EL PRIMER MILAGRO
Nos cuenta el Evangelio de este domingo segundo del Tiempo Ordinario, que el Señor fue invitado a unas bodas, a una fiesta de bodas.
Y como recuerdas, este hecho es el espacio en el que Jesús se dio a conocer por primera vez haciendo su primer milagro.
Fue en Caná, en una población pequeña que está como a unos siete kilómetros de Nazaret, donde Jesús vivía.
Jesús fue invitado a la fiesta y también fueron con él sus apóstoles, a los que había escogido hacía poco tiempo. Y es la primera vez en que el Señor va a mostrarse en ese ambiente de una fiesta.
Aunque va como uno más, como cualquier invitado. Veremos, y ya sabemos, que el Señor en esa fiesta de bodas va a hacer su primer milagro.
Es bonito pensar que Jesús es siempre, como uno más. Es el invitado a una fiesta.
Y así de sencilla es su vida como Hijo de Dios hecho hombre. Viviendo en la Tierra hasta este momento, Jesús se ha hecho para nosotros compañero de nuestra vida y ha adquirido las costumbres y las tradiciones. Ha vivido una vida de trabajo, tiene amistades, relaciones familiares, sociales.
Y Jesús, con toda naturalidad, acude a esa fiesta de bodas. Una fiesta que, como era costumbre en aquella época, duraba mucho tiempo.
LA IMPORTANCIA DEL VINO
Las fiestas de bodas no eran como hoy, que duran un día o un poquito más, pero en aquel tiempo, a veces duraban hasta siete días; porque las personas que estaban invitadas, debían viajar distancias largas.
Por tanto, durante la fiesta que seguía a las bodas, había que preparar banquetes, comidas, cenas para los invitados que iban llegando y quizá por falta de previsión o cualquier otra causa, sabemos hubo más invitados de los esperados, o el vino que se pidió no era el suficiente.
Y entonces, en ese momento de crisis que, imagínate una boda en la que se acaba el vino, puede acabar siendo un fracaso y un momento tremendo para aquellos anfitriones que quedan mal con los invitados.
Y María sabemos, la madre de Jesús, que estaba también invitada ahí, (algunos piensan que los novios o alguno de los novios era un pariente cercano de ella) María, que está como siempre, en un segundo plano, sin protagonismo, se da cuenta que falta el vino.
Pues ella sabe que sólo Jesús puede ayudar a remediar esa necesidad y acude a Él. No le dice a Jesús lo que tiene que hacer, simplemente le dice a Jesús que no hay vino, falta el vino, hay una necesidad.
HACER LO QUE ÉL LES PIDA
Y Jesús se resiste a atender esa petición. Pero siendo una petición que viene de su madre, de nuestra madre, el Señor no le responde, sino simplemente dice ella a los sirvientes de aquella casa:
«Hagan lo que Jesús les diga».
Fue suficiente esa frase para que los que trabajaban en aquella casa se pusieran a hacer lo que Cristo les había dicho; que llenaran de agua las tinajas que estaban preparadas para la purificación de los judíos ahí en la entrada de la casa.
«Que las llenaran de agua y que llevaran el agua al encargado del banquete».
Y Jesús convirtió aquella agua, que sería como según dicen algunos, cerca de seiscientos litros de agua, y se convirtieron en el mejor vino.
Es la primera vez que Jesús hace un milagro y lo hace así.
No es solamente que Jesús quisiera sacar del apuro a unos esposos jóvenes. Jesús también quería mostrar algo muy importante.
Tú, Señor, querías decirnos qué has venido a predicarles la Buena Nueva. Una buena noticia, una noticia alegre. Y el vino es, sabemos, símbolo de la alegría, símbolo de la fraternidad, del amor, de la amistad.
Y Jesús, que ha venido al mundo para ser motivo de alegría para todos, quiso que su vida pública comenzará manifestándose en un evento de fiesta y además dándoles a aquellos esposos el mejor vino del mundo.
VIVIR CON DIFICULTADES
Hay algo muy importante que nos puede servir al meditar este pasaje tan bonito del Evangelio de san Juan es, que Jesús le da una gran importancia a la vida de cada matrimonio, a la vida de cada familia hoy y siempre, pero más en estos tiempos que estamos viviendo.
Pueden tener, como tienen tantos matrimonios y familias, tantas dificultades por la pandemia, o por lo que sea, por el desempleo, por las preocupaciones del futuro, por las angustias de lo que vendrá. Puede ser y quizá te puede pasar a ti y le pasa a mucha gente que estos días, estos meses, esta temporada, son momentos difíciles, momentos de tristeza, de inseguridad, a veces de mal humor.
