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ESTÁ VIDA ES PARA APRENDER A AMAR

LA ALEGRÍA DEL PERDÓN

EL YUGO DE DIOS

El Evangelio de la misa de hoy contiene una frase que es sumamente desconcertante si no se mira con los ojos de la fe. Es un consejo no pedido que además es como cuando vas al doctor porque estás agotado y el doctor te dice que hagas más ejercicio porque te viene muy bien. Claro, fuimos al médico con ánimo de recibir descanso, reposo absoluto, y salimos con más trabajo, con más exigencia, con más esfuerzo.

Obviamente, el consejo del médico tiene su justificación. El cansancio puede ser por una apnea por exceso de peso, entonces hacer deporte, hacer ejercicio nos ayuda a bajar de peso, a respirar mejor y a descansar más.

Hacer ejercicio nos ayudará a mejorar el sistema respiratorio, el sistema circulatorio, y entonces vamos a poder descansar mejor. O sencillamente, porque al hacer más esfuerzo, probablemente vamos a dormir mejor. Pero de entrada, esa no es la solución fácil que uno buscaba. Uno lo que quería era reposo absoluto. Y por eso, el tratamiento del doctor puede ser incluso cruel.

MIRADA DE JESÚS

Aprovechamos este ejemplo tan sencillo de la medicina porque en el Evangelio de hoy sucede algo muy parecido. Jesús conoce a su pueblo, su mirada penetra en la médula del alma y reconoce inmediatamente las necesidades y los anhelos más profundos de aquellas gentes. Por eso se atreve a dar un consejo no pedido:

“Vengan a mí todos los fatigados y agobiados, y yo los aliviaré”. (Mt 11, 28).

Más de uno se habrá sentido aludido con estas palabras de Jesús, como tú y como yo que tantas veces sentimos el exceso del trabajo, las cargas de la vida, el agotamiento por una larga enfermedad o por la suma de contrariedades sin tregua… Es que parece que no hemos salido de una y estamos en otra.

Como ahora en este rato de oración hemos acudido a Dios a pedirle ese alivio que Él nos promete, con la esperanza de que quien acude al médico buscando mejora de las propias dolencias, así también nosotros acudamos a Dios y Dios nos diga: Dale, no te preocupes, te voy a quitar todas tus dolencias.

Ahora viene el tratamiento prescrito por Jesús:

“Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. (Mt 11, 29-30)

Esto es como irónico, porque estábamos agotados y el doctor nos prescribió más ejercicio. Lo que queríamos era que Dios nos quitara el yugo (esa viga pesada que une a dos bueyes cuando van a arar un campo) y por el contrario, nos dice que nos abracemos con más fuerza a ese peso que habíamos pedido que nos quitara de encima.

DIOS ES QUIEN VA CON NOSOTROS AL OTRO LADO DEL YUGO

Como te decía al inicio, esta frase del Evangelio es una de las más desconcertantes, porque para quien no tiene fe esto parece más bien una invitación de Dios a que los cristianos seamos masoquistas ¡pero nada que ver!

En primer lugar, porque la imagen del yugo viene aquí como anillo al dedo. El yugo es un palo, es decir, una viga que une a dos criaturas, a dos bestias que van a arar un campo. De hecho, por eso se llama así: la palabra yugo viene del indoeuropeo yeug, que significa unir, y después pasa al griego, pasa también al latín y viene esa idea de unir dos cosas.

De ahí viene la palabra cónyuge, por ejemplo. Y podemos intuir que,aunque el yugo suele ser muy pesado -tiene que ser una cosa robusta porque si no se rompe- y más cuando está arrastrando un arado, el peso se hace más ligero porque se lleva entre dos.

Por eso, pareciera que Jesús nos está invitando a que, en lugar de soltar el yugo en un acto de rebeldía por motivos válidos -no sé es que estoy muy cansado, Señor, es que no aguanto más, es que no puedo más-, pues en lugar de soltar el yugo.

DETENGAMONOS EN EL YUGO

Echemos una mirada a nuestro lado y nos fijemos quién es el que también está atado a ese yugo, porque de nuevo, yugo es de dos personas, de dos bestias, en todo caso. ¿Y quién está a nuestro lado? Eres Tú, Señor. Tú has aceptado llevar una carga que no te correspondía, con tal de estar junto a nosotros.

Esto a mí me parece conmovedor. Es una muestra más de esa locura de amor de Dios hacia nosotros. Un Dios que decide libremente estar atado a nosotros, llevando un peso que no tiene por qué llevar, con tal de estar al lado nuestro. Y todo es con la clave de lectura del amor.

