¿Se puede ser Santo en estos tiempos?
Creo que es todo lo contrario, ahora es cuando el mundo más necesita de personas comunes que vivan y den testimonio del Evangelio en el día a día. En un mundo marcado por la corrupción, por el egoísmo, por buscar el bien propio sin mirar el prójimo, es cuando más se necesitan testigos de que la obediencia a Dios, la humildad, el servicio y amor no solo es posible, sino que es el camino.
Muchas veces creemos que los Santos fueron o son seres fuera de lo común que nacieron santos o predestinados a ser santos, pero no es así. Los Santos son seres tan humanos como todos nosotros, pero que se dejaron enamorar de Cristo.
Todos estamos llamados a ser Santos
La santidad es un llamado universal. Un llamado que no es para unos pocos o elegidos, es para todos, así lo demuestran las Sagradas Escrituras. Desde el Antiguo Testamento, Dios llama a su pueblo a ser santo, así en el Levítico, Dios Padre, a través de Moisés dice “Sean santos para mí, porque yo soy Santo”. En el Nuevo Testamento, el llamado que Jesús nos hace a la santidad es constante:
“Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mateo 5:48)
“Si es santo el que los llamó, también ustedes han de ser santos en toda su conducta, según dice la Escritura: Serán santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:15-16)
“Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor.” (Hebreros 12:14)
“Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia.” (2 Timoteo 1:9)
Las Sagradas Escrituras no solo nos llaman a ser santos
Las Sagradas Escrituras no solo nos llaman a ser santos, sino también nos enseñan el camino para serlo. La primera enseñanza sobre la santidad es que debemos ser santos para Dios, no para nosotros mismos ni para nuestro propio beneficio, sino para el servicio del Reino de Dios, para el cumplimiento del Plan Divino.
Las citas demuestran también que la santidad no se obtiene por méritos propios sino por la gracia y obra de Dios, es decir la vida en abandono a Él. Es sorprendente que la Biblia asegure que el centro de la santidad es la obediencia;
“¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra” (Salmo 119:9).
Las Sagradas Escrituras nos enseñan que la santidad no es cuestión de una época o de unos pocos elegidos, que puede ser alcanzada por todos y en todos los tiempos. La santidad es un camino y la respuesta al llamado de Dios. Este camino se resume en seguir a Cristo, imitarlo y abandonarse en Él; “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).
Santos y próximos Santos de nuestros tiempos
Cuando pensamos en los Santos, nuestra mente viaja al pasado, cientos o miles de años atrás. Pensamos en san Agustín, en san Francisco de Asís, santa Clara de Asís, santo Domingo, santa Teresa de Ávila, parecería que no existen Santos en nuestros tiempos. ¡No es así! también los hay, y cada uno de ellos nos enseña y demuestra que ser santos en nuestros tiempos está vigente.
San Josemaría Escrivá: Este maravilloso Santo demostró con su vida y sus palabras que la santidad se alcanza sirviendo a Dios en las tareas ordinarias como el trabajo y el estudio: transformándolas en extraordinarias.
San Juan Pablo II: El Papa de la juventud, que llamó a los jóvenes a perder el miedo de seguir a Cristo sin condición.
Santa Teresa de Calcuta: La Santa que fue el fiel testimonio del servicio y el amor al prójimo en la humildad.
Beato Carlo Acutis: Está pronto a ser canonizado. En su corta vida, pues falleció en el año 2006 a sus 15 años, fue ejemplo de que la tecnología puede estar al servicio de la evangelización, y, que los jóvenes pueden vivir el Evangelio en pleno Siglo XXI.
Cada uno de ellos dio testimonio de que el mundo actual no es ajeno a la santidad, por el contrario, es la oportunidad de ser ejemplo de que en la modernidad la vida en y para Cristo es posible.
Si estudiamos su vida y la de los Santos pasados, podemos encontrar virtudes comunes. Virtudes que no son dones extraordinarios, sobrenaturales o incompatibles con nuestro mundo: una vida de oración, con especial devoción al Santo Rosario y a María; la práctica constante de los sacramentos; la humildad; el servicio; y, la obediencia a Dios. Todas estas prácticas y virtudes están tan vigentes en nuestros tiempos como en siglos pasados, y todas ellas constituyen la esencia de vida de los católicos, solo es cuestión de decidir vivirlas todos los días.
¿Podemos ser Santos en el Siglo XXI?
¡Sin duda la respuesta a esta pregunta es si! La santidad es posible, no es cosa del pasado. El llamado a la santidad que Dios nos hace en su Palabra es para todos los seres humanos y para todos los tiempos.
Si Él nos llama a ser Santos, es porque podemos serlo, no por nuestros propios méritos que son limitados, sino por su gracia que es infinita. Si el Señor nos pide ser santos, es porque ha puesto en nosotros lo necesario para serlo.
Seguir a Cristo, sin condiciones, no está pasado de moda, seguir a Cristo es también posible en el mundo ajetreado en el que vivimos. Vivir el llamado a la santidad no es vivir fuera del mundo, aunque a veces sí nos demanda vivir en contraposición a éste; es ser testigos del amor de Dios en una sociedad cada vez más alejada de Él.
Es vivir en el mundo sin pertenecer al mundo. No es un camino sencillo, es de valientes, pero sin duda vale la pena.
Vivir el llamado a la santidad es practicar la obediencia y el abandono en Dios en cada una de nuestras actividades. Es poner nuestra vocación de padres, hermanos, hijos, profesionales, esposos, religiosos, solteros, políticos, al servicio de Dios y no de nosotros mismos. Es vivir bajo el amparo y guía de María, entregándole a Dios un sí sin medida. Buscar la santidad es, como dijo san Juan Pablo II, “Perder el miedo de mirarlo a Él”.