Señala en Concilio Vaticano II que corresponde a los sacerdotes el ministerio pastoral del acompañamiento espiritual, pues por el sacramento del Orden, Dios los ha ungido y confortado especialmente para que, en persona de Cristo Cabeza, puedan enseñar, guiar y santificar a los fieles. Pero también es cierto que a veces confiere el Señor este mismo carisma a religiosos no ordenados.
En todo caso, sean sacerdotes, religiosos o laicos, los acompañantes espirituales necesitan tener ciertos dones naturales y espirituales, como es obvio, pues si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo (Mt 15,14). Por eso, San Juan de la Cruz recomienda con tanto empeño al que va a tomar un acompañante espiritual mirar en qué manos se pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo (Llama 3,30-31).
Para ofrecer un acompañamiento espiritual que lleve a un proceso eficaz de la vida espiritual, hace falta en el director un conjunto de cualidades que difícilmente se encuentran reunidas en un solo hombre. Hay que contar con la limitación humana y sobre todo recordar que la fuerza de Dios se manifiesta preferentemente en la debilidad del hombre.
A continuación, describimos brevemente unas cuantas virtudes o disposiciones que son necesarias para un fructuoso acompañamiento espiritual
1. CARIDAD
El acompañamiento espiritual es un servicio de caridad y de amor al prójimo. Es un modo de llevar adelante los sueños de Dios para cada persona. Este servicio, abnegado y generoso, no busca otra recompensa que la de contribuir al amor de Cristo. La caridad lleva a dejar gustosamente todo lo personal, sin retroceder ante el sacrificio, haciéndose todo para todos (1Cor 9,22), con el fin de allanar y facilitar el camino de santidad de cada alma.
2. HUMILDAD
En la búsqueda de la santidad, el modelo es Cristo. Y el modelador, el Espíritu Santo. Quien recibe la misión de orientar debe tener la conciencia clara de no ser más que un instrumento —inútil de suyo, pero poderoso por la gracia de Dios— para ayudar a la persona. La humildad es condición de eficacia, porque permite que la gracia divina fluya sin obstáculos y sin impedimentos. Y, más que en los gestos y en las palabras, se manifiesta en la apertura y la sensibilidad para buscar y acoger lo que Dios quiere cada persona.
3. ORACIÓN
El fin del acompañamiento espiritual es cooperar con la gracia del Espíritu Santo para que la vida de Cristo se forje en las almas. Es una tarea sobrenatural, que solamente puede cumplirse en y a través de la oración. La oración trae luces, remueve obstáculos, ilumina nuevas perspectivas y sostiene en los momentos de cansancio o dificultad.
4. LUCHA POR LA SANTIDAD
Nadie da lo que no tiene. La santidad es vida y no puede reducirse a un entramado de disposiciones y obligaciones. La lucha por acercarse a Cristo —aún en medio de los errores y las debilidades— es fuente de una experiencia vital que se convierte en parte del mensaje que Dios desea transmitir. Solamente el esfuerzo cotidiano por corresponder a la gracia pone al alma en condiciones de captar el sentido divino de los acontecimientos y transmitirlo a los demás.
5. PRUDENCIA
Prudencia no es necesariamente precaución. Es la virtud que ayuda a determinar los medios más adecuados para conseguir un fin, en este caso, la santidad. El acompañamiento espiritual debe tener muy claro que el fin es la identificación con Cristo, y debe dar primacía a los medios espirituales: oración y mortificación. La prudencia permite ver las circunstancias que rodean a la persona, y ayudándole a captar en ellas la voluntad de Dios, la impulsa a metas magnánimas y realistas al mismo tiempo, sin dejar que quede aprisionada por consideraciones demasiado humanas o cortada por horizontes poco sobrenaturales.
6. SINCERIDAD
El director espiritual debe decir lo que sea necesario para el bien del alma. Hay algunos disgustos que son necesarios para el crecimiento espiritual. Evitarlos a toda costa con la falsa excusa de no contristar genera heridas internas que antes o después acaban brotando violentamente hacia el exterior. En cambio, decir con claridad y prudencia una verdad dura, pero necesaria saca al alma de muchos descaminos y se convierte en el grano de trigo que después de morir despunta con fruto abundante.
7. DESPRENDIMIENTO
«Conviene que el crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30). El acompañamiento espiritual es un medio para que la persona se identifique con Cristo. El centro es Cristo, y la identificación de cada alma con él. Es necesario apartarse con delicadeza para no estorbar ese vínculo indisoluble y único que une al alma con Dios. Hay que vigilar para no caer en las redes de protagonismos vanidosos, enseñando a las personas a poner en el amor de Dios la meta de todos los esfuerzos.
8. EXIGENCIA
La santidad requiere el heroísmo de la perfección cristiana y el acompañamiento espiritual es un medio para conseguirlo. Por eso, nunca deben menoscabarse las exigencias del deber. Al mismo tiempo, es necesaria una recia finura de alma, para poder discernir, «aquí y ahora» lo que cada persona pueda entregar. No se trata de pedir cosas que estén fuera del alcance de una situación concreta, sino de vigilar con atención para que el alma no abandone la lucha por cobardía, pereza u olvido.
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