No sé qué reacción tuviste tú, pero yo hoy al leer el Evangelio, tuve ganas de gritar ¡Ya Chole!
Porque llevamos tres días seguidos, en que los fariseos aparecen en el Evangelio intentando meterle la pata a Jesús, y lo único que quieren es criticar, fisgonear, a ver en que lo agarran.
“Cuando Tú, Jesús, lo único que quieres es ayudar a la gente, curar sus enfermedades, hacer cosas buenas.” ¡Ya Chole!
Para los que no son de México: “Ya Chole”, es una expresión popular que expresa fastidio o hartazgo por alguna situación.
LISTOS PARA CRITICAR
Bueno, pues en el Evangelio de hoy nos encontramos a Jesús en la sinagoga, delante de un hombre que tiene una mano seca, y ahí están otra vez los fariseos esperando a ver ¿qué hace?, para criticar.
Me acordé de una historia que me contó un amigo sacerdote, que a lo mejor puede parecer un poco pasada de moda, porque ya pasó navidad.
Es el testimonio de un señor en Estados Unidos, que en sus días libres se disfrazaba de santa Claus, para ir a los hospitales y guarderías, para estar con los enfermos y con los niños.
Cuenta que un día estaba en su casa, y recibió una llamada de un hospital, para que fuera.
Le dijeron: -Pero tiene que venirse de volada, porque el niño que pidió conocer a “Santa”, le quedan pocas horas de vida.
Y entonces, este señor se fue lo más rápido que pudo, y llegó. Y como en otras ocasiones entró en el cuarto del hospital, preguntando en voz alta:
-Dónde está mi elfo favorito, que lo quiero conocer.
Y así empezó la visita, se encontró con un niño sentado en la cama; solo, demacrado, que en cuanto vio a Santa, ¡se le iluminó la cara!
Y empezaron a platicar, pero en un momento dado el niño le preguntó a Santa: -Me dicen los doctores que me voy a morir, ¿Tú me puedes decir a dónde voy?
Santa no esperaba una pregunta tan profunda de un niño de 5 o 6 años. Y la contestó como pudo…
Diciéndole que él iba a ir al Cielo, porque era un niño bueno. Y agregó: -así que tú, cuando llegues allá arriba, le dices a san Pedro que eres mi elfo favorito, y te van a dejar entrar en la mejor parte del Cielo, -algo así le dijo…
¿A DÓNDE VOY A IR?
El asunto es que después de recibir esa respuesta, el niño lo abrazó y Santa recibió el abrazo del niño.
Pero se dio cuenta de que, durante el abrazo, fue perdiendo fuerza el niño, y murió allí, en los brazos de Santa Claus.
¡Ya te puedes imaginar cómo salió del hospital este hombre! Acababa de vivir una de las situaciones más duras de su vida.
Lo dejó también muy pensativo; la pregunta que le hizo el niño y la respuesta que él le dio…
Por decir así, al niño le había dado tanta confianza, que le hizo soltar el cuerpo y abandonarse en los brazos de Dios para siempre.
Yo lo que quiero que recemos tú y yo en este ratito con Jesús; es que, en esa historia: Jesús es Santa.
Y que tú y yo en el fondo, miramos con un poco de objetividad, pues somos ese niño que pregunta: ¿Y a dónde voy a ir?
Y la respuesta que recibe de Santa, -junto con el abrazo-, pues es toda una revelación.
Es la revelación de Jesucristo: ¡como el abrazo del Padre! Es una experiencia a la que tú y yo estamos llamados a vivir.
Vivirlo no solo en el momento de nuestra muerte, sino ya en esta vida, para reafirmar nuestra identidad más profunda de “hijos de Dios”.
Decía san Josemaría:
“Dios es un Padre que me ama con locura, y que me abraza a través de Jesús.”
Jesucristo es el abrazo del Padre para cada uno, porque en su humanidad nos abraza a todos.
Volviendo al Evangelio del hombre de la mano seca, al que Jesús cura, y para que lo podamos conectar con nuestra anécdota:
Tenemos ahí a los fariseos, que efectivamente, puede ser que supieran muchísima sagrada escritura y muchísima teología para su época, pero queda claro que no les ha servido de nada.
JESÚS ES EL ABRAZO DE DIOS
Porque su soberbia les lleva a quedarse ciegos, para no conocer lo más importante; que es el amor de Dios por todas las personas.
Se quedan a un nivel teórico de Dios, y no son capaces de ver que Jesús es el abrazo de Dios.
Y que cuando Jesús ve que puede hacer un bien a alguien: ¡lo hace! Porque el bien y el amor para Jesús, son obligatorios.
