Hoy 7 de octubre, nos encomendamos especialmente a la Virgen del Rosario, protectora de los Afligidos y del mundo entero.
Empiezo esta meditación compartiéndote lo que contaba, un hombre, “Luis María Escondrillas Damborenea, poseedor de la Cruz del Mérito Naval, capitán de un buque de la Marina Mercante del tipo bulkcarrier, de 53.000 T.P.M.” Que significa tonelada de peso muerto, una especie de medición, o sea, que era un barco muy grande.
Puede que nos tome buena parte de este rato de oración, pero vale la pena.
«Durante sus largos viajes, acostumbraba a mezclarse con la tripulación. Muchos le oyeron hablar en privado de la importancia de recurrir a la Virgen en caso de necesidad, en especial con el rezo del santo rosario.
Encontrar una fuerte marejada en las inmediaciones del Cabo de Buena Esperanza no tenía nada de particular. Todos asumen que el barco navegaba fuera de peligro, aunque la agitación del mar era terrible aquella noche. Provocaba repentinos vaivenes que convertían los trabajos habituales de cubierta en arriesgadas incursiones, por lo que se redujeron al mínimo.
Hombre al Agua
Sin embargo, el temido grito de “¡hombre al agua!” sobresaltó a la tripulación: un oficial experto en su trabajo fue casi catapultado por encima de la amura de babor. El capitán le regaló un rosario días atrás, tratando de salvar su alma. Ahora se apresuraba a proteger también su vida; se pararon las máquinas e intentó que girase la nave lo más rápido posible.
El tonelaje del buque obligaba a recorrer una distancia enorme en círculo que les llevó unos veinte minutos. En vano se enfocaron al mar y gritaron durante mucho tiempo.
Nadie respondía a las llamadas que, poco a poco, se fueron apagando. Telefonearon a Ciudad del Cabo para acelerar la organización de los equipos de búsqueda. Con un dolor inmenso, Luis dio la orden de partir rumbo al puerto de esa metrópoli, en donde atracaron.
Una vez en el hotel, le transmitieron por el móvil una sorprendente noticia: Julián se recuperaba en el hospital de una fuerte hipotermia que no hacía temer por su vida. De camino a la clínica, hizo sus cálculos: no era posible llegar a nado y menos en dos horas y media. Tampoco se sostenía un rápido y fortuito rescate: él mismo vio partir a las unidades de salvamento pocos minutos antes de la asombrosa llamada. Además, estaba el frío…
Advirtiendo el entrecortado saludo de Luis y su semblante confuso, Julián guardó un interminable silencio. Su mirada, lúcida en extremo, parecía transparentar una firme decisión de mantener la más estricta reserva sobre lo ocurrido. Pero se trataba de Luis… Comenzó el relato en voz baja, sereno, rastreando el menor gesto de incredulidad.
Contó que el mar le subía violentamente hasta lo más alto para, poco después, sepultarlo entre enormes laderas de agua. Cuando vio que el buque regresaba, no dejó de gritar. Fue inútil. Los focos, en ningún momento se aproximaban a su posición, bastante alejada.
Protectora de los Afligidos
Al comprobar que se marchaban, procuró vencer el pánico. Todo quedó sumido en una profunda oscuridad. En ese instante, recordó, -nunca se había percatado- que la Virgen es protectora de los afligidos, según las letanías que Luis rezaba. Así que recurrió a Ella una y otra vez, y en la única forma que improvisaba su intuición: “…ruega por nosotros pecadores…” De repente, algo tocó su pie derecho; más tarde una de sus manos. Después detectó en la penumbra el rápido movimiento de lo que parecía una aleta dorsal que le aterrorizó.
Emergían cada vez con más frecuencia y le rodeaban nadando en círculos que se iban estrechando paulatinamente. Con alivio descubrió que no se trataba de tiburones, sino de ¡leones marinos! Buscaban el contacto con mucha insistencia. Demasiada para atribuirse a la curiosidad que despertamos en cualquier criatura. Le acariciaban y golpeaban levemente, incluso comprimían su torso. Notó que le trasladaban sin dirección fija en lo que parecía fruto del más siniestro y desconcertante juego, dadas sus circunstancias.
Por momentos, el rumbo se estabilizó, pero el ritmo de avance aumentaba de modo gradual. Era vertiginoso. Por la ansiedad acumulada, no reparó en los efectos del frío hasta pasados muchos minutos. Al principio, los temblores le dificultaban la visión. Poco más tarde perdía la consciencia durante breves intervalos. Finalmente, divisó en el horizonte los puntos luminosos de alguna ciudad. Apenas tuvo que nadar unos metros para acercarse a la arena de la playa, en donde se vio de nuevo solo, pero a salvo.
-Luis, ¿me crees? –preguntó Julián, tratando de descifrar la respuesta en los ojos del capitán, que callaba.
-Sí te creo. De otro modo, no encontraría explicación. Me parece imposible que estés aquí; más aún en tan pocos minutos. Aparte de que una caída sin equilibrio desde tanta altura debería haberte dejado inconsciente. Deberías dar gracias a Dios y a su Madre. Yo también lo haré.” (Oración mental, Francisco Crespo)
– ¡¿Impresionante no?! Pues allí tenemos el Rosario de nuestra Madre…
Buenas Coincidencias
Pero vamos al Evangelio de hoy, no el de la fiesta que celebramos:
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación».
(Lc, 11, 1-4)
Gracias Jesús. Bien sabes que lo hemos aprendido…
Pero, también sabes que todo buen hijo aprende a decir papá y mamá…
Y otra buena “coincidencia” es el Evangelio de hoy, (Lc 1,26-38) en la que aparece el arcángel San Gabriel dirigiéndose a la casa de María; entró donde ella estaba y le dijo: -Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo.
“Aprendimos el Padrenuestro de tus labios Jesús, y así le añadimos el Avemaría.”
Y fuimos formando grupitos de Avemarías entorno a los Padrenuestros. Grupos de 10… Y para no perder las cuentas nos inventamos una especie de cordel con nudos… a los fabricantes les llamaban los paternostreros…
– ¡Que gusto les daba rezar, que gusto nos da rezarlas!
Cada grupo de 10… era una corona. Una corona de rosas.
Que era el regalo que se daban los enamorados. Rosenkranz, en alemán. De donde viene el nombre de Rosario…
¡Quien no se enamora de tu Madre Jesús!
De la Virgen del Rosario a la que celebramos hoy. Que es, por cierto, Reina Madre y Patrona de Guatemala y alcaldesa perpetua de la ciudad capital.
La queremos y el Rosario lo rezamos como podemos… como este Julián. protectora de los afligidos, ruega por nosotros pecadores…
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