Una de las normas o prácticas de piedad básicas del plan de vida es el Ofrecimiento de Obras. Consiste en que cada mañana, nada más al despertarnos le decimos a Dios que todo lo que vamos hacer durante la jornada es para Él. Y como queremos ofrecerle solo cosas buenas, por así decir, renovamos el propósito de de no ceder, de no caer en la pereza o en la desidia, de afrontar los quehaceres con más esperanza, con más optimismo, bien persuadidos de que si en alguna escaramuza salimos vencidos podremos superar ese bache con un acto de amor sincero.
VÍDEO EXPLICATIVO:
El ofrecimiento de obras por la mañana es un acto de piedad que orienta bien el día, que lo dirige a Dios desde sus comienzos, de la misma manera que la brújula señala al Norte. El ofrecimiento de obras nos dispone desde el primer momento a escuchar y atender las innumerables inspiraciones y mociones del Espíritu Santo en este día, que ya no se repetirá nunca más.
La costumbre de ofrecer el día a Dios también la vivían los primeros cristianos, así nos lo cuenta Casiano: «apenas despertar, antes de enfrentarse de nuevo con el trasiego de la vida, antes de concebir en su corazón cualquier impresión, antes incluso de acordarse del cuidado de sus intereses familiares, consagran al Señor el nacimiento y principio de sus pensamientos».
Oración
Cada uno puede hacerla como quiera, aunque facilita mucho tener un modo habitual de hacer esta práctica de piedad, tan útil para que marche bien toda la jornada. Unos pronuncian alguna oración sencilla aprendida de pequeños o de mayores. Es muy conocida esta oración a la Virgen, que sirve a la vez de ofrecimiento de obras y de consagración personal diaria a Nuestra Señora: ¡Oh Señora mía! ¡Oh madre mía! Yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, ¡oh Madre de bondad!, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
Vale la pena añadir otras oraciones al levantarse: alguna oración más a Dios, a San José, al Ángel de la Guarda. Es un momento también oportuno para traer a la memoria los propósitos de lucha que se concretaron en el examen de conciencia del día anterior, renovando el deseo y pidiendo a Dios la gracia para cumplirlos.
Vivamos cada día como si fuera el único que tenemos para dedicárselo, procurando hacer las cosas bien, rectificando cuando las hemos hecho mal. Si actuamos así, un día será el último y también se lo habremos entregado. Entonces, si hemos procurado vivir ofreciendo continuamente a Dios nuestra vida, oiremos a Jesús que nos dice, como al buen ladrón: En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.
Este artículo es parte de la serie plan de Vida de 10 Min con Jesús América Latina. Para ver más material sobre la serie puedes seguirnos en Instagram o Facebook