Icono del sitio Hablar con Jesús

VISITA OBLIGADA

Herodes, visita obligada

Una de las visitas obligadas cuando uno va a Roma, es visitar alguna catacumba. Está lleno de dependencias, es inmensa, y seguramente también te preguntarás: ¿Por qué están ahí?
Efectivamente, eran cementerios de los primeros cristianos. Ellos que derramaron su sangre por nosotros, ellos que derramaron su sangre por Cristo.

RECORDANDO LA VIDA ETERNA

Ahí, de hecho, en las paredes hay algunos dibujos que decoran las escenas, está todo excavado en roca.
Los primeros cristianos dejaban algunas imágenes recordando a la resurrección, recordando la vida eterna, dejaban a unos animales, a unos elementos vegetales, que simbolizan un poco las bienaventuranzas del paraíso y la unión con Dios.
Pero ahora la muerte intenta como “camuflarse”. Los cementerios se convirtieron en un poco de praderas, parecen canchas de fútbol, apenas unas placas y ni siquiera a veces la cruz, ¿Qué sentido tiene la muerte para un cristiano, si no está la cruz?


Nosotros confesamos la muerte de Cristo y confesamos su resurrección, por eso la muerte es el mayor sinsentido de la historia, si no está Cristo.
Nuestros antepasados coronaban las tumbas con la cruz, los primeros cristianos ahí en las catacumbas dejaban también, de otras maneras, para no ser asesinados, de cómo la vida eterna estaba en juego.
“La muerte es una visita obligada”, ¡Todos vamos a morir! Cuando vamos a algún lugar, de hecho, no nos quedamos en la puerta, buscamos atravesar buscamos, ir hasta el fondo y pasa lo mismo con la muerte.
Hace poco celebramos la fiesta de todos los santos, y ahora queremos también festejar o celebrar y recordar a aquellos difuntos que todavía no han llegado al Cielo, o todos aquellos que ya están en el Cielo, o los que han quedado en el infierno.
Decía el Papa Francisco:

«¡Nacimos para no morir nunca más, nacimos para disfrutar de la felicidad de Dios!»

El Señor nos ha dado la vida, es un don maravilloso, y nosotros queremos gastar nuestra vida al servicio de Dios, queremos ir al Cielo, y por eso sabemos que la muerte es cuando se acaba el tiempo de merecer.

LA MUERTE VENDRÁ

Decía san Gregorio Magno:

“No podemos ignorar que vendrá la muerte y que después de la muerte ya no podemos obrar, resta que aprovechemos con afán el tiempo que se nos concede.”

El Papa Francisco acaba de escribir esta encíclica, la “Dilexit nos”, la cuarta encíclica después de la Porta fidei, después de la “Laudato si”, después también de la “Fratelli tutti”.
¿Qué significa Dilexit nos? Significa: Nos amó. Son palabras de san Pablo. Efectivamente, Jesús nos amó hasta el final, nos amó hasta su muerte y muerte de cruz.
El evangelio seleccionado para esta fiesta o este recordatorio de los difuntos, nos habla de un diálogo de Jesús con sus Apóstoles, cuando ya están en la última cena.
Están con incertidumbres, tienen un poco de miedo, la muerte a todos nos da un poco de miedo y de hecho el Maestro quiere mostrar un poco más allá.
Se viene la muerte, van a pasar un momento difícil, pero sabe que ese camino es necesario, y Jesús les dice:

“Yo soy la verdad, sígame, yo les voy a preparar una casa en el Cielo.”

Jesús es la vida, no solamente es la verdad, sino que es la vida y el camino. ¿Vos, te animás a recorrer ese camino?
Un camino que termina con la muerte necesariamente, porque Cristo es nuestra esperanza, Cristo nos tiene preparado un lugar en el Cielo.
Y el pasaje evangélico lo dice muy claro:

«No se turbe vuestro corazón. Crean en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se lo habría dicho; porque voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes. (Jn, 14, 1-3)

¡DIOS NOS AMÓ!

Hizo un canto a la esperanza, porque efectivamente la misericordia de Dios es muy magnánima.
Esta encíclica del Papa, “Dilexit nos”, viene un poco a decirnos lo mismo: ¡Dios nos amó! Y nos amó tanto que nos quiere en el Cielo, nos quiere amar para siempre.
Así como los primeros cristianos creían en la vida eterna y creían en ese amor, también nosotros estamos llamados a “no morir nunca más”.
Estamos llamados a disfrutar la vida con Jesús acá en la tierra, para disfrutarlo también en el Cielo.
En ocasiones los apóstoles no entendían con profundidad lo que decía el Señor y Jesús se los vuelve a decir en el evangelio de hoy “Yo soy el camino”. Y le pregunta Tomás:

«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
(Jn 14, 5)

Pero Jesús se los dice muy claro:

“Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»”

(Jn 14, 6).

