UN DÍA COMO HOY
Hoy día celebramos a la Virgen del Pilar, a Nuestra Señora del Pilar. También es bastante significativo que haya llegado la fe cristiana a América un 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar.
Y también, el que venía a cargo, que venía comandando eso, tenía un nombre con sabor griego: Cristóbal.
Se dice con sabor griego porque es el que lleva a Cristo, Cristóforo. Y de ahí la típica expresión teleférico, llevar lejos. Y él, con otro montón de gente, trajeron para acá la fe, trajeron a la Virgen.
Hoy le puedo dar también gracias al Señor, pedir su ayuda, porque ellos, nosotros y los que vendrán, tenemos defectos, tenemos mezquindades también.
ESE ENORME TESORO
Pero es verdad eso que dice san Pablo, “que traemos un tesoro en vasos de barro”. Y así es. Pero el hecho es que, en una fiesta de la Virgen, de la Virgen del Pilar, un día como hoy, llegó la fe a América. Le damos gracias al Señor y te damos gracias, Virgen María, por este regalo.
Hay una santa chilena, ya canonizada (habrá un montón de santas chilenas, pero ésta es la única canonizada), muy jovencita. No alcanzó a cumplir 20 años. Se llamaba Juanita Fernández, aunque claro, entró al Carmelo y ahí tomó el nombre de Teresa.
Y entonces la conocemos por Teresita de los Andes.
Teresita, de modo cariñoso, también por su juventud, en una carta que le escribe a su papá (se conservan aún muchas cartas de ella), le da ánimo y este consejo cariñoso de hija a su papá.
LAS CARTAS DE TERESITA
Le dice:
“Invóquela siempre papacito mío y, más aún, cuando su alma luche con el desaliento. Entonces dígale: María, muéstrame que eres mi madre. Invóquela cuando luche para cumplir su deber de cristiano”.
Teresita animaba un montón a su papá por carta. Era muy cariñosa con él y también lo animaba mucho a estar muy cerca del Señor, a ser muy cariñoso con la Virgen María.
Esto, de modo habitual, en otras cartas también se nota, pero en esta carta de noviembre de 1919, que aún no sé si fue cuatro o cinco meses antes de fallecer, -porque fue bastante repentino-, pero ella le anima a que la invoque siempre con este himno antiguo: Ave Maris Stella.
MUÉSTRAME QUE ERES MI MADRE
Teresita le dice a su papá:
–Dígale, María, muéstrame que eres mi madre.
Y es una oración muy bonita para hoy. Hay mucha verdad para decirle a la Virgen. Pero ahora mismo también, le podemos decir en esa oración personal que vamos haciendo, en estos 10 minutos con Jesús, con ella.
En esa oración personal le decimos: María, muéstrame que eres mi madre. Pero claro, pensando en algún tema, pensando en algo, en algún asunto en concreto, cada uno de nosotros, o quizás varios temas que tenemos en el corazón que le encargamos a ella.
María, muéstrame que eres mi madre.
Es un buen consejo de santa Teresita a su papá. En verdad es un consejo de siglos en la Iglesia. También un agradecimiento a la Virgen del Pilar, porque acompañó, sostuvo y animó durante años a san Josemaría cuando era muy joven y estaba en el seminario.
SAN JOSEMARÍA
San Josemaría iba a verla y a rezarle a la Virgen del Pilar, a esa capilla en Zaragoza, a encomendar cosas. No lo tenía fácil en esos años, era algo que tenía muy dentro. De hecho, San Josemaría le tuvo siempre un cariño grande que le inculcaron sus papás.
Y uno lo ve en su historia, cuando está en Torreciudad y él es chiquitito. También en sus años de seminario, en el paso de los Pirineos, lo primero que hacen, incluso antes de cruzar, de volver a entrar a España, es ir a Lourdes a ver a la Virgen, agradecerle.
En 1951, cuando tenía una zozobra interior, un tema que estaba difícil, san Josemaría va a Loreto a ver a la Virgen. Y en 1970, cuando viene América, va a ver a la Virgen de Guadalupe.
Fue una constante en la vida de san Josemaría, una constante que vemos en esos años de preparación del sacerdocio allí en El Pilar.
LOCUCIÓN DIVINA
Cuentan en una biografía lo siguiente:
Pasaba san Josemaría unos días en Caglio, un pueblecito cercano a Como, en el norte de Italia.
Esa mañana, después de celebrar misa y dar gracias, estaba leyendo el periódico cuando sintió que, con gran nitidez y fuerza irresistible, se imprimía en su alma una locución divina:
Adeamus cum fiducia ad thronum gloriae ut misericordiam consequamur.
Vayamos confiadamente al trono de la gloria para obtener misericordia.
(Tomado de la “Biografía de Fundador del Opus Dei”, escrita por Andrés Vásquez de Prada).
Como que el Señor le habla a Josemaría aquella mañana, -y no es en un oratorio, sino mientras lee el periódico-. El Señor le vuelve a insistir a san Josemaría: ¡Pídele a Ella! ¡Insistele a Ella!
Vayamos confiadamente al trono de la gloria para obtener misericordia, el trono de la gloria de ella. Porque tiene con ella, a Jesús sentado en su regazo.
LA VIRGEN PRESENTE EN SU VIDA
Qué buena enseñanza hoy día para nosotros, porque san Josemaría lo tenía súper claro: en Torreciudad, en El Pilar y en Guadalupe.
Esto es tan parecido a lo que Teresita le decía a su papá: Anda, la Virgen insistele. Dile: muéstrame que eres mi madre. Hoy día la oración colecta también nos puede servir para ir terminando estos minutos de oración.
FE, ESPERANZA, AMOR
En la oración colecta rezamos lo siguiente:
Dios todopoderoso y Eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos le invocan con la secular advocación del Pilar.
Concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.
Por nuestro Señor Jesucristo.
La Santísima Virgen se apareció al apóstol Santiago sobre un pilar que se conserva hoy en la Basílica de Zaragoza. Esa es la tradición. Ese pilar que habla así es elocuente como un signo tan gráfico de firmeza, de consistencia, de seguridad.
Y por eso alude esta oración colecta de la Misa de hoy: Concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza, constancia en el amor.
ANTES MORIR QUE PECAR
Le pedimos a la Virgen esto: muéstrame que eres mi madre. Confiamos en ella totalmente. La miramos con cariño. Hay una frase, también una oración como tan llena de fuerza, de decisión, de amor y de confianza en Dios: Virgen Santa del Pilar, antes morir que pecar.
Requiere mucha fe, requiere mucha confianza en Dios rezar una oración así. Pero lo hacemos con confianza. Claro que, si miramos a la Virgen y le decimos esto, pidamos que yo esté muy cerca siempre del Señor.
Ayúdame a no traicionarlo, a no ser indiferente con Él, a no olvidarme Él y a crecer en amor.