Recientemente asistí a una reunión con un sacerdote que vive en Roma, es argentino y coincidió con el Papa Francisco cuando éste era obispo en Buenos Aires; ahí se hicieron amigos. Ahora qué ambos están en Roma se ven con cierta frecuencia. Este sacerdote viaja mucho.
En una ocasión en que fue a ver al Papa, el Papa le dijo: – ¿Tú no dejas de viajar? Como metiéndose con él, haciéndole una broma, como cierto reclamo: -Tú te la pasas viajando…
Y él le respondió: -Santo Padre, pero a donde voy, hablo del Papa. El Papa se quedó serio, callado un momento y le respondió:
-Sería mejor que hablaras más de Jesucristo y menos del Papa.
En esa reunión a la que asistí, ese sacerdote argentino comenzó la plática hablando de Jesucristo. Así que, cuando contó esta anécdota, resaltó: – Y conste que estoy obedeciendo al Papa.
Me acordaba de esta anécdota, porque hoy celebramos la conversión de san Pablo. La conversión de san Pablo es cuando se encuentra con Jesús en el camino. Sucede cuando se encuentra con Jesús en el camino, porque san Pablo era una persona muy religiosa.
Y aquí ya tenemos una luz para nuestra oración: la santidad. Lo que Dios espera de nosotros, no es que seamos muy religiosos, que hagamos cosas buenas, cosas de Iglesia. Que hagamos, como decía un amigo, cosas católicas como algunas actividades piadosas, que son importantes, pero eso no es lo central.
Lo central es encontrarnos con Jesucristo. “Encontrarnos contigo, Señor. Estamos haciendo un rato de oración, queremos encontrarnos contigo. Queremos convertirnos; convertirnos una y otra vez, porque siempre podemos encontrarnos contigo de una manera nueva. Porque nuestra vida es muy rica y Tú eres infinitamente grande y nos puedes enriquecer con tu plenitud.”
SAN PABLO APÓSTOL
Y este encuentro con Jesucristo podemos hacerlo hoy siguiendo la experiencia de san Pablo. Porque san Pablo, realmente es un personaje. “A san Pablo, Tu Señor, lo escogiste, fuiste por él.” San Pablo andaba por ahí, haciendo estragos en la Iglesia y Tu, Señor, te le apareces en el camino, te le plantas enfrente y dialogas con él:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Yo le respondí, dice San Pablo, Señor, ¿Quién eres Tú? Él me contestó: -Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues…”
(Hch 9, 4-5).
A partir de entonces, san Pablo cambia su vida. “Tú, Señor, después, hablas con Él en muchas ocasiones.” San Pablo tiene experiencias espirituales también muy grandes, muy altas, que nos transmite y nos comparte en sus cartas. Nos va mostrando quién es Jesús.
“Yo, Señor, aprendo del testimonio de los apóstoles quién eres Tú.” Eso es como una primera conversión, que puedo tener nuevamente el día de hoy: el reconocerte.
Como nos dice san Pablo en la Carta a los colosenses:
“Jesús es la imagen del Dios invisible, primogénito de toda creación, porque en él fueron creadas todas las cosas en los cielos y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, sean los tronos o las dominaciones, los principados o las potestades.”
(Col 1, 15-16).
Aquí se refiere san Pablo a los diferentes tipos de ángeles que hay: “Los tronos, dominaciones, principados o potestades…” son tipos de ángeles.
“Todo ha sido creado por él y para él. Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en él.”
(Col1, 17).
“Esta declaración de fe, Señor, que yo suscribo ahora: Yo creo que Tú eres el creador, que Tú eres antes de toda la creación, que todo fue creado en Ti y para Ti. Tú estás por encima de todos los ángeles, de todo poder.”
CARTAS DE SAN PABLO
Y continúa san Pablo:
“Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia; él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que él sea el primero en todo…”
(Col 1, 18).
“Tú, Señor, eres Dios verdadero, Tú eres Hombre verdadero. Es ya una primera afirmación. Eso, me mueve a convertirme a Ti, porque te reconozco como lo más grande, como lo principal, como dice san Pablo en otro pasaje.”
De entre todas las cosas que dice san Pablo escogí tres, que son las que nos pueden guiar en este rato de oración, para convertirnos.
En primer lugar, a la fe, convertirnos a la fe. “Afirmar, Señor, que Tú eres Dios verdadero, Hombre verdadero. Y, por lo tanto, Tú eres lo más importante.”
Lo segundo que traigo aquí, es de la Carta a los Filipenses, en la que san Pablo dice:
“Cuánto era para mí ganancia, por Cristo lo considero como pérdida. Es más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo y vivir en él, no por mi justicia, la que procede de la Ley, sino por la que viene de la fe en Cristo, justicia que procede de Dios, por la fe.»
(Flp 3, 7-9).
“Bueno, pues Tú, Señor, eres lo más grande. Tú eres mi el bien principal de mi vida y todo lo considero como basura. Por eso, hoy, al convertirme ahora a Ti, me examino y digo: A ver, a veces, ¿por qué me pongo triste? ¿Por qué, a veces, me enojo, me amargo un poco la vida comparándome con otras personas y pensando en lo que no tengo? Cuando lo más importante es tener a Cristo. Pero, Señor, quizá a veces, no te tengo, no me doy cuenta de lo cerca que estás de mí.”
QUIERO CONOCERTE MÁS
Dice san Pablo:
“…ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús…”
(Flp 3, 8).
Pues, es que él te conocía, Tú te revelaste de un modo particular.
“Señor, también quiero que te des a conocer. Quiero conocerte un poquito mejor cada día; cada día quiero crecer en conocimiento de Ti, porque Tú eres infinito. Mi felicidad, mi plenitud está en conocerte a Ti, en estar contigo. Todo lo considero como basura, todo.”
Es más, san Pablo dice que todo lo perdió. Efectivamente, dejó todo atrás y perdió muchísimo: su libertad, su honra, sus bienes, su vida… Perdió la cabeza, incluso, porque al final le cortaron la cabeza por la fe. Pues, desde entonces está contigo en el Cielo.
“Señor, que yo te tenga a Ti como lo más valioso.”
Finalmente, dice san Pablo en la Carta a los Gálatas:
“Con Cristo estoy crucificado: vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
(Ga 2, 19-20)
Otras palabras sublimes, palabras que me invitan a profundizar, a mirar hacia adentro. “Señor, ayúdame a mirar hacia adentro, ayúdame a mirar mi corazón, mi interior, mi alma inmensa, que ni siquiera yo mismo conozco. Tu eres el que conoce mi interior, Tú estás ahí, vivo. No vivo yo, sino que Cristo vive en mí.
Tú vives en mí, Señor. Tú vives en mi vida, yo quiero vivir también Tu vida. Quiero estar más continuamente consciente de tu cercanía. Todas las cosas que hago, Tú las haces conmigo. Todas las cosas que veo, Tú las ves conmigo. Por eso, tengo que cuidar mis ojos, mis sentimientos, mis pensamientos, mis acciones, porque Tú estás conmigo. Yo estoy unido a Ti.”
Le pedimos a Nuestra Madre, la Virgen, hoy, que celebramos la conversión del apóstol san Pablo, que nos ayude a convertirnos nuevamente a su Hijo, una y otra vez, en todas estas dimensiones.
Deja una respuesta