Icono del sitio Hablar con Jesús

VIVE DE LO QUE REZA Y REZA DE LO QUE VIVE

Tener Fe

No hay muchos pasajes del Evangelio en los que, te vemos Jesús, separado de tus apóstoles. Desde que los llamaste, al contrario, siempre te acompañan, siempre están con Vos.

Sin embargo, hoy el Evangelio de la misa, nos cuenta que volvieron a reunirse con Jesús. Porqué, efectivamente, según había dicho un poco antes, san Marcos, los habías enviado de dos en dos, sin dos túnicas, a que se quedaran ahí donde los recibieran…

Ahora vuelven. Imagino yo, había pasado unos días, quizá algunas semanas de esa misión; y vuelven entusiasmados, se ve, me hago yo esa idea, queriendo contarte todo lo que vivieron. Así lo dice, hoy en el evangelio:

“(…) volvieron y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

(Mc 6, 30).

En algún lugar se nos dice también que, hasta los demonios se les sometían y que estaban ellos mismos impresionados del poder que habían recibido. Todo eso, qué bueno, y al volver sería una alegría volver a encontrarte, Jesús, te habían extrañado, seguramente.

Cuando vivían esas aventuras apostólicas, pensaban en Vos, Jesús: si estuviera acá Jesús… Se lo voy a contar al Maestro cuando lo pueda ver… Y efectivamente, eso es lo que hacen.

Aunque el Evangelio dice que le contaron todo, pienso que no están así, en el sentido que a continuación nos sigue relatando que Jesús, les dijo:

“Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.”

(Mc 6, 31).

Queres, Señor, tener esas charlas con ellos solos, más tranquilo. Los ves que no tienen tiempo ni para comer y había sido ajetreado, duro esa misión de la que volvían y querés que descansen un poco.

EL SEÑOR CUIDA DE NOSOTROS

Qué lindo verte, Señor, cuidando de los tuyos. Te preocupas porque descansen un poco, que vayan a un lugar tranquilo. Qué bueno es ver, Señor, que quieras buscar esos momentos de más intimidad con los doce.

Digo que es muy bueno, porque también podemos pensar -y pienso que no nos equivocamos- que lo mismo querés hacer con nosotros: -Vení un poco, vamos a estar más tranquilos. Vamos a un lugar desierto, porque estás… y no tenés tiempo ni para comer. Quizá tiempo para comer lo encontramos, pero es verdad que andamos a las corridas.

Nos podemos preguntar si acudimos a esa invitación Tuya, Jesús: -Haber cortá un poco, vamos al desierto, vamos al lugar de la oración, vení a contarme a mí un poco todas tus aventuras. Vení a contarme lo que hiciste, lo que te preocupa, las personas que tratas, hablame de ellas y contame, ¿cuáles son tus ilusiones?

Me acordaba, al preparar este rato de oración, las palabras que están en una biografía sobre san Josemaría; la autora decía que: “Él vive de lo que reza y reza de lo que vive”.

San Josemaría vivía de lo que le rezaba y rezaba lo que vivía. Como que la oración era el alimento, el combustible para su vida, lo que le daba sentido, lo inspiraba, lo que lo movía.

¿Y cuál era su oración? Su oración era hablar de lo que le pasaba, de las personas, de las situaciones, de la vida.

Nos podemos preguntar y ¿yo, Señor, mi vida pasa por mi oración? ¿Te cuento las cosas que tengo en el corazón? O no, porque no sé… Puede ser que me falte un poco de fe, para hablarte con la confianza que vos me escuchas.

HACER ORACIÓN

Queres que te cuente, aunque ya sabes todo, todo lo mío. Queres que te lo comparta, que te lo diga yo… Pero a mí me falta esa fe y me siento que hablo solo… Entonces me corto un poco y no, no me sale ese tipo de oración. Quizá no le comparto todo eso a Jesús.

Me falta tener un poco de esperanza de que esa oración me cambia y dará fruto y que vale la pena. No es lo mismo rezar o no rezar, porque ahí sé que se va a ir cuajando mi relación con vos, Señor, que vas a poder ir diciéndome cosas.

Voy a poder tomar decisiones con Vos, agradecerte y poner delante tantas intenciones, preocupaciones… A veces, te voy a pedirte perdón y esperanza. Efectivamente, no esperamos tanto de la oración, no tenemos esa meta ahí asequible de hacer una relación con Vos, Jesús, a través de este trato. Y sin esa fe y sin esa esperanza, ¿cómo va a crecer el amor? ¿Cómo nos vamos a hacer más amigos Jesús? Cómo vas a ser mi mejor amigo, si no te hablo, si no puedo escucharte.

Por eso, que bueno -y no será una sola vez- que lo haremos muchas veces: proponernos hacer el espacio para conversar con Vos, Señor; para irnos nosotros solos a un lugar apartado y que nos puedas cuidar.

JESÚS NOS ENSEÑA MUCHAS COSAS

A continuación, lo que el Evangelio nos dice es que no se dio ese momento. Se fueron, efectivamente, a buscar aquel lugar desierto. Me imagino, los apóstoles estarían felices por poder descansar, estar otra vez con Vos, Señor, de tenerte para ellos solos.

Pero también la multitud se dio cuenta hacia dónde iba y lo siguieron. También a vos, Señor, te cambian los planes, porque al ver esa multitud que estaba como ovejas que no tienen pastor, te compadeciste de ellos y les empezaste a enseñar muchas cosas.

También es otra muestra más de cómo, Señor, no te es indiferente lo que nos pasa. No te era indiferente ver esa gente que andaba como ovejas que no tienen pastor. Muchas veces seremos nosotros esa oveja que anda así, medio descarriada.

Y vos seguro que estás buscando enseñarnos muchas cosas, buscando el momento para confortarnos un poco, para darnos luces, para guiarnos.

Ojalá nos dejemos guiar. Qué el día que nos muramos hayamos pasado muchísimas horas dedicadas a estar con Vos, a escucharte a Vos. Por supuesto, un poquito cada día. Que no nos falte ese alimento de la oración y vivamos también nosotros de la oración y que hagamos oración de lo que vivimos.

Salir de la versión móvil