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P. Juan Pablo

6 min

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¡Y NO SE VA A CASAR!

El hecho de que san Pedro tenía suegra nos hace cuestionarnos sobre la necesidad de que los sacerdotes no se casen y cómo pueden encontrar ellos, y cualquier soltero, la plenitud en su vida integrando su sexualidad.

EL CELIBATO Y LA SOLTERÍA

Sin duda una de las noticias más impactantes que hay, es cuando alguien cercano a ti te dice que se va a casar. ¡Qué gran alegría! Más aún cuando ese alguien eres tú mismo.

Hace algunos meses comentaba un videito, en el que el novio se pone de rodillas y le pide matrimonio a su novia. Y ella salta y salta de contenta, tanto que te contagia la alegría y el entusiasmo.

Pero igual de impactante o más, es cuando alguien te dice que no se va a casar. ¡No se va a casar! Que ha elegido un camino en donde el matrimonio no entra.

No por despreciar el matrimonio, sino por haber encontrado algo más grande. Por ejemplo, una vocación que incluye el celibato. El celibato es la soltería, -renunciar al matrimonio- por el Reino de los Cielos.

¿Y por qué te hablo de esto? Pues porque estoy leyendo un libro que habla del tema -y más adelante te leeré algunos párrafos-.

Y me acordé de esto precisamente, porque en el Evangelio de hoy se habla de la suegra de Simón.

«Jesús llega a Cafarnaúm, entra en la casa y se encuentra que la suegra de Simón estaba en cama porque estaba enferma. Jesús llega y la cura»

(Mc 1, 21-39).

¿Y ese Simón quién es? Pues es nada menos que Simón Pedro, el primer Papa que tuvo suegra… O sea, estaba casado.

SAN PEDRO, EL PRIMER PAPA

Cuando un niño o un joven, lee con detenimiento este Evangelio, es normal que le entre la duda: —Oye, pero si los padres no se casan. San Pedro, que fue sacerdote, obviamente fue el primer Papa ¿estaba casado? ¿Cómo está eso? ¿Por qué los sacerdotes no se casan si san Pedro sí estaba casado? San Pedro estaba mal. Hizo un pecado.

No, no, tranquilos, tranquilos. La respuesta fácil es: —Probablemente ya era viudo, ya se había muerto su esposa y por lo tanto pudo recibir el sacramento del Orden que le confirió Jesús.

Bueno, es una respuesta para salir del paso, que no tiene mucho fundamento histórico. ¿Estaba viva la esposa de Pedro en ese momento? Quién sabe… No se menciona en el Evangelio.

El punto es que es algo que nos lleva a reflexionar, a profundizar un poco en el tema.

Si miramos la realidad de la Iglesia, nos damos cuenta que hay sacerdotes casados en el rito de la Iglesia Oriental Católica Ortodoxa. Hay sacerdotes casados. Una persona casada puede acceder al sacramento del orden sacerdotal.

En la Iglesia Latina Católica, de rito latino, se exige a los sacerdotes el celibato. Eso es lo que podemos decir al ver la realidad de la iglesia.

¡Y NO SE VA A CASAR!

ESTABILIDAD AFECTIVA

No nos hemos equivocado al prohibir el matrimonio a los sacerdotes. El celibato es compatible con el sacerdocio, pero en la Iglesia latina se prohíbe.

¿Por qué? Bueno, pues podemos pensar en algunas razones prácticas. Por ejemplo, pues el sacerdote que no tiene esposa, pues tiene más tiempo, tiene más capacidad de movimiento, tiene menos responsabilidades económicas.

Pero, quizá hay algo práctico también que se nos escapa, que es la estabilidad afectiva. Es sacerdote porque es célibe puede tener una estabilidad afectiva, porque muchas veces esa estabilidad afectiva llega con el matrimonio.

Precisamente es lo que quiero hablar un poco más adelante, en este libro que estoy leyendo… Pero antes de eso, antes de hablar de las razones prácticas, pues hemos de darnos cuenta también que se trata, no de imitar a san Pedro, sino de imitar a Jesús. 

El modelo no es Pedro, sino Cristo. Miramos a Jesús y Tú, Señor, no te casaste. Renunciaste al bien del matrimonio, por un bien mayor.

¿Cuál fue ese bien mayor? Entregar tu cuerpo no a una mujer de modo matrimonial simplemente, sino dar tu cuerpo como alimento a todo aquel que quiera acercarse a Ti. Y de esa manera darnos la Vida Eterna.

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna»

(Jn 6, 56-71).

Darte totalmente para la salvación de todos, para que unidos a Ti podamos alcanzar la salvación.

SOLTEROS Y FELICES

Y efectivamente, aquí es donde ya podemos enganchar con este libro que te decía, se llama “Solteros y felices”.

