De repente, empecé a sentir que se me venían muchas ideas a la cabeza, pero me focalicé primordialmente en una. Pensé, ¿por quién o por qué siempre pido intercesiones? A veces, me olvido de pedir por algún enfermo, por las vocaciones o hasta por mis seres queridos.
Sin embargo, recordé que en cada Santo Rosario hay un punto en particular que jamás se me pasa por alto, y es pedirle a nuestra Madre que interceda por las personas privadas de libertad.
Historia de un alma
Uno de los primeros libros católicos que leí durante mi proceso de conversión fue ¨Historia de un alma¨, que relata el amor incondicional de santa Teresita de Liseux hacia Jesús. Aquí se cuenta, como santa Teresita a los 14 años antes de ingresar al convento, pide por la conversión de un asesino que fue condenado a muerte.
Resulta que, el asesino durante el juicio no se declaró culpable ni mostró señales de arrepentimiento, tampoco se confesó, pero antes de ser ejecutado besó tres veces un crucifijo, una vez en cada herida de Jesús.
Leer esto sacudió mi interior. Primero al tratar de entender que no debo juzgar a alguien que esté preso, pues desconozco los motivos que tuvo para cometer el mal y tampoco tengo que justificarlos.
Pudo ser un asesino, violador, estafador, o por diversas razones más que no viene al caso analizar. Pero lo que sí merece la pena, es tener misericordia por ellos y pedir por la conversión de su alma.
En muchos casos ellos desconocen que Dios los ama y que los perdona si hay arrepentimiento. No saben que Jesús dio su vida y que es capaz de dejar a 99 por él o por ella.
La humanidad de los presos
Con todo lo que menciono, quiero decir, que hay que mirar la humanidad de los presos. Que doloroso vivir con una culpa día a día. Ese dolor que te impide ver que no todo está perdido, que puedes reconciliarte. Después de todo, la pena terrenal la está pagando, pero ¿qué pasa con la pena del remordimiento, de la vergüenza, esa pena que no te permite acercarte a Dios o estar en comunión con Él?
Cuando pedimos la intercesión por la conversión de los presos, pedimos para lograr que más almas lleguen al Cielo, que el que se equivocó conozca a Jesús, lo busque, lo encuentre y lo ame. Solo así, ellos podrán curar la herida del error que cometieron y saldar su deuda tanto terrenal como espiritual.