Y esto nos da una gran enseñanza, porque tú y yo estamos llamados a ser otros Cristos.
Tú y yo a veces también somos muy teóricos, como los fariseos, y ahí estamos metiendo cizaña con nuestros comentarios.
Pero no somos capaces luego, de hacer nada por ellos. ¡Qué pena, Jesús!
A mí también me pasa en mi trabajo como sacerdote con gente joven, que me preguntan muchas cosas.
Y yo hago como hacía Santa: “lo que puedo” para contestarles. Después cada quien se va a su casa y yo a la mía…
Las cosas de Dios no solo están para ponerlas en un pizarrón, ¡sino para vivirlas! y esto nos cuesta a todos.
Es verdad que hay que tener esas conversaciones sobre la existencia de Dios y del más allá, porque los cristianos pensamos, razonamos nuestra fe, que no choca con la inteligencia.
Pero al final, no nos podemos quedar ahí, porque donde se resuelve todo es: en la verdad, en el amor.
IMPULSADO A CURAR
Y esta es la verdad que tú y yo creemos: que Jesucristo nos ha amado primero y que Él es el abrazo de Dios.
Que cuando se encuentra con un hombre que tiene una necesidad, en este caso “una mano seca”, pues le da igual que sea sábado, domingo, lunes…
Que el hombre de la mano seca, sea de las Chivas o del América, o que sea de este país o que tenga este color de piel, le da exactamente lo mismo…
¡Jesús se siente impulsado a curar!, y no le importa que lo critiquen. Él cura porque puede y porque quiere.
Además, ve que en esa persona que iba a ser curada, en este hombre de la mano seca, hay también unas disposiciones interiores de cambio, de querer ser curado, de no permanecer con la mano seca.
Vamos a terminar, yo te propongo hacer un poquito de examen de conciencia. ¡Ya Chole! de la actitud farisaica de criticar y juzgar a la gente. ¡Ya Chole!
Y en cambio: ¡Imita a Jesús! Aprende, y aprendo yo también, a darte cuenta de que el amor y el servicio para nosotros es obligatorio.
¡Tú y yo tenemos que aprender a amar primero, como Jesús! Y a dejar a un lado nuestras categorías mentales, nuestras etiquetas para hacer el bien al que tengamos a un lado.
ENTRAR EN EL CORAZÓN DE LA GENTE
Empecemos por los que tenemos más cerca, y ahí vamos… haciendo lo que podemos con nuestras imperfecciones, con nuestros problemas.
Así seremos también, -pensando en los demás-: ¡Ese abrazo de Dios! Y al final, nos daremos cuenta, de qué tantas veces, la haremos de Santa Claus, para muchísimas personas.
¿Por qué? Porque entraremos en el corazón de la gente que nos rodea. Pero, porque primero nosotros hemos dejado a Jesús entrar en nuestro corazón.
Así, nuestro corazón en vez de llenarse de cosas que no sacian, se va a llenar de gente que sí llena el corazón.
Y se va haciendo una luz muy grande, porque nos hace ver: hijos de Dios, gente querida por Dios a nuestro alrededor.
Y Jesús mismo, es el que nos da esa capacidad de “darnos a las personas” que incluso ni conocemos, o no nos caen tan bien. O incluso, somos capaces de perdonar a los que nos han hecho daño.
Vamos a terminar pidiéndole a la Virgen, que nos ayude a sentir de cerca el abrazo de su Hijo.
Que tú y yo, primero nos dejemos abrazar por Él, a través de esta oración y de la oración que queremos hacer todos los días.
Y de los sacramentos, por supuesto, sobre todo: la comunión y la confesión frecuentes. Y, en segundo lugar: el servicio.
El otro día me contaron de una persona que tiene una iniciativa que se llama: “Que tu vicio sea el servicio.” ¡Está padre ese lema! “Que tu vicio sea el servicio.”
Que seamos también nosotros, ese abrazo de Dios para los demás, y que allá donde estemos; curemos, vendemos los corazones heridos con el amor de Jesucristo, que llevamos en el corazón.
Jesús, Gracias por 10 Min con Jesús América Latina, por cada una de las personas que lo hacen posible!
Jesús, enséñanos a amarte sirviendo a los demás y dando buen ejemplo, correspondiendo el Amor que tú nos tienes a cada uno.
Jesús, Gracias por 10 Min con Jesús América Latina, por cada una de las personas que lo hacen posible!
Jesús, enséñanos a amarte sirviendo a los demás y dando buen ejemplo, correspondiendo el Amor que tú nos tienes a cada uno.