San Ignacio de Loyola Fundador de la Compañía de Jesús y autor de los Ejercicios Espirituales en 1491, en Loyola. Su niñez pertenece al siglo XV, es decir, al otoño medieval con restos feudales y luces nuevas de Humanismo y Renacimiento; su juventud y madurez al siglo XVI, a la época de Lutero, de Carlos V y del Concilio de Trento en sus primeras etapas.
Poco de historia
Nacido en un período histórico de transición no es de extrañar que algo de medieval tenga su corazón, aunque su espíritu será siempre moderno, hasta el punto de ser tenido por uno de los principales forjadores de la moderna catolicidad, ardientemente apostólica, sabiamente organizada y con un romanismo bien definido. La universalidad del apostolado y el servicio al Papa serán las notas más típicas de la Orden por él fundadas.
Último de 12 hijos, después de la muerte de su madre, será alimentado por una nodriza catalana de quien aprendió el idioma, además el gusto por la música.
La educación que recibió en su casa era profundamente religiosa, su padre quería enderezarlo hacia la carrera eclesiástica, pero al niño le fascinaba mucho más la vida caballeresca y aventurera de sus hermanos mayores.
Costumbres cortesanas y caballerescas
Poco antes de morir su padre, fue enviado al palacio de Don Juan Velázquez de Cuellar en donde fue educado en los modales, costumbres cortesanas y caballerescas.
A la muerte del Don Juan Velázquez, se acogió al Virrey de Navarra, en donde espada en mano participó en apaciguar los tumultos.
También se enroló contra los franceses, hasta caer herido en ambas piernas por una bala de cañón en 1521. Durante la convalecencia al no encontrar libros de caballería, se puso a leer la vida de los santos de Jacobo Voragine, y la vida de Cristo de Ludolfo el Cartujano.
La conversión de San Ignacio
Su corazón quedó con intensos deseos de imitar las hazañas de estos héroes, ahora al servicio no de un rey, sino del Rey Eterno y Universal que es Cristo, su conversión y entrega a Dios fue total y perfecta en 1521.
En 1522 sale de Loyola con dirección a Tierra Santa, se detiene unos días en el Monasterio de Montserrat donde deja sus lujosas ropas y las cambia por vestimenta sencilla.
Durante su recorrido llevó una vida de soledad, oración, penitencia, apostolado y ayuda en los hospitales.
En una cueva san Ignacio de Loyola, escribió sus primeras experiencias espirituales, normas, consejos y meditaciones, que con los años se convertirían en el libro inmortal de Ejercicios Espirituales, “el código más sabio y universal de la dirección de las almas”, como dijo el papa Pío XI, libro que no es para ser leído, sino practicado.
Continúa su peregrinación de esta forma: siempre en contemplación y finalmente mendigando, sube a un barco que lo deja en la costa de Palestina donde visita los lugares santos de Jerusalén, pero no le permiten quedarse ahí.
Persuadido de que para la vida apostólica son necesarios los estudios a los 33 años va a Barcelona donde aprende gramática latina, luego va a la universidad de Alcalá.
La Compañía de Jesús
Estudia también en Francia para ampliar sus conocimientos en filosofía y teología, todo esto en favor del apostolado, se queda 7 años y ahí junto con sus compañeros que serán los pilares de la Compañía de Jesús: Fabro, Javier, Laínez, Salmerón, Rodríguez, Bobadilla, con quienes hace voto de pobreza, castidad y vida apostólica.
Se ponen a órdenes del Sumo Pontífice. Poco antes de entrar en la ciudad de Roma tiene una fuerte experiencia mística, le confirma la idea de formar en 1537, una Compañía o grupo de apóstoles, que llevará el nombre de Jesús, lo que finalmente fue aprobado en 1540 por el papa Paulo III.
Sus primeros discípulos salen con misiones pontificias a Italia, Trento, Alemania, Irlanda, India, Japón, Etiopía, Congo, Brasil. Ignacio se queda en Roma enviando cartas con órdenes del Papa a los discípulos, además de predicar, enseñar el catecismo en las plazas, remediar las plagas sociales, fundando instituciones y patronatos para los pobres, enfermos, huérfanos, judíos, mujeres perdidas o en peligro, etc., mereciendo el nombre de apóstol de Roma.
El Colegio Romano
Con el afán de servir al Pontífice y para que cuente con un plantel de doctores crea el Colegio Romano a cuyo lado surge el Colegio Germánico (1552) que tenía por finalidad educar a los jóvenes sacerdotes alemanes que habrían de trabajar en su patria contra las herejías que seguían creciendo.
A los jesuitas esparcidos por todo el mundo los exhorta a dar los ejercicios espirituales; a enseñar el catecismo a los ignorantes; a visitar los hospitales; a tratar con los pobres y también a tratar con los príncipes para moverlos a una conducta moral y a una política cristiana.
Su mirada apostólica se extiende a todas las naciones. Sus últimos años de vida despliega increíble actividad, fundando colegios y universidades para la formación de la juventud y del clero, en donde se enseña gratuitamente desde los elementos de la gramática y el catecismo hasta la teología.
Dicta sabias normas de táctica misional para los que evangelizan tierras de infieles, y no menos prudentes reglas propone para la restauración católica en Alemania y Austria.
Al vasto movimiento de la Reforma católica él le dio dos elementos fundamentales: una espiritualidad recia y segura, la de los ejercicios espirituales, y la enseñanza cristiana de la juventud, descuidada hasta entonces. Su devoción al Vicario de Cristo y a nuestra Santa Madre Iglesia, brotan naturalmente de su apasionado amor al Redentor “nuestro Señor Jesucristo”.
Murió en Roma sin que casi se dieran cuenta sus compañeros, el 31 de julio de 1556.
Las experiencias de Dios en los ratos de oración y meditación, inspiraron a san Ignacio a dejar ese legado tan profundo como son los ejercicios espirituales y la educación a los más pobres y necesitados, en pocas palabras: Amor a Dios y apostolado.