«Siendo ya muy tarde y estando cerradas las puertas de la casa, donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús y apareciéndose en medio de ellos les dijo: La paz sea con vosotros» (Juan 20 19-20).
La Sorpresa
La imagen que da el Evangelio de san Juan sobre Pentecostés siempre me ha llamado la atención. Porque… me sorprende el que nadie se haya alarmado de ver a Jesús vivo, entre ellos. ¡Es que imaginen que alguien falleciese, y se presentara a 50 días de su muerte en una reunión familiar! De seguro que causara gritos, llantos y más de un desmayo. Porque sabemos que la muerte, por lo menos del cuerpo, es definitiva.
Pero, los discípulos no gritaron ni se alarmaron, en lugar de esto, se llenaron de paz. Porque Cristo, quien es paz, venía a regar sobre ellos al Espíritu Santo.
Somos Paz
Por eso, como seguidores de Cristo, debemos, en todo lo que hagamos y en todo lo que digamos, procurar traer paz a quienes nos rodean, como lo hizo Cristo. Porque sin paz resulta difícil que podamos cultivar los dones del Espíritu Santo en nuestras almas.
Entonces, remordámonos la lengua antes de decir algo que pueda ofender a otro (aunque sea verdad), pongámonos una sonrisa en la cara, aunque queramos tener una mueca, usemos palabras cordiales y un trato amable.
«Faking it»
Como se dice en inglés, «fake it until you make it«, se pueden lograr grandes cosas si empezamos con un propósito firme de ser paz para otros y nos mantenemos perseverantes.
Si no me lo creen a mí, pueden revisar varios estudios realizados, por ejemplo sobre cómo el hecho de sonreír puede aumentar la felicidad de las personas. Entonces, parece ser que hay acciones que podemos realizar, que inicialmente pensamos no sirven para nada, pero que tienen un sentido en nuestras vidas.
La Unidad
Y bueno, cuando se apareció Jesús en el día de Pentecostés, los discípulos estaban todos juntos, en una habitación con la Virgen María. Sí, claro que estaban lejos de la vista de quienes los perseguían, pero encontraban gran consuelo al estar unidos en oración.
Y no es casualidad que en ese momento se apareció Cristo y trajo con Él al Espíritu Santo. Es que cuando nos unimos como un cuerpo, desde la oración, tenemos gran fuerza espiritual y estamos listos para recibir los dones del Espíritu Santo. Porque, la vida espiritual no se vive individualmente… cada uno de nosotros somos miembros del cuerpo del Señor, y somos uno solo dentro de la Santísima Trinidad.
El Templo
Seguramente habrán escuchado que la Iglesia es templo del Espíritu Santo, pero ¿qué significa?
Pues, la Iglesia nace del amor que une al Padre y al Hijo, que es el Espíritu Santo, Él que da fuerza al débil y sabiduría al necio. Recordemos que solamente después de Pentecostés los apóstoles conforman la Iglesia y salen en su labor misionera. Sin Pentecostés no existiría la Iglesia, ni tampoco habríamos conocido la Buena Nueva, que Cristo murió para salvarnos.
El aliento
«Jesús les volvió a decir: ‘¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envío yo también. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos» (Juan, 20-23).
Y sí, el Espíritu Santo es el aliento del Cristo que fue soplado encima de los apóstoles. Con esa acción, Jesús instituye también el sacramento de la confesión. Es claro que en lo que dice que son los apóstoles quienes deben perdonar los pecados, claro, primero conociéndolos (por esto, la confesión).
Confesémonos
Y es que el objetivo de la Iglesia es hacer santos, y es a través de la confesión que podemos llegar al cielo. Por esto, en este día de Pentecostés quiero invitarlos a confesarse, aunque lo hayan hecho hace dos semanas, o hace diez años. Es el momento de regresar al Señor, porque nuestro objetivo de vida es ser santos.
¿Estoy creciendo en santidad?
La Universalidad
Por último, quiero recalcar que el mensaje de Cristo es para todos. Desde el comienzo, Jesús no discriminaba, estaba con todos, era amigo de prostitutas y samaritanos, a pesar de venir del pueblo de Israel. Por eso sabemos que era realmente inclusivo (por usar una palabra moderna), y que no veía el origen de las personas, sino la calidad de sus almas.
Y por supuesto, «católico» significa universal. Una misión que la Iglesia se planteó desde el inicio, cuando los apóstoles viajaban a tierras lejanas para evangelizar. Y hasta ahora, la Iglesia está presente en todos los rincones de la tierra, buscando hacer santos. Todo esto lo puede hacer porque el Espíritu Santo la guía, a cada paso.
Vamos a dar gracias al Señor, porque por la acción del Espíritu Santo, la Iglesia no ha vacilado en ningún momento de la historia y porque también gracias a este don del Espíritu Santo, que habita en nuestra alma en gracia, estamos capacitados para ser imagen de Cristo y es que solamente vive Cristo en nosotros cuando por la acción del Espíritu Santo nuestros pensamientos, nuestros deseos, y nuestras obras se identifican con los pensamientos, los deseos y obras de Cristo. Por esto es importante que hoy y siempre sigamos el consejo que le dieron a san Josemaría en la dirección espiritual, en relación con el trato con el Paráclito: tenga amistad con el Espíritu Santo. No hable: óigale.
Oración al Espíritu Santo
San Josemaría contó muchas veces que había vivido con mucha intensidad la devoción a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Todos los años hacía el Decenario al Espíritu Santo, utilizando el libro de Francisca Javiera del Valle. En abril de 1934 compuso una oración al Paráclito:
¡Ven, oh Santo Espíritu!: ilumina mi entendimiento, para conocer tus mandatos: fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo: inflama mi voluntad… He oído tu voz, y no quiero endurecerme y resistir, diciendo: después…, mañana. Nunc coepi! ¡Ahora!, no vaya a ser que el mañana me falte. ¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría, Espíritu de entendimiento y de consejo, Espíritu de gozo y de paz!: quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras…