Soy Susy, madre de tres hijos, una de 24 y dos de 19 años. Como madre, siempre he buscado la manera de acercarlos a Dios, pero muchas veces me cuestioné si estaba siguiendo el camino correcto. ¿Cómo puedo ayudar a mis hijos a encontrar a Dios en sus vidas?
Desde pequeños, deseaba que mis hijos conocieran y amaran a Dios. Sin embargo, reconozco que mi enfoque no siempre fue el mejor. Los presionaba para ir a misa y rezar, pero sin mostrarles con mi ejemplo lo que realmente significa vivir una fe activa.
Con el tiempo, mi esposo y yo decidimos dejar de presionarlos y optar por una estrategia diferente: asistir juntos a misa como pareja, esperando que el ejemplo y nuestras oraciones les mostraran el camino.
Descubriendo el rezo de las madres
Fue entonces cuando descubrí el rezo de las madres. Una mañana, en mi parroquia, encontré un grupo de madres que se reunían para rezar por sus hijos. Desde el primer día sentí que esto era justo lo que necesitaba: menos presión hacia mis hijos y más oración por ellos. Dedicar tan solo 15 minutos a orar me llenó de una paz que no había sentido antes.
Formando comunidad en la fe
Inspirada por esta experiencia, decidí formar un grupo de madres en un oratorio cercano a mi casa. Con el apoyo de otras madres, incluimos una oración a Santa Mónica, patrona de las madres, pidiendo su intercesión por nuestros hijos. Santa Mónica, con su fe y perseverancia, logró la conversión de su hijo san Agustín, y su ejemplo nos llenó de esperanza.
Esta iniciativa creció aún más cuando llevamos el rezo de las madres a la capilla del colegio de mis hijos. En las mañanas, nos reuníamos para orar y el capellán exponía el Santísimo, permitiéndonos tener una hora santa dedicada a pedir por nuestros hijos. Estas reuniones se volvieron momentos especiales de unidad y fe.
Pequeños frutos de esperanza
El rezo de las madres ha transformado mi vida. Ha calmado mi alma y me ha mostrado que toda oración tiene un propósito en el tiempo de Dios. ¿He logrado que mis hijos se acerquen a Dios? Todavía no asisten regularmente a misa ni al sacramento de la confesión, pero he visto pequeños frutos que me llenan de esperanza. En mi hogar, la presencia de Dios se siente. Mis hijos bendicen los alimentos, se encomiendan a su ángel custodio cuando viajan, y rezan en momentos de necesidad.
Un objetivo para el 2025
Dejar las preocupaciones en manos de Dios. Este nuevo año me planteo un objetivo claro: dejar de quejarme y buscar en la oración, en Dios, entregar todo aquello que me preocupa.
Quiero asistir más al Santísimo y dejar allí mis preocupaciones, confiando plenamente en que Él tiene el control y la respuesta.
La fe que transforma. Este año sucedió algo que no estaba en mis expectativas, de forma natural y partiendo de ellos, hemos compartido la oración junto a la corona de Adviento los domingos en familia. Aunque sea poco a poco, sé que están caminando hacia Él.
El rezo de las madres no solo transforma la vida de los hijos, sino también la de nosotras como madres. Nos fortalece, nos llena de paz y nos recuerda que el amor y la fe siempre encuentran el camino.
Ideas claves:
- No solo exigir a los hijos, sino guiarlos con el ejemplo de una fe activa.
- Ser madres más comprensivas, menos exigentes y con una actitud serena, es parte de lo que el rezo me ha enseñado.
La perseverancia en la oración y el amor encuentran el camino para acercar a los hijos a Dios. - En este 2025, buscar en Dios y en la oración la solución a nuestras preocupaciones, dejando todo en sus manos con confianza.