sLa oración es un coloquio de amor. Sabemos que orar es comunicarse con Dios, es dialogar con aquel Dios que nos ama hasta el extremo, orar es abrir el corazón, es desahogar el alma, es dar gracias, es pedir, es confiar. Orar es amar. La oración une con un hilo el corazón de quien ora con el corazón sacratísimo de Nuestro Señor.
Así como dos amigos, requieren hablar para conocerse, para entenderse, para que los afectos crezcan, el alma necesita de la oración, como canal para comunicarse con aquel Dios de amor que nos ama. Es necesaria la oración, en la vida del cristiano. Y la oración no conoce edad ni condición, los jóvenes necesitan orar, los adultos necesitan orar, los ancianos necesitan de la oración para poder mantenernos siempre cerca a nuestro Creador.
Orar es confiar
Orar es amar, orar es confiar, orar es esperar, orar es buscar fuerza, orar es recargar el alma, orar es depositar en el corazón de Jesús: dudas, miedos, alegrías, inquietudes, turbaciones. La oración es unirse íntimamente con el Señor.
Los santos nos enseñan la importancia de la oración, lo importante que es la vida interior para el alma. Innumerables hombres y mujeres que vivieron de forma extraordinaria nos enseñan y nos recuerdan que incluso en medio de las dificultades, fueron capaces de hallar fuerzas, y respuestas orando. Los santos amaban, se entregaban porque en la oración tenían su soporte y su fuerza para poder continuar.
El mismo Jesús nos enseña que el amor es la respuesta y que orar es central para poder amar y dejarnos amar, es que el Maestro antes de predicar, antes de sanar, dedicaba muchos momentos de su día a la oración, y es que Jesús nos viene a enseñar que este es el camino de amor, el camino de la oración, es el auténtico camino que nos acercará al Señor.
En la oración hallamos consuelo
En medio de una tormenta Dios será siempre la paz a nuestras almas, nuestras rodillas y corazón postrados al Buen Dios nos darán consuelo y fuerzas para todo lo que estemos afrontando. Como un hijo acude a los brazos protectores de sus padres, nuestra alma acongojada, en Dios podrá hallar paz y consuelo. En medio de la adversidad, ora, quien mejor que Aquel que te creó y te conoce profundamente, para consolarte y aliviar tus dolores.
¡Qué caricia para el alma la oración!, ¡qué dulce bálsamo encontraremos en el diálogo con Dios! ¡E importante es para nuestra alma tener el corazón de Jesús al alcance de una oración, al alcance de una súplica! ¡Qué hermoso y reconfortante debe ser para nuestro corazón que el Dios de Amor, que el Dios que dio su vida por mí, me escuche, me consuele y me ame a través de una oración!
Siempre recordemos que, en medio de las dificultades, el ánimo y el consuelo vendrán de Dios, de ahí que es vital que nuestra alma esté en constante sintonía con el corazón de Dios. Un alma unida al Señor es un alma que se deleita en los consuelos del Padre que nos ama hasta el extremo.
Orar es amar, orar es dejarse amar
Y ya que estamos llamados a amar y amar sin medida, la oración es el camino más hermoso para poderlo hacer. Dos enamorados hablando se conocen, en el diálogo profundo y amoroso, aprenden a amarse, a comprenderse, a descubrirse y son capaces de abrir el corazón al ser que aman. Imagina tú y yo nuestra relación con Dios, una relación de un Creador que nos ama hasta el extremo, queremos enamorarnos cada día más de aquel Dios que nos ama con locura, es necesario pues que oremos y nos comuniquemos día a día con Él.
El corazón se goza en la oración, la oración es para el que quiere amar a Dios, como un hilo que une mi corazón con el corazón de Jesús, un hilo que trae a nuestra alma, todas las gracias que nuestra alma está necesitando, todos los consuelos y dulces bálsamos que el alma necesita para poder unirse más íntimamente a nuestro Señor.
Y orar es un acto de amor con nuestro prójimo. Orar es amar a nuestros semejantes, orar es hablarle a Jesús de nuestros seres queridos, familiares, orar es poner bajo custodia de Dios, aquellos seres que viven a nuestro alrededor. Nunca dejemos de orar por quienes amamos, nunca dejemos de hablarle a Dios de los sacerdotes, religiosos, para que el Señor custodie siempre su vocación, y para que juntos seamos uno en Jesús.
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