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Y EL NOMBRE DE LA VIRGEN ERA MARIA

MARÍA

Hoy vamos a felicitar a la Virgen en su fiesta. Hoy es una fiesta de la Virgen muy bonita, “el Dulce nombre de María”.  Felicitaciones a todas las Marías, ¡Felicitaciones! porque hoy es su onomástico, hoy es su santo, hoy se celebra el nombre de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

Y te sugiero que rápidamente recordemos tres pasajes del Evangelio que nos permiten mirar a la Virgen como quien es: Nuestra Madre.

Rápido y después ya consideramos algo del nombre de la Virgen.

El primero de esos pasajes, es la Visita a su prima santa Isabel, nos lo cuenta san Lucas.  De hecho, el Papa escogió ese lema para la última JMJ en Lisboa;

“María se levantó y partió sin demora”

(Lc 1, 39).

Ese es el lema de la JMJ, que hace referencia a ese momento y escribe san Lucas que la Virgen partió hacia la montaña, porque estaba llena de gozo y partió sin demora.

Llena de gozo y sin demora van juntos, se sentía impulsada la Virgen por el deseo de cumplir un deber de piedad y anhelaba prestar sus servicios a su prima.

Presurosa, por eso se va inmediatamente, sin demora y así se comprende también la intensidad de su alegría, la alegría por servir.  Esa es nuestra Madre y ese es el nombre que todos hoy celebramos y veneramos.

LA AUTORREVELACIÓN EN LAS BODAS DE CANÁ

El segundo pasaje es el de las Bodas de Caná y lo conocemos de memoria.  ¡Qué maravilla! Mirar a la Virgen en ese pasaje como una mujer benigna, buena, llena de solicitud materna, de esos detalles que solamente se dan cuenta las mamás, detalles de amor.

Cómo percibe esa necesidad que tienen en esa boda, una necesidad que no es de ella, una necesidad ajena.  Pero para eso están las madres, para ayudar.

Y ¿qué hace la Virgen? algo muy importante y es que les dice:

“Hagan lo que Él les diga”

(Jn 2, 5).

Hagan lo que Jesús les indique, pone a sus hijos delante de Jesús.  María, como Madre, siempre nos quiere poner delante.<

Y el tercer pasaje que he escogido para esta meditación, es cuando Tú nos entregas a tu Madre como Madre nuestra.

En todas las épocas, todos nosotros los cristianos hemos acogido con gratitud, ese testamento tuyo Señor, el momento en el que nos entregaste a María como Madre nuestra:

“He ahí a tu Madre, he ahí a tu hijo”

(Jn 19, 26).

EN ELLA ENCONTRAMOS LA SEGURIDAD

Y por eso siempre en ella encontramos la seguridad, una esperanza llena de confianza, que nos llena también el alma y el corazón de gozo.

Esa es la fe, por eso para los que creemos, nunca estaremos solos, nunca podremos sentirnos solos.

Siempre, siempre, siempre sabemos que tenemos ahí a Nuestra Madre, María. Hoy estamos celebrando su nombre.

Leí un escrito de una religiosa que se llamaba sor María Jesús de Ágreda, escribe en un libro que se llama “Mística Ciudad de Dios” y ahí describe la escena en la cual la Santísima Trinidad determina dar a la «Niña Reina» un nombre.  Dice que los ángeles oyeron la voz del Padre Eterno que anunciaba;

“María se ha de llamar nuestra electa y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico. Los que la invoquen con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que la estimen y pronuncien con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con qué enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna”.

¡Qué bonito pensar en ese momento!  Lógicamente esto es producto de la imaginación, pero también es ¿qué nombre le ponemos a la Reina? ¿Qué nombre le ponemos a la Virgen?

Como ese cuento tan bonito de: “El Belén que puso Dios” de Enrique Monasterio, él dice en ese libro que en lo primero que pensó Dios fue en el Pesebre.

Y cuenta cuando piensa en la Madre, cuando piensa en ella, dice que ensaya todas las sonrisas, que ensaya todas las voces; ¡Es precioso ese libro! alguna vez lo he comentado en alguna meditación.

