Hoy celebramos la fiesta de los abuelitos de Jesús: san Joaquín y santa Ana, una antigua tradición que arranca desde el siglo II atribuye estos nombres a los padres de la santísima Virgen María.
El Papa Francisco, en el año 2021, instituyó la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, que se celebra el cuarto domingo de julio, muy cerquita de la conmemoración de san Joaquín y de santa Ana; fue el pasado domingo.
Hoy celebramos esta fiesta.
Este año, la Jornada llevó como lema: En la vejez seguirán dando fruto. ¡Me encanta! Porque eso nos lanza para adelante, eso nos anima a seguir adelante, a seguir caminando.
Por eso Jesús, quiero proponerte un tema: no pensar en esta meditación qué debemos hacer por los abuelitos y por los adultos mayores, sino qué pueden hacer ellos, los que están ya en edad de merecer ser llamados con cariño: mi viejito, mi viejita y los que se van acercando poco a poco.
¿Desde cuándo se empieza a ser adulto mayor? Eso lo decide no sé si la naturaleza o cada uno… no sé.
Cada uno podemos pensar, Señor ¿yo soy joven de espíritu o yo soy viejito de espíritu? ¿Soy viejito en edad, en salud o soy joven en edad y salud? ¿Qué pueden hacer ellos? ¿Qué pueden hacer los viejitos, los adultos mayores? Los que están en edad de merecer ser llamados así por todos nosotros.
Que no nos tome por sorpresa. Que tengamos ilusión de vivir esta hermosa etapa de la vida, porque sí, es hermosa. ¿Quién no se enternece con una persona mayor, con un abuelito, con una abuelita? Que tengamos ilusión de vivir esta etapa de la vida.
Además, he pensado siempre en esto Jesús, Tú no viviste esta etapa de la vida, por eso Tú también quieres vivirla en nosotros a través de nosotros. Tú quieres vivir como un anciano, como una anciana o como un adulto mayor en nosotros a través de nuestra experiencia.
SER UN VIEJITO CHÉVERE
El Papa este año llamó a los ancianos a seguir aportando todo lo que puedan dar, porque
“las personas mayores tienen -decía- una sensibilidad especial para el cuidado, para la reflexión y el afecto”.
Qué bonito: cuidado, reflexión y afecto.
Decía el Papa:
“Les invito a ser, somos o podemos llegar a ser, protagonistas de una revolución de la ternura”.
El Papa es un adulto mayor y él es el primero que se propone vivir una revolución de la ternura. ¡Qué maravilla poder enseñar a las personas que se van haciendo mayorcitas a ser viejitos chéveres!
Señor, yo te pido para mí en este momento, si llego a la vejez (que Dios quiera, así lo quieras Tú Señor) ojalá pueda llegar a los 90, 95 años…
En muy poquitos días me voy a la JMJ y va a estar con nosotros un sacerdote joven. Yo lo voy a llamar el sacerdote más joven de la JMJ, tiene 93 años y va a ir porque se siente parte de los jóvenes.
Qué bueno llegar a esa edad siendo un viejito chévere. Sí, con un poquito de achaques, con chocheras (como decimos en Colombia), pero siempre con buen humor, con alegría. Y las viejitas bonitas, bien pintaditas, elegantes, guapas…
En este momento me acuerdo de un pasaje de la Escritura Señor, porque estamos haciendo oración:
“Quien empezó su obra en ti, no la terminará sin ti”
(Flp 1, 6).
Esto es espectacular, porque Señor, Tú empezaste en nosotros una obra y no la terminarás sin nosotros. Tenemos que poner todo el empeño en ser como Cristo hasta el final de nuestra vida, de nuestros días.
Ser como Tú Señor: alegres, optimistas, llenos de ilusión, con celo por las almas, apostólicos… tantas cosas que podríamos Señor meditar en este ratico de oración.
¿CUÁL ES MI MISIÓN?
Por eso Tú Jesús quieres que los mayores actualicen el sentido de su propia existencia, de la misión que tienen hasta el final de sus vidas.
Eso lo tienen que ir actualizando cada día: ¿Cuál es mi misión? ¿Para qué estoy en este mundo? ¿Qué espera mi familia de mí, mis amigos, mis vecinos? Y luego, que se quieran mantener siempre jóvenes en, por y para el amor. ¿
Quien ama, quien puede amar, siempre es joven. Una persona que no puede amar no tiene nada que hacer en este mundo; pero la persona que puede amar, que está para amar, puede ser siempre joven, debe ser siempre joven.
Y otros dos pasajes, otras dos citas del Evangelio que se me ocurre Señor meditar hoy y te sugiero a ti que las tengas en el corazón:
“Conviene que él crezca y que yo disminuya”
(Jn 3, 30).
Yo todavía no me estoy haciendo mayor, claro que sí cada día soy mayor, pero todavía creo que me falta mucho para llegar a la tercera edad.
