Icono del sitio Hablar con Jesús

Y EL VERBO SE HIZO CARNE

El verbo se hizo carne

Estamos a muy poquitos días de la Navidad.  Hoy día, aquí es domingo, día del Señor.  San Juan Pablo II escribió aquel documento, el Dies Domini, el día del Señor, hablando sobre el domingo, santificar el domingo, acercarnos al Señor.  Y decía: “es que el domingo es el día del Señor”.

Estando tan cerquita de Navidad, que estamos preparándonos, quizá viviendo esta novena al Niño, mirando a la Navidad, mirando hacia el pesebre, a la Virgen, a San José, especialmente hoy que es domingo, día del Señor, pidámosle, (ahora que estamos rezando, no sólo escuchando o no sólo -en mi caso- hablando, sino en verdad rezando, dirigiéndonos al Señor), “oye Señor, yo hoy, que es el día del Señor, ayúdame a que sea el día del Señor para mí, pero que sea como un recomenzar para que no sólo sea el día del Señor, sino que, a partir de hoy o con la fuerza de hoy, que sea toda mi vida una vida para el Señor”.

En lo que tan distintas personas que estamos en 10 minutos con Jesús, desarrollamos nuestra biografía, nuestra vida: padres de familia, personas casadas, célibes, viudos, solteros, sacerdotes, laicos, hombres, mujeres, jóvenes, viejos, de muy del norte, de aquí del sur, para el este, para el oeste… todos le podemos decir eso, todos queremos vivir esto a fondo.  “Señor, que hoy sea para mí, para todos los de 10 minutos con Jesús, el día del Señor.  Que mi vida, que nuestras vidas, sean vidas para Ti, vidas para el Señor”.

LA ETERNIDAD

Ahora que estamos en Adviento, a poquitos días de la Navidad, este deseo ojalá se encienda más.  Decirle: “Señor, te estoy esperando, estoy esperando no sólo esta Navidad encontrarte, abrazarte… sino que estoy esperando para encontrarte, para abrazarte en ese instante precioso que va a ser la eternidad, que parece como la eternidad un instante y es que así lo vamos a experimentar: como un instante pleno, precioso, inmenso, felicísimo con el Señor; un abrazo, una alegría, un celebrar, un estar a todo pulmón (por decirlo así), como si fuera un instante.  Sin cansancio, sin monotonía de ningún tipo, en ningún aspecto.

La eternidad va a ser como un segundo porque, “contigo Señor, qué bien lo pasamos, qué bien estamos”, “Señor, estoy esperando la Navidad, estoy esperándote, estoy esperando el Cielo, estoy esperándote.  Señor quiero que hoy sea el día del Señor, quiero que mi vida entera sea una vida contigo, una vida aquí, una misma vida que se proyecta, que se desvela, que se realiza plenamente en la eternidad”.

FELICITACIÓN NAVIDEÑA DEL PRELADO

Hace un par de días, leía unas palabras que me encantaron, que aparecieron en la página web del Opus Dei, una felicitación de Navidad del Prelado (del Padre, le llamamos en la obra), en un momento da un consejo tan bueno, de pedir al Señor, de buscarlo.  Decía él:

“Tener un corazón libre, desprendido de las cosas de esta tierra, que sabe descubrir lo verdaderamente importante”.

(Felicitación navideña del Prelado 2020)       

Ahora yo se lo pido al Señor, quizás tú también se lo puedes pedir ahora rezando: “Señor, yo quiero tener un corazón así, no es que no me interesen las cosas de la tierra, no es que las desprecie, no es que las rechace, son obras tuyas Señor y vaya que te quedaron bien.  Gracias por ellas, son fantásticas, pero mi corazón, mi vida, para Ti Señor”.

Por eso, tanta razón en estas palabras de Monseñor Fernando Ocáriz, qué ganas de celebrar esta Navidad, de vivir toda nuestra vida con un corazón libre, desprendido de las cosas de esta tierra, desprendido que sabe descubrir lo verdaderamente importante.  “Señor, lo verdaderamente importante eres Tú y sólo Tú”.

QUIÉN COMO DIOS

Cuánta verdad, cuánta fuerza en el nombre del Arcángel San Miguel: ¿Quién como Dios? ¿Qué cosa como Dios? ¿Qué cosa o qué momento o qué experiencia o qué placer? ¿Quién como Dios? ¡Nadie! Sólo Dios es Dios; sólo Tú Señor.

“Señor, dame este corazón libre, desprendido de las cosas de la tierra.  Que sepa descubrir lo verdaderamente importante, que sepa descubrirte Señor en las cosas, a través de las cosas”.

Hoy día en la misa, como antífona de entrada, como una primera oración bonita, esperanzada, gozosa, le decimos al Señor, (es una antífona súper antigua, hay un himno precioso, quizás lo conoces, pero de siglos, muchos siglos, cantaban en canto gregoriano).  Por ejemplo, se encuentra el famoso Rorate caeli, en latín dice lo siguiente: “Rorate coeli desuper et nubes pluant justum, aperiatur terra et germinet salvatorem”.

Si lo puedes googolear por ahí, buscar ese himno es muy bonito, muy quieto, muy dulce, con un anhelo muy profundo, muy bonito.  En castellano: “Cielos: destilen desde lo alto.  Nubes, derramen al Justo, que se abra la tierra y brote el Salvador”.

Pero tiene ese gusto, ese sabor a Antiguo Testamento, esas palabras de los profetas pidiendo al Señor, como dirigiéndose a los cielos, a las nubes, pero es a Ti Señor a quien nos dirigimos. “Rorate coeli desuper et nubes pluant justum”: Destila en los cielos, desde lo alto, las nubes derramen al Justo; a Jesús.

LA ANUNCIACIÓN

Hoy día en el Evangelio de la misa, que lo han considerado tantas veces (porque aparece en otros momentos del año litúrgico) es la Anunciación; es cuando el Señor envía al ángel (por decirlo así) revivimos quizás cada día, ojalá, a las 12, a mediodía, con el que se llama el Angelus: “el ángel del Señor anunció a María”.  Eso es lo que contemplamos hoy día en el Evangelio, es lo que nos propone la Iglesia, hacia la inminencia de la Navidad, este domingo:

En el sexto mes también Gabriel había anunciado a Zacarías que nacería Juan el Bautista (bueno, a los seis meses de aquello, en el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a Nazaret.  Dice San Lucas:

“A una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David.  El nombre de la Virgen era María”.

(Lc 1, 27)

Lo contemplamos todos los días; ojalá, que hoy día, por ejemplo, cuando recemos el Angelus, lo recemos con cariño y mañana y estos días: “Y el Verbo de Dios se ha hecho carne; y habitó entre nosotros”.

Estos días de Navidad es precioso, pero quizás pensar este último minuto de oración, fijémonos en San José.  San Lucas lo nombra tan claramente, -hablando de María por supuesto, porque ella es la Madre del Salvador-, pero la vida de María está entretejida de manera tan providencial, tan bonita con la vida de San José.  Ahora que estamos en este año de San José, esta que va a ser la Navidad del año de San José, mirémoslo especialmente, digámosle cosas cuando pasemos por ahí frente al pesebre quizás en nuestra casa, miremos a José, miremos a la Virgen por supuesto, miremos mucho a San José también este año; pidámosle que, como ahí, cuide nuestra casa, que cuide a la Iglesia.

Salir de la versión móvil