CÓMO ESCOGIÓ DIOS EL NOMBRE

Bueno Señor, bonito también imaginarse cómo escogiste ese nombre y cómo las madres y los padres escogen el nombre para sus hijos. Así tendrías Tú también que escoger el nombre para la Virgen, para María.

Te pido Jesús que todos, hoy contigo, bendigamos el nombre de María, María, María. Eso lo decimos en antífona de entrada hoy en la misa.

Qué pena que no haga referencia al Evangelio de la misa de hoy, que es precisamente esa escena donde María escucha el saludo de su prima,

«Bendita tú entre las mujeres y bendito el Fruto de tu vientre»

(Lc 1, 42).

Pero sí hago referencia a la antífona de entrada de la misa de hoy en la que decimos:

«El Señor Dios Altísimo te ha bendecido Virgen María, entre todas las mujeres de la tierra, porque ha sido glorificado tu nombre de tal modo que tu alabanza está siempre en la boca de todos».

Hoy cuando pronunciemos ese nombre, que le demos ese tono de alabanza: “María, María” cuando alabamos ese nombre, alabamos a Dios en definitiva, alabamos al Padre de la Virgen, alabamos a Jesús, que es el Hijo de la Virgen  y alabamos al Espíritu Santo, que es el esposo de María.

¡Qué maravilla hoy recordar que tenemos una Madre cercana a la que podemos llamar siempre, siempre con la certeza de ser escuchados!

Ese nombre llega directo al corazón de Dios y cuando lo pronunciamos inmediatamente la Virgen se pone a nuestra disposición.

EL DULCE NOMBRE DE MARÍA

Nuestra fe y esperanza siempre se encienden cuando pronunciamos el nombre de María, es algo que es misterioso, pero es así, cuando acudimos a su nombre se enciende la esperanza, se enciende la fe. No es difícil dirigirse a ella, basta que la llamemos como quien es, nuestra Madre con la naturalidad de unos hijos necesitados.

¿Qué hace una niña o un niño pequeño cuando se despierta en la noche? Mamá, mamá, mamá… llama a su madre.

Pues que nosotros acudamos a María.

Te leo unas palabras que decía San Josemaría:

“… La relación de cada uno de nosotros con nuestra propia madre, puede servirnos de modelo y de pauta para nuestro trato con la Señora del Dulce Nombre, María, 

Hemos de amar a Dios con el mismo corazón con el que queremos a nuestros padres, a nuestros hermanos, a los otros miembros de nuestra familia, a nuestros amigos y amigas: no tenemos otro corazón.  Y con ese mismo corazón hemos de tratar a María”

(San Josemaría, Es Cristo que Pasa, no. 142).

Como estamos celebrando su dulce nombre, el nombre de María, pues claro ese nombre no fue escogido al azar, ese nombre fue traído del Cielo.

¿Qué significa el nombre de María en ciriaco? Señora, princesa, pero la tradición occidental entiende el nombre de María, la traducción del arameo, como «estrella del mar», eso significa el nombre de María, (quizá no lo sabías o sí).

HOMILIA DE SAN BERNARDO ABAD

Me propuse hoy Jesús, no pasarme de 10 minutos, entonces quiero terminar con unas palabras de san Bernardo Abad, que se dirigen directamente a ese nombre: Estrella del Mar.

«Tú que piensas estar en el flujo de este mundo entre tormentas y tempestades en lugar de caminar sobre tierra firme, no apartes los ojos del brillo de esta estrella, si no quieres naufragar en las tormentas.  Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te precipitas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María.

Si eres zarandeado por las olas de la soberbia o de la ambición o del robo o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.  Si la ira o la avaricia o los halagos de la carne acuden a la navecilla de tu mente, mira a María.

Si, turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser tragado por el abismo de la tristeza, por el precipicio de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.  No la apartes de tu boca, no la apartes de tu corazón y, para conseguir la ayuda de su oración, no te separes del ejemplo de su vida.  Si la sigues, no te extraviarás; si la suplicas, no te desesperarás; si piensas en ella, no te equivocarás;

(Homilía 2, San Bernardo Abad).

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