“Conviene que él crezca y que yo disminuya”.
Tener la ilusión de ser muy humildes, de que el que aparezca sea Jesús.
Otra cita de la Escritura para meditar hoy a lo largo del día:
“Si no os hacéis como niños…”
(Mt 18, 3).
También y no en el sentido de que: “está bien, me voy a volver un deportista de alto rendimiento, de la élite… ¡No! Quizás ya no tengo edad para eso, quizá ya mis músculos no me responden.
No puedo subir el Tourmalet o al alto de letras, el puerto más alto y más largo del mundo que queda aquí en Colombia.
Voy perdiendo memoria, voy notando la fragilidad, pero todo eso Señor que sí me pueda servir para ser más humilde.
“Conviene que él crezca y que yo disminuya”.
El otro pasaje:
“Si no os hacéis como niños…”
Por eso Señor, ilusión de permanecer siempre jóvenes.
Cuando se habla de Ti Jesús, cuando tienes doce años, nos dice el Evangelio:
“Crecía en edad y en sabiduría”
(Lc 2, 52).
Qué bueno tener la ilusión de crecer en sabiduría.
MANTENER LA ILUSIÓN
En estos días fui testigo de un niño que viendo a su abuelito hacer arreglos sin que él estuviera por ahí dijo: “Mi abuelo sabe arreglar todo. Mi abuelo sabe todas las cosas”.
Es bonito que un abuelo tenga ilusión de arreglar cosas, de aprender cosas nuevas. Los niños los ven y se llenan de orgullo verlos que tienen ilusión, que aprenden cosas, que hacen cosas y, además, que lo hacen con alegría.
Qué bonito este niño mirando a su abuelito y viendo en él un modelo de vida para la juventud, para la niñez.
En cambio, Señor, qué pena ver a un señor o a una señora amargado, triste y errático, quieto, aburrido, perezoso… no, no.
Si conocemos un viejito chévere, una viejita chévere, hay que preguntarle: “Oiga, cuénteme su secreto; cuénteme usted qué hace para mantenerse así: alegre, joven, bien presentado”.
¿Cómo quiero ser yo de mayor? Señor, yo sí te pido ser muy chévere, un viejito súper chévere, no un viejito amargado; alegre, optimista…
Y ¿cómo conseguir eso? Porque ese es el reto: ver el lado amable de la vida siempre e imitar a Jesús e imitar también a los jóvenes.
Chévere que una persona mayor se sepa las cosas de los jóvenes. Que se sepa meter a las nuevas tecnologías, que sepa, que se interese.
Eso de la inteligencia artificial, por ejemplo, un viejito que sepa de inteligencia artificial… ¡Ave María! Tiene mucha ventaja ganada.
Señor, que lleguemos a viejitos también siendo muy piadosos. Qué maravilla ver esos viejitos piadosos, no porque no tengan que hacer nada más en el día y que se la pasen rezando el rosario, no, tienen muchas cosas para hacer, pero dedican el mejor tiempo, el mejor lugar, el momento del día para dedicárselo a su Señor.
¿Por qué no? Que vayan a misa, que recen el rosario.
ORACIÓN DE NICOLASA
Tengo muchas anécdotas. Me acuerdo de una señora a la que le llevé la comunión en un hospital, me decía: “Padre, dele gracias a Dios por mí”. ¡Imagínate qué belleza! Yo sí quiero llegar así a viejito Señor: bien piadoso, enamorado de la Eucaristía; enamorado de Ti.
Señor, que Tú nos amplíes horizontes cuando lleguemos a mayores; que nos des un corazón con ilusión, un corazón grande; no un corazón viejo, sino joven.
Vamos a acudir a nuestra Madre santa María. La Virgen tampoco llegó a ser muy mayor, pero ¿tú te imaginas a la Virgen siendo una viejita, una abuelita? ¡No qué belleza, qué ternura, qué delicadeza, qué alegría!
Quiero terminar este rato de oración Jesús dirigiéndote una oración que escuché una vez a los pies de una señora moribunda, muy viejita. Ya estaba, incluso, inconsciente y tenía en la mesa de su cama una oración. Yo fui curioso, la leí y la copié:
“Yo te ofrezco Señor la vejez de mi cuerpo, mis músculos sin fuerza que van perdiendo, mi agilidad apocada que quedó en recuerdo.
Mis ojos sin brillo, mis torpes movimientos, mis piernas tan cansadas, mis manos tan gastadas que tanto quisieron en ayudas y caricias a cuantos acudieron.
Yo te ofrezco Señor la nada de este cuerpo que fue ágil y fuerte, que fue joven y esbelto; que pasó por la vida con miedos y silencios.
Hoy, desde este lugar en el que Tú me has puesto y que sabes Señor que es mi mundo y mi tiempo, te ofrezco con amor la vejez de mi cuerpo”.