Precisamente porque el celibato apostólico no es una simple renuncia, es una renuncia al matrimonio. Pero no es para personas que estén tristes porque renunciaron a un bien, sino porque han conseguido un bien mayor.

Porque pueden conseguir, precisamente a través de ese don, de toda su vida, de toda su existencia, -así como Jesús entregó toda su vida, toda su existencia por la Iglesia-, así también entregar nuestra vida por los demás.

El célibe, ya sea por elección o porque la vida misma lo fue llevando por ahí, tiene que aceptar su sexualidad para ser feliz, para tener equilibrio, al margen de esa compañía matrimonial a la cual ha renunciado, o de la cual no disfruta, porque la vida lo ha llevado por ese camino.

¿Y qué significa aceptar la sexualidad? Pues en primer lugar significa aceptar que la verdad del amor humano en el matrimonio, es algo grande, es una vocación, algo que colma el corazón, pero no totalmente… Es una probadita de lo que es el amor, y que solo en Dios se encuentra absolutamente.

¡Y NO SE VA A CASAR!

UNAS BUENAS RELACIONES HUMANAS

Ahora te leo un par de párrafos de este libro:

“La sexualidad dispone a la persona a un tú, la libera del aislamiento y la abre a un tú, para que pueda encontrarse a sí misma en ese tú.

Esta persona está hablando de la sexualidad que todos tenemos. El célibe tiene una sexualidad y tiene que aceptarla.

Ahora bien, si vemos qué significa la sexualidad pura, es algo, una fuerza humana que te abre a un tú para realizarte, para perfeccionarte.

Así pues, aceptar la sexualidad significa preocuparse de tener relaciones buenas.

Para los célibes, una vida espiritual sana, sólo es posible si se tiene buenas relaciones humanas. Ejercitarse en las buenas relaciones personales y en la capacidad social, son aspectos que forman parte de lo que llamamos integrar la sexualidad.

Una buena relación humana siempre favorece la intimidad, la cordialidad y la franqueza. En cualquier caso, la intimidad en la relación humana debe alimentarse de la intimidad con Dios en la oración. Si no, podría volverse autónoma y escaparse de la mano.

La sexualidad implica capacidad de entrega. Aceptar conscientemente la sexualidad significa realizar nuestra capacidad de entrega, en una donación a los demás, dispuestos a compartir sus necesidades y acompañarlos en cualquier situación.

RESPONSABILIDAD

Yo afirmo mi sexualidad cuando me abro al otro. Cuando no me encuentro con él solo de un modo espiritual, que excluye toda responsabilidad, sino que acojo al otro y me implico en sus sentimientos, intereses, preocupaciones y problemas.

Por supuesto, si me expongo a que mi responsabilidad por el otro pueda convertirse en una carga. Pero abrirse a los demás y adquirir confianza con ellos, implica una responsabilidad.

‘—Eres responsable para siempre de lo que has domesticado’. Dice el Principito, en el libro de Antoine de Saint-Exupéry.

Aceptar la sexualidad, significa estar dispuesto a ser responsable de una persona concreta”

(Solteros y felices. El celibato una vida de plenitud.23-24).

¡Y NO SE VA A CASAR!

AYUDAR A LOS DEMÁS

Pues un célibe acepta su sexualidad, no en el ejercicio de la misma en el matrimonio, porque no está casado, sino haciéndose responsable de los demás, haciendo buenas relaciones humanas.

Porque, a fin de cuentas, lo que la sexualidad produce es unión con una persona y fecundidad.

Pues aceptar la sexualidad fuera del matrimonio es tener buenas relaciones humanas y ayudar a los demás. Hacerse responsable de las demás personas. Que eso es lo que hizo Jesús, ¡absolutamente!

Leemos en el Libro de Isaías el cuarto canto del Siervo de Yahvé:

«Él tomó sobre sí nuestras enfermedades, cargó con nuestros dolores. Y nosotros lo tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. 

Él fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo, el precio de nuestra paz, cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados»

(Is 53, 4-5).

Terminamos nuestra meditación, nuestro rato de oración, dándote gracias, Señor, por salvarnos, por entregarte totalmente así por nosotros, y mostrarnos también un camino de plenitud también en la renuncia al amor humano.

Te damos gracias por ese don, que hace a unas personas y te pedimos por ellos para que sean santos y fieles, y que todos los seres humanos entendamos mejor nuestra sexualidad como un camino para el amor.

Acudimos a nuestra Madre, la Virgen. Ayúdanos, Madre nuestra.


Citas Utilizadas

1 Cor 3, 1-9

Sal 32

Lc 4,  38-44

Is 53, 4-5

Jn 6, 56-71

Solteros y felices. El celibato una vida de plenitud (23-24)

Reflexiones

Señor, que comprendamos nuestra sexualidad y la de los demás. 

Que nuestra capacidad de amar sea enorme, que podamos apoyar a los demás en sus necesidades. 

 

Predicado por:

P. Juan Pablo

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