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P. Daniel

5 min

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¿YO?

El amor a Dios es siempre nuevo: sólo con la actitud de quien quiere descubrir esa novedad, se puede avanzar al Cielo. No hay méritos anteriores a la Vocación.

TAREAS COTIDIANAS DEL YO

Como estamos al comienzo del año litúrgico es lógico que la Iglesia, ya desde hace siglos, nos propone evangelios que están al comienzo de la vida pública del Señor. En este caso, el de hoy, tomado de san Marcos en el capítulo tercero.

Nos situamos en nuestra oración de hoy, en este descubrir muy en los comienzos a Jesucristo. Y pienso que por aquí encontramos una veta de oración personal para pedirle al Señor que no nos acostumbremos nunca; que al contrario: cada vez que vamos a ese encuentro diario con Él en la oración, en los sacramentos y en los demásque son las tres instancias fundamentales de nuestro encuentro cotidiano con Cristo sea toda una novedad. Toda una novedad.

Esto que se nota en el amor humano -muchos de ustedes quizá estén casados (la mayoría, como es lógico) y qué buena pregunta es esto. A medida que pasan los años, ¿el amor se gasta, se desgasta o se hace más fino, más profundo, quizás menos emotivo, pero más profundo por el otro? Que estemos siempre comenzando y recomenzando en el amor a Jesucristo y en el amor a los demás. Que no permitamos que se meta una fastidiosa inercia de quien funciona en piloto automático, por así decir; en vez de ir a la conquista diaria de ese amor siempre nuevo, se va desgastando.

EL AMOR DE CRISTO ES SALIR DEL YO

Por algo el Señor nos habla del vino nuevo en odres nuevos. El vino nuevo es Cristo, es el amor de Cristo, es la verdad de Cristo, es la vida eucarística. Y ese vino siempre nuevo, del amor Dios que no se cansa jamás de buscarnos, requiere de unos odres o continentes nuevos, que es nuestro propio corazón. Una actitud muy de acuerdo con el amor de Dios. Señor, quiero renovarme cada día en tu amor; quiero luchar cada día por amarte mejor; quiero abrirme cada día un poco más a las bendiciones que provienen de tu corazón amabilísimo.

Esto me parece que es una veta de oración interesante para cada persona, para quienes me escuchan en este momento, considerando precisamente lo que decíamos: estamos en los comienzos de la vida pública del Señor.¿Cómo habrá sido para estos hombres y mujeres encontrarse con Cristo? Sus primeras impresiones, el porte externo, la mirada de Jesús, la voz de Jesús, los gestos, su palabra, su autoridad, su manera tan atractiva y respetuosa a la vez de la libertad de cada uno para acercarse y así abrirnos a la verdad de su amor.

UN AMOR FIEL Y GENEROSO

Entonces, como los primeros doce en los primeros tiempos y, por otro lado, vamos avanzando en el camino de la madurez, porque el amor va pasando por etapas. Quizá al principio es el enamoramiento, una especie de encandilarse con lo que se ha recién descubierto. Pero eso pasa y vamos avanzando por un camino más profundo, en que quizá los sentimientos van quedando un poco postergados.

El amor se hace precisamente más de entrega, un amor más generoso, de donación profunda. Esto incluye también los desalientos, desánimos, momentos quizá en que la sensibilidad está dormida. No importa. Son etapas de maduración en el amor a Jesucristo y a los demás.

LA CARIDAD ARRASTRA LA FE Y LA ESPERANZA

No podemos pretender seguir a Cristo a base de compensaciones. Tú y yo queremos estar dispuestos a seguir al Señor cuando se adentra en el desierto,  o se sube la montaña, en cuanto el camino se hace duro, árido, pesado, cansador.

Ahí está la profundidad del amor y no de quienes solamente siguen a Cristo cuando va por la orilla del lago de Genesaret, con 20 grados y con una brisa suave. Y cuando el Señor se adentra por lugares más inhóspitos, le abandonan. No. Queremos seguirte, Señor, cada día, estemos como estemos, serte fieles. Se lo pedimos ahora.

¿QUIERES QUE YO SUBA CONTIGO?

 esto nos viene un poco a la cabeza y al corazón a raíz de este evangelio, tomado de san Marco, capítulo tercero:

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él. (Mc 3, 13)

Qué bonito esto, Jesús que reza, que encomienda, que habla con su Padre de cada uno de ese grupo de doce hombres y también de santas mujeres que le van a seguir. Y tú y yo tenemos que pensar que Jesús sigue rezando ante el Padre por ti y por mí. No se distrae, no se despista.

Jesús siempre está en el monte del amor infinito de la Santísima Trinidad, intercediendo por cada uno de nosotros. Que te dé mucha confianza este amor, aunque no lo sintamos y aunque la vida a veces nos demuestre una lógica contraria y nos parece que Dios nos ha abandonado, nos parece Dios se ha olvidado de nosotros. No es así. Jesús siempre está con nosotros, siempre nos acompaña. Y también, especialmente, cuando nos encontramos en alguna dificultad.

SOLOS «TU Y YO»

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él. Así, en este estilo tan parco, tan sintético, san Marcos, nos da una clave fundamental: llamó a los que quiso. Es decir, no había méritos por parte de los apóstoles para ser llamados, como tú y yo nos sabemos y nos sentimos sin méritos para haber recibido esta vocación cristiana, esta fe maravillosa en Dios encarnado en María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra.

Él llama a quién quiere. ¿Y por qué? Bueno, es un misterio. Dios elige a unos pocos ara llegar a muchos. Dios te elige a ti y a mí para llenarte de su gracia, de su verdad y de su amor. También para, a través de ti, llegar a los demás.

Llamó a los que él quiso, no a los que tenían méritos, no a los más inteligentes, no a los más cultos, no a los con mayores habilidades, sino a gente corriente que proyectaban sus vidas. lo que quiere decir, en la normalidad de lo que puede ser la vida provinciana en Cafarnaúm, en Nazaret o en Caná.Pero Cristo entró en sus vidas y todo cambió. Se fueron con Él, se fueron a vivir con Él.

CRISTO NOS LLAMA

Qué bonita manera de entender nuestra vocación cristiana. El Señor que nos llama continuamente, no se cansa de buscarnos para que viviéramos, para que vivamos con Él. No se trata simplemente de cumplir, sino de vivir con Cristo, en Cristo, por Cristo.

Como lo dice la doxología final de la misa: Por Cristo, con Cristo, en Cristo. “Por Él, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Ahí un resumen de nuestra vida.

No es simplemente cumplir, no es simplemente hacer, que eso es compatible con la tristeza interior, o con el mal carácter, o con una opacidad de ánimo. Se trata de vivir con el Señor todas las etapas y cada una de ellas en unión con Él.

Se lo pedimos a María Santísima, que aunque no aparezca en este texto, pensamos que Ella sí que intercede ante su Hijo por cada uno de los discípulos para que efectivamente sean fieles a ese amor inmerecido.


Citas Utilizadas

Hb 8, 6-13

Sal 84

Mc 3, 13-19

Reflexiones

Señor que luche cada día por amarte más y renovarme en tu amor.

Predicado por:

P. Daniel

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