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Y LOS SUYOS NO LO RECIBIERON

Aunque Jesús dice que «ningún profeta es estimado en su propia patria», hoy hace un milagro entre los suyos. ¿Cuáles son las condiciones?

Una de las razones para creer en Jesús es que muchos hombres han hablado a lo largo de muchos siglos de lo que iba a suceder y se estaba cumpliendo en la persona de Jesús. Muchos profetas (ahora que se acerca la Semana Santa, pensamos especialmente en el profeta Isaías), han hablado de la venida del Mesías, que liberaría al pueblo de Israel. Todas las profecías apuntaban a Jesús. Muchos hombres hablaron en nombre de Dios y coincidieron por muchos siglos y en diversos lugares sobre lo que iba a suceder. 

Que ese hombre de Galilea, hijo de un carpintero de la tribu de Judá, de la estirpe de David, sería el Mesías tan esperado, debería ser algo evidente para todos. Pero sabemos que no fue así. Y la respuesta está en que se debía a la falta de fe.

De hecho, el mismo Jesús lo reconoce en el evangelio de hoy. Lo vemos regresar a Galilea, su tierra. Narra el evangelio que en esta ocasión, los galileos recibieron bien a Jesús «porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta». Sin embargo, este recibimiento debe a los milagros que han visto, tal vez esperando que haga al menos lo mismo entre sus paisanos. 

SI NO VEN, NO CREEN

No necesariamente es porque tengan una fe profunda en Él. Pareciera más bien que se trata de una fe superficial, condicionada por los milagros que esperan. Jesús mismo lo señala:

«Si no ven señales y prodigios, no creen».

Ellos creen en los milagros de Jesús porque han visto milagros que se han hecho en el pasado, pero de allí a creer que Jesús es el ansiado Mesías el que iba dar la paz a cada uno de ellos, hay un largo trecho. 

Obviamente, este evangelio tiene que interpelarnos a ti y a mí. Dios nos llama a tener una fe cada vez más recia, más anclada en Él, más sólida, más teologal. Hemos de cuidar de no caer en esa relación con Dios en la que nuestro diálogo con Él es bajo condiciones: “ Señor, si me cumples esto, creeré más en ti”. 

Un buen termómetro para esto es preguntarnos ¿cuántas veces buscamos Dios cuando necesitamos un favor, un milagro, una solución a nuestros problemas? Esto de por sí no está mal, el mismo Señor nos dice:

“pedid y se os dará”

¿FE GENUINA O CONDICIONADA?

Pero esta oración de petición ¿es desproporcionada en comparación con nuestra oración de acción de gracias, o de alabanza, o de intercesión por los demás? ¿Es nuestra fe genuina o está condicionada a recibir algo a cambio? Que Jesús no tenga que decir también de nosotros

“si no ven señales y prodigios, no creen”.

Además, señales y prodigios para creer hay más que suficientes, pero somos capaces de exigirle a Dios que sean nuevos prodigios, nuevas señales y según nuestra preferencia, a nuestro tiempo.

Lo bonito del evangelio de hoy es que nos presenta un ejemplo de lo que Jesús espera de cada uno de nosotros cuando estamos más necesitados del favor de Dios. 

Estando en aquellas tierras galileas, Jesús se encuentra con un oficial del rey cuyo hijo está enfermo en Cafarnaúm. Viene a Jesús con una gran angustia: su hijo está gravemente enfermo. Su fe es puesta a prueba, pero no se rinde. A pesar de la distancia, cree en el poder de Jesús para poder sanar a su hijo. Su oración está llena de fe: «Señor, baja antes que mi hijo muera». Está desesperado, pero confía plenamente en la omnipotencia divina.

Y los suyos no lo recibieron. vacaciones de Jesús

PREJUICIOS

Jesús le dice: «Vete, tu hijo vive». Y el hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo y se fue. La fe de aquel hombre no solo está en acudir a Jesús, sino no exigir más prueba de la sanación que la palabra de Jesús: “tu hijo vive”. 

