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PLAN DE VIDA: VISITA AL SANTÍSIMO

Santísimo

El Evangelio del día de hoy, es uno de los que más me gusta.  Lo recoge San Lucas y comienza de una forma un poco distinta:

“En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él”

(se ve que este fariseo tenía ganas de tener una atención con el Señor, quería comer con Él, por eso rogaba a Jesús, le suplicaba.  Estaba como molestándole hasta que le conceda esto de ir a comer con él y Jesús accede).

Continúa el Evangelio,

“entrando en casa del fariseo se recostó a la mesa”

(como era la costumbre, alrededor de la mesa estaban unos divanes y Jesús se recuesta en uno de los divanes junto con los otros invitados principales).  Después de esto… ¡expectación!

“Una mujer en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y colocándose detrás, junto a sus pies, llorando se puso a regarle los pies con las lágrimas.  Se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume”.

EL AMOR A JESÚS

El momento habrá sido de una expectación muy alta.  Esta mujer no habrá tenido, digamos, permiso para entrar directamente en esa casa; sin embargo, logra colarse con su frasco de alabastro y hacer este servicio impresionante a Jesús.

Tanto es el amor que tiene por el Maestro, que se lanza a sus pies.  No le importa cómo le queden viendo los demás o qué es lo que vayan a pensar.  De hecho, continúa el Evangelio:

“Al ver esto el fariseo que había invitado, el dueño de casa se dijo: Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora”.

Y Jesucristo ve los corazones y ve el corazón del fariseo que se está llenando como de suspicacia.  Inmediatamente le dice:

“Simón»

(el fariseo se llamaba Simón)

“tengo algo que decirte.  Un prestamista tenía dos deudores.  Uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta.  Como los dos no tenían con qué pagar les perdonó a los dos.  ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?

Y respondió Simón

(porque era un hombre justo),

supongo aquel a quien más le perdonó.  Le dijo Jesús: has juzgado rectamente.  Y volviéndose a la mujer le dijo a Simón:

¿Ves esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies.  Ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos.  Tú no me diste el beso de la paz.  Ella, en cambio, desde que entré no ha dejado de besarme los pies.  Tú no me ungiste la cabeza con ungüento.

(como era la costumbre entre los judíos importantes)

ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume.

Sus muchos pecados han quedado perdonados porque ha amado mucho.  Pero al que poco se le perdona, ama poco.  Y a ella le dijo: Han quedado perdonados tus pecados.  Y los demás convidados empezaron a decir entre ellos: ¿Quién es este que hasta perdona pecados?

Pero Él le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz”.

(Lc 7, 36-50)

Y se va esta mujer contenta, porque el corazón le había dado un vuelco; porque había demostrado su amor, porque se sabía pecadora, íntimamente pecadora.  Por eso, las lágrimas en los pies de Cristo.

VISITA AL SANTÍSIMO

Y me parecía que esto puede ser un bonito punto para empezar a hablar contigo Jesús, porque a mí me gustaría replicar también lo que hace primero el fariseo Simón: Te invita a su casa.  “Yo, Jesús, quisiera invitarte constantemente a mi casa”.  Pero ya a la hora de escoger personajes, yo creo que todos nos identificamos más con la pecadora, en el sentido de que tiene un cariño especial a Jesús.

Va a donde Él está, se acerca furtivamente -por así decir- para entrar, colarse en la casa y alabar a Dios.  Y a mí ya me parecía que puede ser un bonito ejemplo de lo que sí podemos hacer todos los días tú y yo.

Estábamos hablando en la última meditación, de la semana pasada que pude predicar yo, sobre el plan de vida.  Hoy quisiera hablar sobre la visita al Santísimo, que es una de las normas o prácticas de piedad del plan de vida: visitar al Santísimo Sacramento.

Fíjate qué detalle más bonito es replicar la historia de la pecadora arrepentida: es irse a colar en una Iglesia para visitar brevemente a nuestro Señor que está ahí, para decirle que somos pecadores.  Es un requiebro de amor; es la manifestación concreta de nuestro cariño.

FORMAS DE DEMOSTRAR AMOR

Estaba buscando en internet (una búsqueda tonta) formas de demostrar amor sin hablar y me aparecieron varias opciones.  Una decía: escuchar, abrazos y besos, hacer que la vida de esa persona sea más fácil; una sorpresa si se puede; y la última, es visitar.

Si quieres demostrar tu amor, hace falta poner por obra cosas y, efectivamente, estas son estupendas recomendaciones: escuchar a Dios, abrazos y besos, hacer su vida más fácil, una sorpresa o visitarle.

Visitarle, este es un pequeño punto, no es tan complicado (algunas personas sí lo tendrán: los enfermos o las personas muy mayores) pero puedes empezar a rascar dentro de tu horario, capaz puedes sacar eso en tu camino a la oficina, hacer un pequeño parón, bajarte del carro o salir de tu oficina un poquito antes y pasar visitando a Jesús.

¿QUÉ LE PUEDO DECIR A JESÚS?

Y ¿qué haces? Pues te arrodillas en la Iglesia y le dices eso, que le quieres.  La costumbre habla también de rezar tres estaciones: un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria tres veces.  Es una estación y una comunión espiritual al final y después te vas tan contento escuchando esas mismas palabras de Jesús a la pecadora:

“Tus pecados te son perdonados”.

Sabemos que para que nuestros pecados se perdonen tenemos que acudir a la confesión, pero ese amor de Jesús por esa pecadora se replicará en nuestra vida y el Señor estará contento de ese esfuerzo que hacemos por demostrarle nuestro amor.

«Cuando se aman las cosas no cuestan y, si cuestan, las hacemos porque amamos». 

Esta frase que se piensa que es de san Agustín, me parece que nos puede ayudar bastante para entender la necesidad de hacer este pequeño parón en el día para ir a visitar a Jesús.

Trabájalo, busca ¿cómo puedes hacer? ¿Qué es lo que te puede venir mejor? Lo importante es tener en el corazón esa necesidad de la presencia de Cristo.  Esas devociones eucarísticas que nos ayudan a estar muy como encendidos.

AMOR POR LA EUCARISTÍA

“Señor Jesús, Tú que nos escuchas ahora en este rato de oración, Te pedimos que nos ayudes a tener mayor amor por la Eucaristía.  Que sepamos desvivirnos por Tu presencia entre nosotros.  Danos este mismo amor de la mujer pecadora que Te buscó en la casa del fariseo, ¡donde sea! Se fue a meter, porque quería estar contigo; nosotros también queremos estar contigo”.

Acudimos también a nuestra Madre la Virgen, ella es la mujer eucarística por excelencia.  ¿Cuántas veces habrá podido asistir a misa cuando la celebraban los apóstoles? Y, además, recibir a Cristo en la Eucaristía y le habrá dado gracias y habrá recordado -seguramente- esos momentos en los que le llevó en su vientre cuando apenas tenía 15-16 años.

Pues a ti Madre, también te pedimos que nos ayudes a ser más eucarísticos, que sepamos buscar en nuestro día un momento para visitar a tu Hijo, que está presente verdaderamente en todos los Sagrarios.

Les hemos dejado también un pequeño video explicando el plan de vida, (en esta serie el plan de vida) lo que es la visita al Santísimo.  Esperamos que a todos les pueda ser de utilidad.

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