Jesús nos enseña el camino a la felicidad
Dios es Amor, es donación. Toda su vida Jesús vive volcado a los demás, desea hacer la voluntad del Padre, que quiere que todos se salven.
Ese vivir entregándose a los otros, especialmente a los más necesitados (enfermos, pobres) es un camino de preparación para el momento culmine de su entrega total que se produce el Viernes Santo, desde su angustiosa oración en el Huerto de los Olivos, pasando por su flagelación y la humillación de la corona de espinas hasta cargar el peso de la cruz para ser levantado y clavado de manos y pies.
¡Míralo en la cruz! ¿Qué ves? ¿Un hombre sufriendo? Sí, pero es mucho más que eso. Es un hombre-Dios, que nos ama hasta el extremo, hasta dar la vida por sus amigos.
¡Míralo otra vez!. Tiene los brazos abiertos, quiere abrazarte, perdonarte, acogerte. Nos muestra que después del sufrimiento, del dolor de la cruz, viene la resurrección, la vida eterna.
”Hoy estarás conmigo en el paraíso” le responde al ladrón arrepentido. Su mensaje es de esperanza. Esperanza en la fuerza transformadora del amor. Jesús nos enseña a amar de verdad y el amor es el camino a la felicidad.
En cuaresma, un corazón muy cercano al de Jesús.
La cuaresma es tiempo de preparación para acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección. Así como los cuarenta días que él pasó en el desierto, antes de comenzar su vida pública, durante la cuaresma preparamos nuestro corazón para tenerlo más cerca del suyo, más libre de las cosas que nos distraen y alejan de él, para aprender a ser más generosos con Dios y con las personas que nos rodean.
Las manifestaciones de ese “darse” son concretamente: la oración, la limosna y el ayuno.
En la oración, a través de esa conversación íntima con el Señor, mi Padre, que me quiere feliz.
Le pregunto con confianza ¿qué esperas de mí? ¿Cómo enfrentar esta dificultad? ¿Puedo tratar mejor a mis hijos, a mis compañeros de trabajo? ¿Cómo corresponder mejor a tu amor? ¡Muéstrame Señor!
En la limosna, que no es dar lo que nos sobra sino estar atentos a las necesidades de los que nos rodean (más en las circunstancias actuales de pandemia).
¡A cuántas personas puedo ayudar con oración, con una conversación, entregando compañía, una sonrisa, una oportunidad de trabajo o ayuda material!
En el ayuno, que implica privarse de lo que nos impide llenarnos de la gracia y el amor de Dios. ¿Qué cosas me distraen y hacen que viva cada día como si Él no existiera?, ¿por qué no dejo un rato el whatsapp? ¿cómo evito comentarios hirientes o pesimistas? ¿por qué no disminuyo los reclamos por las cosas que no me resultan como quiero?
Si deseo parecerme un poco más a Jesús, ¿cómo puedo quejarme tanto? Mira al cordero de Dios, cómo se deja escupir, golpear, humillar sin abrir la boca.
Tantas veces quiero resolver los problemas poniendo toda la confianza sólo en mis fuerzas, dejo a Dios a un lado, a veces me estorba o lo pongo a prueba, quisiera que su ayuda fuera más evidente. Pero no, Dios habla despacio, habla en el silencio. Ayúdame Jesús a ayunar del ruido y del bullicio para poder escuchar lo que me quieres decir.
Limpiar el corazón y llenarlo de esperanza
Aprovecha bien este tiempo de cuaresma, limpia tu corazón con una buena Confesión y pídele al Señor que te ayude este año a seguirlo muy de cerca, como la Santísima Virgen, al pie de la cruz, aprendiendo a tomar tu propia cruz (ese problema que te aflige, esa enfermedad que te limita) con mucha esperanza, porque Cristo ha resucitado y nos acompaña siempre.
Gracias por ayudarnos a estar Cercade Jesús y su para que muchas personas aprendan a tratarle
Gracias por ayudarnos a estar Cercade Jesús y su para que muchas personas aprendan a tratarle