La búsqueda
La búsqueda de la paz interior y la verdadera felicidad es un anhelo arraigado en el corazón de cada ser humano. A lo largo de la historia, muchas personas han hallado consuelo y orientación espiritual en su fe religiosa.
Mi propio viaje espiritual ha sido un proceso de años, marcado por altibajos, un camino de constante aprendizaje y autodescubrimiento.
Un llamado profundo
Hace un poco más de un año, sentí un llamado profundo en mi corazón para buscar esa paz y felicidad que todos anhelamos. En medio de la búsqueda de respuestas, encontré mi refugio en la Virgen María, quien, con su profunda misericordia, tocó mi alma y me presentó a su Hijo, Jesús.
Mi relación con Dios
Crecí en un hogar católico, pero mi relación con Dios carecía de cimientos sólidos. No me había tomado el tiempo para profundizar en mi fe de manera personal. A medida que crecí, mi relación con Dios se distanció y se enfrió.
Sin embargo, en retrospectiva, veo que Él siempre estuvo presente en mi vida en diversas formas. Ahora, reconozco que fui como la ovejita perdida que finalmente regresó al rebaño.
Un encuentro providencial
En un momento de profunda confusión espiritual y la búsqueda de un propósito de vida, tuve un encuentro providencial. Una amiga me presentó a su primo, un sacerdote. Decidí darle una oportunidad al cambio, consciente de que continuar haciendo lo mismo solo produciría los mismos resultados.
Tomé el teléfono, envié un mensaje por WhatsApp y concreté una cita para la confesión. Habían pasado más de 20 años desde la última vez que había hablado con un sacerdote, y mucho menos me había confesado.
Preparar el examen de conciencia fue un desafío grande, pero me apoyé en mi educación religiosa y en la ayuda del Espíritu Santo.
La Presencia de la Virgen
Durante ese tiempo de reflexión y búsqueda espiritual, experimenté la presencia reconfortante de la Virgen María a través de la oración y la meditación. Sentí su amor maternal y su intercesión en momentos de dificultad y tristeza. La Virgen María se convirtió en mi guía y modelo a seguir, personificando virtudes como la humildad, la obediencia y el amor incondicional.
Después de estar perdida durante mucho tiempo, finalmente escuché el claro llamado en mi corazón: buscar a Dios y seguir el camino de Jesús.
La devoción a la Virgen María me brindó la fortaleza para tomar decisiones alineadas con mis valores y mi fe. Noté mejoras en todos los aspectos de mi vida, desde mi matrimonio hasta mi relación con mi hijo. Comencé a profundizar en el conocimiento de la vida de Jesús, sus enseñanzas y su sacrificio en la cruz.
Mi relación con Jesús se convirtió en el epicentro de mi vida y la de mi familia.
Encontré a Jesús
A medida que mi conexión con Dios a través de la Virgen María y Jesús se fortaleció, experimenté una paz que nunca había sentido antes. Esta paz no dependía de las circunstancias externas de mi vida, sino de la certeza de que estaba siguiendo el camino correcto, cumpliendo la voluntad de Dios para mí.
En lugar de buscar la felicidad en logros materiales o el reconocimiento de los demás, encontré la verdadera felicidad en servir a los demás, perdonar y amar incondicionalmente, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Una experiencia transformadora
Mi experiencia personal con la Virgen María y Jesús ha sido transformadora. Su guía y amor han infundido paz en mi interior y me han llevado a descubrir la verdadera felicidad en el camino de Dios.
La devoción a la Virgen María como intercesora ha fortalecido mi fe y me ha capacitado para enfrentar los desafíos de la vida con valentía y esperanza.
En mi viaje espiritual en curso, agradezco la presencia constante de la Virgen María y Jesús, quienes me han iluminado el camino hacia una vida llena de significado y propósito en Dios.
Una pequeña oración
Durante mi vida, a pesar de estar en ocasiones lejos del Señor, siempre repetí esta oración que me enseñó mi mama. Ahora que la he buscado en Google, tratando de encontrarla para compartirla con ustedes, descubro que es una canción de Palito Ortega -1969. La comparto con ustedes, con el mismo cariño con el que me la compartió mi mamá.
Me parece una oración hermosa y la rezamos todas las mañanas con mi hijo para empezar el día con el pie derecho.
Gracias a Dios – Palito Ortega 1969
Gracias a Dios
Por las flores, por el viento
Por las cosas que yo siento
Porque tengo tanto amor
Gracias a Dios
Por la luz del nuevo día
Por mi dicha, mi alegría
Por la lluvia y por el sol
Gracias a Dios
Por la gente que se quiere
Por la fe que nunca muere
Por los niños y el amor
Gracias a Dios
Por el beso de las madres
Por el canto de las aves
Por el trigo que está en flor
Gracias a Dios
Por el pan de cada día
Mis amigos, la poesía
La ternura del amor
Gracias a Dios
Por los campos que florecen
Porque he visto muchas veces
La sonrisa del amor