Ser la verdad y la vida es lo propio del Hijo de Dios, Jesús lleno de gracia y de verdad, nos muestra el camino.
¿Cómo conducirnos? Conducirnos según el obrar de Cristo. En la muerte Dios llama al hombre así, nos llama para encontrarnos, nos llama para acompañarlo, nos llama para estar con Él.
Dice el Papa Francisco:

Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro.

QUE NOS ENCUENTRE PREPARADOS

A esa meta que Dios ha pensado para cada uno, una visita obligada: “la muerte”.
Continuaba el Papa:

Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados. Y no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino “cómo” debemos comportarnos, hoy, en su espera.

Cómo debemos comportarnos también en la vida cristiana y decía el Papa y cerraba en esta homilía del año 2016:

Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya cercano,

¿Por qué? Porque sé que Dios nos amó y la victoria de Cristo sobre la muerte viene muy clara en la resurrección de Jesús.
Morimos en Cristo, que ha vencido la muerte, que nos ha abierto la perspectiva de la vida eterna.
En la profesión de la fe de nuestro Credo sabemos que hay una resurrección, se trata de una verdad de Fe, que no es para nada sencilla, no es para nada obvia, pero todos tendremos que pasar por ahí.

REZAR POR LOS FIELES DIFUNTOS

Fíjate en la Iglesia como madre, también conmemora los fieles difuntos y reza especialmente por aquellos que están en el purgatorio.
Es más, en este día de hoy se pueden ganar indulgencias plenarias, para esos difuntos.
También en este mes de noviembre podemos hacer un esfuerzo para rezar especialmente por los fieles difuntos, para que entren en el gozo del Señor.

Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios

(Catecismo de la Iglesia Católica, 1054).

La Iglesia consciente de todo esto, anima a los cristianos a que recemos por la Iglesia purgante porque el purgatorio no es un infierno temporal y atenuado, sino la antesala del Cielo.


¡Porque nacimos para no morir nunca más! Y con ese amor encendido en el purgatorio, aunque todavía no ha sido perfecto.
Las benditas almas del purgatorio ya quieren entrar a orar la santidad de Dios, quieren esa purificación porque les permitirá ver a Dios, ese es el máximo deseo de su corazón.

EL TIEMPO ES PRECIOSO

Cómo nosotros también rezamos por los fieles difuntos y cómo rezamos también por aquellos que están en el purgatorio.
Por eso: “el tiempo es precioso”. El tiempo pasa y debemos emplearlo bien, ¿Cómo aprovechas el tiempo?
De tres maneras podemos aprovecharlo: lo futuro viene a nosotros con paso lento, lo presente se nos escapa volando como una flecha -decía un autor- y lo pasado está eternamente quieto.
Nosotros, ¿aprovechamos el futuro, el presente y el pasado para vivir cara a Dios?
Decía san Josemaría:

Después y mañana son dos palabras molestas, síntomas de pesimismo y de derrota y con otra más, que es: imposible. Hay que borrarlas de nuestro diccionario.

¡Hoy y ahora! ¿Hoy voy a aprovechar el tiempo para vivir cara a Dios? ¿Ahora, puedo vivir con el Señor? Convirtamos todos nuestros momentos para vivir y amar a Dios.
Él nos amó primero y no queremos llegar a la muerte sin aceptar también el momento presente.
Hay que procurar vencer las dificultades hasta la última batallamos, y cuantas más miserias tengamos, más todavía.
Tenemos que comenzar y recomenzar, siempre los comienzos, son los mismos afanes de cuando éramos pequeños, ¡pero siempre con el Señor!

NACIMOS PARA NO MORIR NUNCA MÁS

Terminamos con una consideración de san Alfonso María de Ligorio, que cuenta que la Virgen María para algunos había muerto, otros piensan que efectivamente se durmió en el Señor y fue elevada al Cielo.
Pero su muerte fue muy distinta de la nuestra, decía:

“Tres cosas principalmente hacen a la muerte triste y desconsoladora: el apego a las cosas de la tierra, el remordimiento de los pecados cometidos y la incertidumbre de la salvación. Pero la muerte de María no sólo estuvo exenta de estas amarguras, sino que fue acompañada de tres señaladísimos favores, que la trocaron en agradable y consoladora. Murió desprendida, como siempre había vivido, de los bienes de la tierra; murió con envidiable paz de conciencia; murió, finalmente, con la esperanza cierta de alcanzar la gloria eterna”.

Vamos a pedirle a nuestra madre, que también, así como sonó la alarma, nos prepare para ese momento final, esa visita obligada de la muerte, porque nacimos para no morir nunca más, ¡nacimos para disfrutar de la felicidad de Dios!

Salir de la versión móvil