Por eso la diferencia entre un cristiano y un masoquista es el amor. Sin la clave del amor, este consejo de Jesús parece de masoquistas, efectivamente. Pero es que sin el amor, el cielo no tiene sentido, porque allí en el cielo, no vamos a hacer otra cosa que dar suspiros de enamorados por toda la eternidad.

UNIÓN POR MEDIO DE UN YUGO

Es que se nos va a caer la baba al mirar a Dios cara a cara, contemplando definitivamente a esa persona que amamos. Y aquí en la Tierra, al abrazarnos al yugo por amor, nos estamos preparando para el cielo, porque tenemos desde ya un adelanto del cielo. Estamos allí y junto a nosotros está siempre la persona amada, unida por un yugo.

A veces, basta con mirarlo allí, a nuestro lado, llevando amorosamente una carga que hace suya, pero que es nuestra. Y cuando más sufrimos es cuando nos cuesta ver allí a Jesús,atado a nosotros, dándonos el consuelo de su compañía incondicional.

En segundo lugar, porque como tratamiento prescrito por el médico, este consejo funciona. El “lleven su yugo, lleven mi yugo” es una indicación que funciona. Es verdad que no es tan evidente, porque lo que esperábamos era otro consejo, pero sí que funciona. Y lo que Jesús dice nos da la clave de interpretación: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.” Es fijarnos en Jesús y en cómo Él se abraza a ese yugo que nosotros quisiéramos soldar. Es que se abraza por amor.

MARÍA REQUENA

Pero es más fácil confiar en las indicaciones del médico cuando vemos que el tratamiento ha funcionado también para otras personas. Y tengo la alegría de proponerte un caso maravilloso, un caso reciente, la verdad que es muy cercano. Es un caso envidiable de alguien que ha hecho caso a Jesús y le ha venido de maravilla. Ella se llama María Requena -puedes encontrar en su blog su carta de presentación.

El blog se llama “Importas por ser tú”, y ella misma, allí en ese blog, se presenta así: “Soy María Requena, una enfermera especializada en cuidados paliativos que, tras años trabajando en la Unidad 55 del servicio de oncohematología del hospital Santa Lucía de Cartagena, España, ahora sufre un cáncer de mama metastásico en estado IV”. Vamos, ¡tremenda presentación!

Resulta que ella, después de haber cuidado durante muchísimos años de su madre con Alzheimer hasta el momento en que fallece, después de haberse desgastado en ese hospital de Santa Lucía en cuidar a personas con los cuidados paliativos, sobre todo pacientes oncológicos, después de haber sobrevivido también sorprendentemente a los ataques terroristas en Las Ramblas de Barcelona -no sé si te acuerdas-, ella misma, como si no hubiese ya aguantado suficiente, recibe además el peso del yugo de un cáncer con metástasis en fase avanzada.

¿Y será que Dios la quiere masoquista? ¡Nada que ver! De hecho, te recomiendo vivamente una entrevista que le hicieron -esto ha sido providencial porque tenemos una entrevista de María pocos meses antes de fallecer. La puedes conseguir en YouTube si buscas: “Vidas con luz con María Requena”. Ahí puedes ver la entrevista completa, pero yo te sugiero que al menos la veas a partir del minuto 19.

SU ENTEGA A DIOS

Estoy seguro de que cuando la veas hablar, describir su vida, cómo afronta su situación unida a Cristo con los sacramentos, la vida de oración, la formación constante, te sorprenderás al no sentir lástima. No vas a sentir lástima por María. Lo que vas a sentir es envidia buena. Te sorprenderás. Bueno, te va a pasar como a mí, que sentirás una envidia de la buena que te lleva a decir: Señor, yo quiero lo que ella tiene.

Bueno, ya se nos acaba el tiempo. No quiero hacerte spoiler de la entrevista. También puedes conseguir un artículo en la página web del Opus Dei: pones también en el buscador María Requena y sale un artículo de su vida y todo lo que hizo, especialmente en favor de los enfermos terminales. Pero quisiera dejarte una perla de esa entrevista que te recomendé en YouTube, que la verdad es que no tiene desperdicio. Porque en cierto momento ella dice: “Esta vida es para aprender a amar”. Y yo creo que en todas estas cosas -lo que le sucedió- aprendes a amar.

En este testimonio tan cercano y natural, vemos que sí funciona ese consejo de Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga es ligera”. Aquí vemos a María y vemos a tantos santos que han seguido el consejo y sí funciona, porque en su rostro, en su vida, en su alegría, en su sonrisa, en su optimismo, vemos que el yugo de Jesús, de verdad, es suave y su carga es ligera.

Vamos a pedirle a nuestra a nuestra Madre, la Virgen, que confiemos siempre en esos planes de Dios y que nos alcance un corazón grande, un corazón para amarlo en todas las circunstancias, pero especialmente en las circunstancias más difíciles.

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