Pensemos que de alguna manera, si aplicamos este pasaje a nuestra vida de familia o a la vida de otras personas, diríamos que quizá hay familias que hoy viven la mayor parte de la semana con cierta distancia entre los que viven en esa casa.
Quizá viven molestos, viven enojados, viven con resentimientos; diríamos que les falta el vino, les falta el vino de la alegría, les falta el vino del cariño.
O puede pasar en una familia que, después de tantos años, por tanta rutina, por vivir todos encerrados o por estar siempre haciendo las mismas cosas, porque falta imaginación, también falta la alegría.
LES FALTA EL VINO
Y los que ahí están, pues han perdido la capacidad de tener afecto a sus padres o a sus hijos. Y no es que no los quieran, pero se puede pensar que se ha enfriado el cariño. Uno diría: ¡les falta el vino!
O hay rutina, acostumbramiento. Y a veces pasa en los matrimonios que llevan ya algunos años o muchos años de casados, que tienen que reinventarse en su amor conyugal y encontrarle más sentido y gusto a las cosas de siempre.
Y se aburren y no se llevan mal, pero están fríos, están distantes. Les falta como novedad su cariño, les falta creatividad. Y diríamos también ¡les falta el vino!
El vino de la alegría, el vino del buen humor, el vino del amor que se va reinventando, que se va haciendo mejor con el tiempo.
Yo a veces pienso al ver a muchas familias que conozco, pues los veo siempre muy contentos, muy amables, pero luego puede ser que en su casa me imagino, no son igual en su casa, ya que están solamente ellos.
A lo mejor cada quien está metido en su pequeño mundo, en su cuarto sin hablar, sin compartir más que lo mínimo. Y aunque se llevan bien con respeto, sin embargo decimos que falta en esa familia el vino, les falta la alegría.
¡Cuántos hogares necesitan de este vino, de este vino del amor que es de alguna manera lo que Cristo celebró en aquellas bodas de aquellos novios jóvenes.
«El vino alegra el corazón de los hombres»,
dice la Sagrada Escritura.
Por tanto, Jesús, mostrando con ese milagro su presencia en aquel matrimonio que se estaba contrayendo, también de alguna manera, estaba invitando a los matrimonios a que no perdieran de vista que ellos sí están centrados en Jesucristo, si viven cerca de Cristo, deben conseguir de Cristo que, su vida de familia, sea una vida de más cariño, que sus hogares sean más luminosos y que sean más alegres.
PEDIRLE A LA VIRGEN
Que sepamos perdonar, olvidar, pasar por alto pequeñeces que siempre hay. O si hubiera resentimientos por cosas pasadas que quizá hoy estamos comenzando en estos días, un nuevo año. Pues buena manera también de rectificar y de pedir perdón y decir pues ya vamos a dejar eso atrás.
No se puede vivir en la vida cargando resentimientos o malos recuerdos. Hay que animarse y pedirle mucho a la Santísima Virgen que nos ayude y que bendiga a cada una de nuestras familias.
Que dejemos en sus manos las cosas que hoy nos preocupan, sobre todo aquellas cosas que nos han quitado la paz, que nos han quitado la alegría.
Madre nuestra, bendice a nuestra familia, bendice a todas las familias del mundo; y si ves que nos falta el vino del cariño, del amor, del buen humor, díselo a Jesús.
Dile a Jesús lo que en las familias está pasando… Jesús, en tal familia pasan momentos muy difíciles… Jesús, en esta familia hay muchos problemas… Dales el vino del optimismo.
Vamos a pedir a la Virgen, ella fue la que consiguió de Jesús el milagro de aquel matrimonio joven, que quizá nunca se enteró o se enteraron mucho después, de que en su boda hubo un milagro; y que la gente estaba muy contenta y que el vino era magnífico.
Quizá se enteraron algún día de cómo Jesús obró en su fiesta de bodas un gran milagro, un gran prodigio que tiene un gran sentido.
Esta historia comenzó, porque no tenían vino. Y una mujer, María, la madre de Jesús, nuestra madre, también atenta siempre a nuestras necesidades y preocupaciones. Ella actuó delicadamente y con discreción.
Acudamos mucho a la Virgen en este comienzo de año, para que nos ayude a rezar en familia. Que ella nos consiga del Señor a cada uno de nosotros, este ambiente de vida cristiana que se respira en este pasaje tan bonito de las bodas de Caná.
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