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P. Ricardo

5 min

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VENID Y ADOREMOS

En el contexto de la fiesta del Corpus Christi, consideramos una práctica de piedad eucarística, la visita al Santísimo Sacramento. Es una muestra de ese deseo profundo del alma de estar cerca a Dios, de ese Dios que se ha hecho hombre y se ha quedado en la Eucaristía para que nos alimentemos y le adoremos, porque desea estar siempre con nosotros, como lo hacía con sus discípulos.

LAS BIENAVENTURANZAS

Hoy, el Evangelio de la misa nos presenta aquel episodio, en el que “Tú Señor estas rodeado de un gentío, subes al monte, así como también Moisés subió al monte a recibir las tablas de la ley, los diez mandamientos, y como maestro te sientas y al alrededor los discípulos”.
Y nos cuenta san Mateo:

“…abriendo su boca, les enseñaba diciendo…”

(Mt 5, 1)

Y este evangelista nos ha trasmitido las “bienaventuranzas”. Que es otro modo también de presentarnos esa ley de Dios, que es por supuesto ley, pero no porque sea algo arbitrario, algo que de pronto Dios se sentó, un día, a escribir, sino porque es el camino hacia la felicidad, que cada uno de nosotros tenemos inscrito.

Y aquí, Jesús, nos habla de las bienaventuranzas que es como hablar de la ley de Dios en sentido positivo, ya no es “no hagas esto, no hagas esto otro”; sino en sentido positivo: “bienaventurado, bendito tú qué haces esto…, que pasas por esto…, o esto otro…”.

Y quería centrarme en este detalle que señala san Mateo, Jesús mira aquel gentío que acude a verle, que están detrás de Él. Porque quieren un milagro o simplemente quieren escuchar esas palabras que salen de su boca, es lo que dice también san Mateo:

“…y abriendo su boca les enseñaba diciendo…

“Y es que tienen hambre de Ti Señor, y no únicamente esa hambre porque han estado seguramente horas contigo, y es natural que el cuerpo sienta hambre; sino sobre todo esa hambre del alma, que ya no quiere alimentarse tan solo de ese pan. Sino también de aquellas palabras que proceden de la boca, de la boca de Dios, “de Ti Señor, que eres el verbo de Dios”. Como repetimos en esa oración tan bonita, el Ángelus: “Y el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros…”.

LA VISITA AL SANTÍSIMO

genuflexión

Y esas personas, gente sencilla, corriente, acuden a verle, y se le acercan, y le rodean; como tú y yo podemos hacer en aquel acto de piedad, aquella costumbre eucarística, tan bonita, que es la “Visita al Santísimo”.

“Quería hablar contigo Señor, de este acto de piedad hermoso, precioso, en el contexto en el que estamos  ahora, qué es en el Corpus Christi”. En muchos países lo hemos celebrado el domingo, el día de ayer.

Y la Iglesia suele extender esa fiesta del Corpus Christi por varios días. En muchos sitios, se suele tener la exposición del Santísimo en la custodia. Tal vez ahora sea un poquito más difícil por las circunstancias en las que vivimos, pero ¡ahí está!

“Extender esa gran fiesta en la que te adoramos a Ti Señor, con Tu cuerpo, Tu sangre con Tu alma, con Tu divinidad, expuesto en el Santísimo Sacramento, en la custodia”. Es algo parecido a lo que encontramos en esta escena del evangelio de san Mateo en el que la gente acude a ver al Señor. Así sucede también cuando vamos a visitar a Jesús en la Eucaristía.

A ese Dios, que no únicamente se ha hecho hombre, que esto ya algo grande, extraordinario, algo que rompe con toda lógica humana; sino que, además, como si fuera poco, se ha quedado en ese sacramento tan, tan extraordinario. Ese gran milagro, ese portento de Dios, que es la divinidad que baja por las manos del sacerdote y sé queda en esa poca forma de pan y de vino.

ALMAS DE EUCARISTÍA

Corpus Christi

Y que no solamente está allí durante la celebración de la Eucaristía, durante el momento del sacrificio incruento de Jesús, sino que permanece. Permanece bajo esas especies eucarísticas y podemos conservarle.

Pensemos también que los santos, que son esos hombres y mujeres locos de amor a Dios, han pasado horas delante del Santísimo, haciendo su oración, mirándole.

“Mirándote a Ti Señor o simplemente dejando que Tú los mires”, porque también sucede esto  en la escena que estamos comentando:

“En aquel tiempo al ver Jesús el gentío…”.

(Mt 5, 1)

Jesús nos mira… nos mira desde el Sagrario. Jesús espera que le busquemos, que estemos con Él. Es un Dios que quiere estar con nosotros: “Que sus delicias son estar con los hijos de los hombres”, como dice la Sagrada Escritura. Y en esto, el Papa Francisco nos anima a ser almas de Eucaristía.

Hace un tiempo, al Papa Francisco, ya hace unos meses, unas semanas, le llegaron, le enviaron, unas fotocopias de un libro sobre la adoración eucarística nocturna en una Iglesia de Buenos Aires. Unas fotocopias ya muy antiguas, de que data de los años 50, donde aparecía el turno que a él le tocaba, como adorador nocturno.

Por lo visto, pues, hacían esta locura de amor: de quedarse a adorar al Señor durante toda una jornada, incluso durante la noche. Y contaba él (en este contexto en el que le habían mandado la fotocopia de su turno, para adorar al Señor) decía: “cuando te tocaba el turno, el del turno anterior, te despertaba con la frase: “venit et adoremus”, venid y adoremos” y de allí ibas a la hora de adoración.

Qué bonita esta frase: “venit et adoremus”, venid y adoremos, ¡vamos! Y es lo que podemos repetir nosotros o sentir, pensar, cuando nos acercamos, cuando pasamos por una Iglesia y entramos. Y entramos a ver al Señor, al Rey de Reyes, entramos a ver a nuestro amor.

Pensemos que allí estamos Jesús y yo (aunque la Iglesia puede estar llena o según el aforo permitido), o que seamos la única persona, allí estamos Jesús y yo. Y vamos justamente a adorarle, a darle toda la gloria que se merece; y que nosotros, como criaturas, nosotros como hijos de ese Padre, que a enviado a su único hijo, vamos allí a darle el honor y la gloria que se merece.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El Papa recordaba esto con mucho cariño. Esa experiencia, esa experiencia que es de amor al Señor, que podemos tener tú y yo, cada vez que podemos acercarnos a esa Iglesia, a nuestra Parroquia; tal vez, en tu ciudad haya esas capillas de adoración.
Y a lo mejor, no podremos porque la Iglesia esté cerrada o hay algunas restricciones. Pero al divisar, tal vez, esa Iglesia, al pensar en ella durante nuestro rato de oración, pues podemos hacer esa comunión espiritual, la que tú quieras.

Yo pienso, ahora, en esa comunión espiritual que tanto le gustaba san Josemaría:

Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”.

Palabras que salen directamente del corazón, que expresan este deseo profundo del alma de recibirle.

A veces no podremos recibirle porque estamos simplemente de paso; o también si tengo la oportunidad de comulgar, pues en esos minutos, en esos metros que nos separan de la comunión, puedo repetirlas, para que nuestra alma incentive esas ganas de darle ese abrazo, de comerle, para poder tener esa vida sobrenatural.


Citas Utilizadas

2 Corintios 1, 1-7

Salmo 33

Mateo 5, 1-12

Reflexiones

«Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos».

 

 

Predicado por:

P. Ricardo

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