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Santos Pedro y Pablo: de pecadores a santos

Pablo y Pedro

Celebrando el martirio

¿Se les hace extraño celebrar el martirio, la muerte de los apóstoles de Cristo? Es verdad que cada vez que celebramos a un santo, estamos en realidad celebrando su muerte y su entrada al cielo. Porque todos, sí ustedes y yo también, estamos esperando la muerte para encontrarnos por fin con nuestro Señor.

Tomando en cuenta que la Iglesia nos llama a celebrar la muerte, y específicamente el martirio de éstos grandes, hoy los invito a conocer más a san Pedro y san Pablo.

Diferentes pero unidos por Cristo

Además, es curioso, que celebremos a san Pedro y san Pablo en el mismo día, ya que, a pesar de ser ambos seguidores de Nuestro Señor, no podían haber sido más diferentes.

San Pedro era judío de raza y fe, había vivido toda su vida en Galilea, y se sentía muy a gusto dentro de la tradición judía. En cambio, san Pablo, era judío también, pero de los que sufrieron la diáspora que inició con la invasión de Babilonia, se sentía muy cómodo con las culturas griegas y romanas, además fue él quien inició la revolucionaria idea de que Dios era Padre de todos, judíos y gentiles.

Durante sus vidas, ambos tuvieron una manera diferente (y en ocasiones enfrentada) de ver la cristianización del mundo, algo que trajo gran riqueza a la Iglesia Primitiva, tanto en fe como en teología. Pablo fue más influyente teóricamente, tuvo grandes epístolas que pasaron a ser parte de nuestra biblia, sin embargo Pedro fue el primer Papa, y quien popularmente es más querido.

San Pedro

Si alguna vez han tenido la gracia de visitar Roma, de seguro que pasaron por la Basílica de San Pedro. Se llama así porque es el sitio donde fue crucificado San Pedro, décadas después de haber visto a Jesús morir y resucitar.

Fue Nerón quien, al tener una grave crisis en sus manos por causa de un gran incendio en Roma, culpó a los cristianos de haberlo iniciado, y de esta manera mover la atención del pueblo a este grupo de personas. Y fue él, Nerón, quien ordenó la captura y crucifixión de Pedro.

El renacer de Pedro

Pedro, al no sentirse digno de morir como su Maestro, pidió (y se lo concedieron) morir crucificado de cabeza.

Es claro que Pedro tuvo un cambio inmenso, en su fe y en su fuerza de espíritu. No soy teóloga ni tampoco he estudiado las Santas Escrituras de forma académica, pero me atrevo a afirmar que el Pedro que huyó despavorido durante la pasión desapareció, y en su lugar quedó el Pedro que no sentía merecer la cruz de Jesús.

San Pablo

San Pablo es el santo de los gentiles, de quienes no somos judíos, porque fue él quien buscó convertir a todos. Vivió como misionero, trasladándose de un lado a otro, con la certeza de que hacía lo que Dios quería de él. Porque san Pablo sabía que la Buena Nueva de Cristo debía ser compartida con todos.

Fue, al igual que san Pedro, condenado a muerte en Roma en tiempos de Nerón, en el año 64DC. Pero, como no podían crucificarlo, por ser Pablo ciudadano romano, fue decapitado con una espada. Y en su vida de misionero, que acabó abruptamente, tuvo gran cantidad de cartas que envió a comunidades cristianas por todo la tierra, un evangelizador a distancia y en persona, es el gran misionero.

El origen

Saulo era judío pero al mismo tiempo ciudadano romano, era muy inteligente, estudiado y un gran soldado. Sabemos que inclusive estuvo presente cuando san Esteban fue apedreado.

Por sus servicios y la convicción que tenía de que el cristianismo debía de desaparecer, los líderes judíos le encargaron que apresara a los cristianos que estaban en Damasco.

Y fue allí, en el camino a Damasco, que la vida de Saulo cambió para siempre, y el comienzo de su vida como san Pablo.

La conversión de Saulo

 

Cuenta el mismo san Pablo, que antes de su conversión tenía de nombre Saulo, que en ese camino de Damasco escuchó a nuestro Señor. Jesús le preguntó:

«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).

Después de escuchar estas palabras, san Pablo cae de su caballo y queda completamente ciego. No fue hasta que ya en Damasco, Ananías (siguiendo la voluntad del Señor), hace que recobre la vista, y le da también una nueva razón de vida, esparcir el evangelio. Saulo entonces se cambia de nombre a Pablo, y parte a buscar a san Pedro para ponerse a sus órdenes.

Jesús

 

La raíz del cambio de Pedro y de Pablo fue Jesús. Él que hace nuevas todas las cosas, El que nos perdona todos nuestros pecados y nos espera en todas las iglesias del mundo, pequeño dentro del Sagrario.

Entonces, cuando me vuelvo a equivocar y cuando me descubro una imperfecta seguidora de Cristo, recuerdo a estos dos santos. Santos que no siempre fueron santos, porque a veces cuando pensamos en la santidad, asumimos que debimos prácticamente nacer santos, y nunca cometer errores.

Pecadores que se hacen santos

Pero la característica más bella de nuestra fe es que todos, hasta los santos, tenemos pecados, errores y faltas. Pero en Jesús podemos encontrar nuestra santificación.

Y este es el caso de los santos Pedro y Pablo. Pedro negó a Jesús cuando Él más lo necesitaba, en medio de la Pasión, y Pablo perseguía a los cristianos, usaba violencia contra los que serían en el futuro sus hermanos cristianos. Ninguno hizo siempre lo que Dios esperaba de ellos, pero ambos supieron cambiar sus formas de vivir y ser auténticos seguidores de Cristo.

Nosotros también

Y sí que enciende en mí un deseo de mejorar, de llegar a la santidad, cuando leo sobre estos santos apóstoles Pedro y Pablo. Porque ellos son iguales a nosotros, tuvieron sus tentaciones, negaron a Jesús, y cometieron muchos errores en sus vidas, pero encontrándose con Cristo, pudieron enderezar sus vidas y agradar a Dios.

Es por esto que debemos, siempre que podamos, acercarnos a Jesús en la santa comunión. Tener como costumbre la confesión continua, y visitar al Santo Sacramento, para que en la comunión perfecta de los santos, podamos pedir la intercesión de san Pedro y san Pablo y así alcanzar la santidad.

Oración

 

¡Oh Santos apóstoles Pedro y Pablo!

Yo los elijo hoy y para siempre por mis especiales protectores y abogados;

y me alegro humildemente tanto contigo, san Pedro, príncipe de los Apóstoles,

porque eres la piedra sobre la cual edificó Dios su Iglesia;

como contigo, san Pablo, escogido por Dios para vaso de elección y predicador de la verdad en todo el mundo.

Alcánceme, les suplico, una fe viva, una esperanza firme y una caridad perfecta;

atención en el orar, pureza de corazón, recta intención en las obras, diligencia en el cumplimiento de las obligaciones de mi estado,

constancia en los propósitos, resignación a la voluntad de Dios y perseverancia en la divina gracia hasta la muerte;

para que mediante sus intercesiones y sus méritos gloriosos, pueda vencer las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne,

me haga digno de presentarme ante el supremo y eterno pastor de almas Jesucristo,

que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos,

para gozarle y amarle eternamente.

Amén.

 

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