. Allí hay una parada con paredes y techo y bancos para sentarse -le dijo mi padre-. ¿Por qué no suben al coche y les acerco?
EL VERDADERO SENTIDO DE LA NAVIDAD
El hombre lo pensó durante unos instantes y después hizo señas a su familia. Subieron al coche, no llevaban equipaje, sólo lo puesto. Una vez que estaban todos dentro del coche, mi padre se volvió hacia el asiento trasero y preguntó a los niños si Santa Claus ya había dado con ellos. Tres caritas tristes le miraron en silencio a modo de respuesta.
- Claro, ya me parecía a mí… -dijo mi padre guiñándole un ojo a mi madre-, porque cuando he visto a Santa Claus esta mañana me ha dicho que le estaba costando mucho encontraros y me ha preguntado si podía dejar vuestros juguetes en mi casa. Ahora vamos a ir a buscarlos antes de llevarlos a la parada del autobús.
Las caritas de los tres niños se iluminaron de inmediato y empezaron a dar saltos en el asiento de atrás, parloteando y riendo. Cuando bajamos en nuestra casa, los tres niños entraron corriendo por la puerta principal y fueron directamente a los juguetes que estaban desparramados debajo del árbol de Navidad.
Una de las niñas vio la muñeca de Jill y en seguida la estrechó contra su pecho. Recuerdo que el niño pequeño se aferró a la pelota de Sharon y que la otra niña cogió uno de mis juguetes. Todo esto sucedió hace mucho tiempo, pero recuerdo esas imágenes con mucha claridad. Aquélla fue la Navidad en la que mis hermanas y yo descubrimos el goce de hacer felices a los demás.
DAR HASTA QUE DUELA
Mi madre se dio cuenta de que una de las niñas llevaba un vestido de manga corta y le regaló el único jersey que Jill tenía. Mi padre les invitó a que vinieran con nosotros a la cena de Navidad en casa de mis abuelos, pero los padres no quisieron aceptar; a pesar de que todos insistimos, se mantuvieron firmes en su decisión.
Cuando íbamos otra vez en el coche rumbo a Winborn, mi padre le preguntó al hombre si tenía dinero para los billetes de autobús. El hombre dijo que su hermano le había enviado los pasajes. Padre metió la mano en el bolsillo y sacó dos dólares, que era todo el dinero que le quedaba hasta la paga siguiente. Le puso el dinero en la mano al hombre y lo obligó a cogerlo, éste intentó devolvérselo pero mi padre insistió:
- Llegarán a Birmingham muy tarde y estos niños tendrán hambre mucho antes, coja el dinero. Yo he estado sin trabajo y sé lo que se siente cuando no se tiene para dar de comer a la familia.
Les dejamos en la parada de autobús de Winborn. Mientras nos alejábamos, me quedé mirándolas por la ventanilla hasta que les perdí de vista, con los ojos clavados en la niñita que abrazaba a su muñeca nueva. Firma, Sylvia Seymour Akin en Memphis Tennessee.
ENFOCARNOS EN JESÚS
Yo te invito, al igual que la familia de Jill, que acoge a esta familia en Navidad, si tú y yo vamos por la vida a toda velocidad, pues vamos a detenernos un poquito. Quizá tienes que girar también en U.
Vamos a hacer un esfuerzo en estos días en nuestra oración, guiados por la luz del Espíritu Santo para descubrir que el enfoque, que la actitud que José y María tendrían en estos días de preparación para el nacimiento de Jesús, es la misma que nosotros queremos imitar, poner en práctica. Experimentar por nuestra cuenta que nuestra vida entera, que nuestra vocación de cristianos, consiste en enfocarse en la persona de Jesús, con la seguridad de que pensar en Jesús es lo que nos permite pensar en los demás.
Nos podemos imaginar el viaje que José realizó junto a María y cómo estuvo todo el tiempo pendiente de que ella no estuviera incómoda. Que José iba al pendiente de María que estaba a punto de dar a luz y en su afán por hacer el viaje lo más cómodo posible, pues procuraría que el burro caminara rápido; y, María en su afán de hacer la vida amable, procuraría que no se le notara el cansancio y en medio de todo esto, están enfocados en Ti Jesús y, porque están enfocados en Jesús, están enfocados el uno en el otro.
MARÍA CON JOSÉ, JOSÉ CON MARÍA
Como decía el Papa en su primera Navidad:
“Quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”.
(Papa Francisco, 2013)
Vamos a terminar con este pensamiento, pensar en Jesús es lo que nos permite pensar en los demás. Qué importaba que no todo era perfecto si aquello era el Cielo; qué importaba si Jesús estaba ahí en medio de ellos, qué más da que tuviera que nacer en Belén si estaban María con José, José con María.
Qué más da que tenga que ser en Belén, pensaría María, si estoy con Jesús y San José. Qué más da que no sea todo perfecto, si esto es un pedacito de Cielo. Bueno, pues yo te invito a que procures hacer de esta Navidad un pedacito de Cielo para los demás y que descubramos así el auténtico espíritu de la Navidad.
Vamos a terminar con una canción que me llegó de unos amigos que grabaron con motivo de estas fiestas navideñas, con las que yo te dejo y así quizá podamos terminar nuestra oración. ¡Muy feliz Navidad!
(Suena la canción): ♪♪ Hoy es buen momento para suavizar tu corazón y contemplar una Verdad que como Niño Dios nació…♪♪