Su palabra tiene poder, y la fe del oficial es recompensada. Al regresar, sus siervos le confirman que su hijo ha sido sanado a la misma hora en que Jesús dijo «Tu hijo vive».

 Es impresionante cómo este milagro ocurre en este pasaje en el que se nos recuerda que el mismo Jesús había afirmado que:

“ningún profeta es estimado en su propia patria”.

¿Será que se equivocó?  Acaba de hacer un milagro en su propia patria. Es al menos curioso que el evangelista recuerde esta frase de Jesús y, acto seguido, presente este episodio que parece contradecirlo.

En primer lugar, sirve para aclarar que la frase de Jesús no es contra los galileos por ser galileos, sino por los prejuicios que pueden llegar a nublar nuestra visión y la comprensión de la realidad. Prejuicios sobre cómo debería actuar Dios (según nuestros esquemas); prejuicios sobre cómo debería resolver nuestros problemas; prejuicios sobre las condiciones con las que podemos exigir a Dios que actúe.

EL VERDADERO PROBLEMA

Me parece que por esto la Iglesia quiere que meditemos este pasaje del evangelio cuando nos preparamos para revivir las horas de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Los judíos esperaban con ansias que Dios les solucionara sus problemas enviando a un Mesías, y cuando vino, los prejuicios que tenían no les permitieron reconocerlo en Jesús de Nazaret. 

Ellos pensaron que el problema que Dios les tenía que resolver era militar. El Mesías tenía que librarlos de la opresión de Roma y no fueron capaces de entender que el verdadero problema era la opresión del pecado y de la muerte eterna. 

Ellos pensaron que el Mesías debía cumplir de modo ejemplar la ley de Moisés hasta la letra pequeña. Y no fueron capaces de aceptar que todo aquello era una preparación para una ley definitiva y más perfecta que es la del amor hasta el extremo de la cruz.

Ellos pensaron que el Mesías tenía que hacer prodigios por delivery. Bastaba hacer un pedido a la medida y esperar que llegara en menos de 30 minutos. Y no fueron capaces de entender que Dios les estaba solucionando su verdadero problema muriendo por todos los hombres, generosamente, no guardándose nada, derramando hasta la última gota de su preciosísima sangre.

Y los suyos no lo recibieron. Cristo. LA CARIDAD, PLENITUD DE LA LEY

FE RECIA

La fe de aquellos hombres todavía era muy inmadura, hasta llegar a nublar la percepción de la realidad. El evangelista Juan lo resumirá en una frase del prólogo de su evangelio:

“Jesús vino a los suyos y los suyos no lo reconocieron”

(Jn 1,11).

Por eso este evangelio nos viene muy bien para prepararnos para la Semana Santa. Dios quiere que tengamos una fe como la de este hombre. Una fe que nos ayude a reconocer a Cristo allí en la cruz, nuestro Salvador. Al inicio, puede que nuestra fe sea como la de este hombre por necesidad, pero que luego siga creciendo hasta confiar totalmente en su palabra. 

Una fe recia nos hará reconocer en Jesús a Dios muerto por nosotros, porque así de urgente era que abandonemos la muerte que trae el pecado. Dios quiere que le pidamos muchas cosas, pero que todo esté en función de esa promesa de su palabra del cielo espectacular que tiene preparado para nosotros si queremos. 

Sigamos pidiendo por nuestras necesidades, por las de los demás, pero siempre confiados en que lo que Dios nos concederá (aunque venga en forma de cruz) será en función de nuestra verdadera felicidad. Y una fe que nos ayude a reconocer a Cristo en lo que nos sucede en el día a día, en las personas y en la cruz.


Citas Utilizadas

Is 65, 17-21

Sal 29

Jn 4, 43-54

Reflexiones

Señor te pedimos por nuestras necesidades y por las de los demás. 

Danos una fe muy grande, que nos ayude a reconocerte en el día a día, en todas las personas y en la cruz. 

 

Predicado por:

P. Rafael

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