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Mario Rafael Monteverde

Licenciado en Comunicación Social. Profesor de Literatura y Filosofía. Máster en Administración de Empresas.

3 min

Hablar con Jesús (I): La Oración personal, el camino para ser amigos de Dios

Seamos sinceros: ¿Dios es lo primero en nuestra vida o es simplemente un personaje secundario del que solo nos acordamos en pocas ocasiones? Esta pregunta es más crucial de lo que parece, porque a veces damos por supuesto que Dios es lo más importante para nosotros y que lo amamos. Pero si uno profundiza un poco, se puede dar cuenta de que tal vez no quiere a Dios tanto como lo había pensado.

¿Los amas más que a Mí?

Para empezar a tener una vida de oración, tú y yo debemos tener claro si Dios es lo primero en nuestras vidas. En el Evangelio hay un pasaje en el que Jesús dice que “el que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí” (Mt, 10, 37). Claramente no nos está diciendo que no amemos a nuestros seres queridos, sino es una forma de decir que Dios tiene que estar sobre todas las cosas. Y claro está que, si Dios es lo primero en nuestras vidas, vamos a amar a los que nos rodean con todo el corazón, porque Él mismo lo quiere y nos lo ha mandado: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt, 22, 39).

Si pensando en esto, te das cuenta que efectivamente, tu amor por Él no es tan grande como creías o que tal vez Dios no es lo primero en tu vida, no te preocupes. Amar no es algo tan sencillo como parece, y Dios lo sabe perfectamente. De hecho, toda nuestra vida es una lucha constante para amar más a Dios y nunca es demasiado tarde o demasiado temprano para empezar a dar esta “batalla de amor”.

La gran aventura de la santidad

camino a la santidad

Entonces, si te decides, puedes comenzar a emprender la aventura de la búsqueda de la santidad, es decir, buscar amar a Dios con todo el corazón. Esos son los santos: personas pecadoras que han querido a Dios con todas sus fuerzas, a pesar de sus debilidades y sus errores, y que han puesto todo lo que ha estado en sus manos para estar cerca de Dios y llegar a quererlo con toda el alma.

Cuentan que una vez, la hermana de santo Tomás de Aquino (un gran filósofo y sacerdote del medioevo), le preguntó a su hermano qué debía hacer para ser santa, es decir para ir al Cielo. Él le respondió: “querer”. Ahí está la clave.

Si tú y yo aspiramos a ser santos y amar a Dios, hay que realmente quererlo. ¿Tú quieres?

¿Quieres de verdad ser santo?

santidad

Si tu respuesta es sí, entonces tendrás que demostrarlo poniendo todos los medios que tengas a tu alcance para intentar querer más a Dios: recibir frecuentemente los sacramentos (como la Confesión y la Eucaristía), formarte cristianamente.

Será de mucha ayuda, tener la guía de una persona capacitada para que te acompañe espiritualmente (como un sacerdote o alguna persona bien formada), leer la vida de Cristo en los Evangelios, y, por supuesto, hacer oración, que es de lo que hablaremos en estas páginas.

Hacer de Dios lo primero

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Si Dios es lo primero en nuestras vidas, o al menos queremos que lo sea, y de verdad quiero amarlo con todo mi corazón, entonces debo comprometerme. El compromiso es imprescindible para tener una verdadera vida de oración y, aunque suene un poco paradójico, la oración fortalece el compromiso.

¿Y a qué me comprometo? A hacer oración con constancia, todos los días si es posible. Como el enamorado que tiene deseos de hablar con la persona amada todo el tiempo. A “orar siempre sin desanimarse” (Lc, 18, 1), como nos pide Jesús.

Nuestra existencia no es una casualidad, hemos sido pensados y queridos por Dios desde siempre. Para cada uno de nosotros, Dios tiene una misión, un camino que quiere que sigamos para ser felices verdaderamente.

¿Cuál es ese camino que Dios quiere para mí? Eso lo debes descubrir tú mismo. Si analizas tus cualidades, tu personalidad, tus ilusiones, tus anhelos más profundos, tendrás unas pistas inmejorables para ir descubriendo ese camino. Pero el mejor lugar para saber qué es lo que Dios quiere de ti, es la oración, el encuentro personal de Dios con el ser humano.

No hay excusa que valga para nosotros

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Escrito por

Mario Rafael Monteverde

Licenciado en Comunicación Social. Profesor de Literatura y Filosofía. Máster en Administración de Empresas.

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