No siempre en los días de semana coincide el tema de la Primera Lectura de la misa con el Evangelio. Suele coincidir y ser como una respuesta el Salmo, a lo que sale en la Primera Lectura, estos sí van juntos. Sin embargo, el sábado pasado, la Primera Lectura de san Pablo y el Evangelio, sí que tienen un tema que es bastante fácil de encontrarle una relación.
BUENA INVERSIÓN
Y es que san Pablo, le está agradeciendo a los Filipenses que han hecho una colecta, lo han ayudado con sus bienes materiales en su necesidad, y san Pablo se los agradece. Y les dice, que al final, ellos son los que salen ganando al dar así generosamente.
Les dice:
“Dios proveerá todas sus necesidades con magnificencia conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús”
(Flp 4,19).
Dios los va a compensar por esa generosidad. Nos dice san Pablo que no es para él, sino para su apostolado. Dice que él no pedía para sí mismo, él sabía proveer para sí mismo.
Y es que él había aprendido a vivir en la hartura (cuando había abundancia) y también, cuando no le sobraba nada. Sin embargo los anima y les agradece porque son generosos con sus bienes, apoyando el apostolado.
Después en el Evangelio, Jesús nos decía y nos animaba con estas palabras, que nos pueden resultar un poco misteriosa la manera de expresarse. Y dice Jesús:
“Gánense amigos con el dinero injusto, para que, cuando les falten, los reciban en las moradas eternas”
(Lc 16, 9).
Y después decís Señor:
“El que es de fiar en lo menudo en lo que no tiene mucha importancia, también será de fiar en lo que sí la tiene. Y el que es honrado en lo que no vale, también será honrado en lo importante”
(Lc 16, 10).
LA MORADA EN EL CIELO
Pienso que acá también te referís Vos Señor, a una comparación entre lo que realmente vale, que son esas moradas del Cielo, que tengamos la riqueza de tener a Dios mismo, en comparación con las cosas pasajeras, como son los bienes materiales.
Y me recordaba de un par de pasajes que leí en “Fratelli Tutti”, el último escrito del Papa, en donde nos ha convocado a la unión de todas las personas, realmente con una ambición muy grande, que sea la mayor fraternidad entre los hombres.
Allí el Papa cita un documento de Benedicto XVI que dice:
«La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana”
(Fratelli Tutti p.92).
Me gustó ver esto escrito, pues sabemos, que por lo que nos medirán y por lo que una persona vale, es por si tiene un corazón grande, ¡Si es capaz de amar!
Y así lo dice: “La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana”.
VALORAR LO QUE REALMENTE VALE
Lo repito porque me gustó mucho. Pienso que la verdad se nos difumina un poco, la perdemos de vista; es fácil valorar a las personas ya sea por el cargo que tienen, por su casa, su auto, si tiene más plata o si tiene algún título,…
Y en realidad todos somos Hijos de Dios con la misma dignidad. Lo sabemos bien. Pero si hay algo en lo que podemos valer más: es en el amor.
Y si nos dejamos llevar por la lógica del mundo y valoramos a las personas por lo que tienen, fácilmente perderemos de vista lo que realmente vale. Uno también va a querer crecer, escalar en el dinero y en las posesiones, en los reconocimientos, en los títulos…
«Por eso te pedimos Jesús, que nos ayudes a tener esa mirada clara, a no dejarnos engañar, a enseñarle a los padres a enseñar a sus hijos, a que desde chicos aprendan a valorar a todas las personas no por lo que tienen».
Es tan fácil en esta cultura consumista y bastante materialista que hasta los chiquitos desde que van al colegio, me sorprende cómo se fijan en la casa de este, en el auto que tiene el otro… Y hay que enseñarles a valorar a las personas a todas por igual, por lo que son: hijos de Dios.
Y querer crecer en lo que importa, incluso -y es algo que nos ayude a tener el corazón libre-, poner también nuestros bienes al servicio de las cosas grandes, que es lo que Jesús anima y también san Pablo en las Lecturas de hoy.
GENEROSIDAD REAL
Dicen que hay como una cadenita, como un cordón que une el corazón con el bolsillo; y cuando alguien realmente quiere algo, está dispuesto incluso a dar de los bienes que tiene. Que ahí se nota, no es la única manera, pero se nota que quiere en serio, si uno está dispuesto a apoyar algo con sus bienes también.
Examinémonos si somos generosos para sostener las necesidades de la Iglesia, si apoyamos con alguna obra apostólica, a que estén bien las personas que quizás dependen de una manera u otra de nosotros, y que por ahí no tienen situación tan ventajosa…
También en Fratelli Tutti, el Papa, nos habla en varios números sobre el destino universal de los bienes. Y esta vez cita a san Juan Pablo II:
“Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II, cuya contundencia quizás no ha sido advertida: -Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie, ni privilegiar a ninguno”
(San Juan Pablo II n.120).
Nos habla de alguna manera, que es relativa al bien de todos. Puede ser que unos no tengan nada, y a otros les sobre muchísimo. Nosotros más allá de lo que uno pueda ayudar y vivir la justicia,
«¡Qué bueno es que tengamos Jesús con Tu ayuda, las prioridades claras y un corazón libre!”
UN CORAZÓN LIBRE PARA UNA BUENA INVERSIÓN
Para que sea libre nuestro corazón, a veces cuesta cortar las cadenas, cuesta dar. Pero debemos confiar en la Providencia, y no ir detrás de las cosas materiales como si fueran un fin.
Acá somos peregrinos, nuestro fin está en el cielo, y el cielo no será algo totalmente distinto de lo que es la tierra. Si nuestro corazón cada vez más está lleno de la bendición del Espíritu Santo, de la gracia, del amor… ¡El cielo será la plenitud de lo que ya buscábamos!.
“Por eso, ayúdanos Señor a ver con esa buena mirada, con ese buen gusto por lo que sí vale de verdad. Y ayúdanos a usar bien los medios materiales, para que sirvan a otros. Para que sean medios de lo más grande: la caridad, ya que es lo que verdaderamente nos da valor”.
Vamos a pedirle a la Virgen, ella que también supo vivir con falta de medios materiales, al menos en algunos momentos, pero nunca le faltó lo más importante: que era el amor. ¡El amor enorme a Dios, a su hijo y el amor a las personas que lo rodeaban!
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