María Cecilia Sánchez actualmente ejerce el cargo de Directora Ejecutiva de la Fundación Sánchez Aguilar, cuyo propósito es mejorar el nivel de vida de todos los sectores de la sociedad.
María Cecilia desde su juventud siempre ha estado involucrada en programas de acción social y mejoramiento integral del ser humano. Por tal motivo dentro de la Fundación, ella encuentra esa fusión de su espíritu con el empoderamiento de las personas que pasan por allí; ofreciéndoles educación, capacitación y acceso al trabajo, arte y cultura.
Sobre su encuentro inicial con Dios, María Cecilia Sánchez nos cuenta que nació en una familia católica con algunas normas de piedad, no constante, pero siempre con disposición a rezar. Más adelante en la universidad en Estados Unidos fue tomando forma y ganas el retomar su fe; al tener trato con unas monjitas a las que apoyaba en labores sociales. Luego un sacerdote la preparó para ser Ministro de Eucaristía y la Misa fue ocupando un puesto primordial.
María Cecilia nos comenta que una vez que se casa, sin dejar de rezar, afloja un poco en el trato con Dios. Luego empiezan a llegar los hijos y regresa a Ecuador donde se encuentra con amigas que la conectan con el Opus Dei y da el brinco de ese trato continuo con el Señor, incorporándolo dentro de su proyecto de vida.
Al amor de Dios, por medio del Espíritu Santo
María Cecilia Sánchez siente que su caminar es producto del amor de Dios, que por medio del Espíritu Santo la ha guiado para ir madurando y actualmente la sigue guiando para tomar decisiones importantes y no tan fáciles en el trabajo que actualmente desempeña.
María Cecilia nos confiesa que su oración de petición siempre va hacia el más necesitado, sea el hijo que más lo requiera, o los amigos o las preocupaciones y necesidades de la Fundación. La presencia de Dios es activa, buscando siempre la inspiración del Espíritu Santo para tomar decisiones o para decir las palabras o consejos acertados, ya que la Fundación tiene un impacto fuerte en la sociedad guayaquileña.
Con relación al teatro, cara a la comunidad y consciente de que se puede formar mucho y transmitir también la religión, María Cecilia Sánchez admite que no es fácil, toca saber ganarse y respetar al equipo de gente con la que se trabaja y por donde se muevan, así como las expectativas de público. Es importante el poner mucho sentido común combinado con el criterio de quien quiere vivir cara a Dios.
María Ceci, por el dinamismo del teatro y el tipo de actividad en que está involucrada, donde la agenda y los horarios varían con frecuencia, no suelta a Dios y nos dice que prefiere adelantar sus normas de piedad, sobre todo la Misa diaria, a la que suele ir con su esposo. Y en esas escapadas de oración contemplativa, de esos espacios íntimos frente al Santísimo en un turno de las 2 de la mañana, María Cecilia se enfoca en pedir al Espíritu Santo que oriente su nivel de tolerancia y comprensión cristiana que la composición de las obras, el arte y el público suelen proponer.
En resumen nos dice María Cecilia que es verdad que el Espíritu Santo sopla y suple, pero más que hablar, hay que saber escuchar y adherirse a sus mociones.
Preguntas para el diálogo
1. María Cecilia refiere la madurez y crecimiento espiritual a la intervención del Espíritu Santo.
¿Por qué es importante el Espíritu Santo, qué sabes de Él?
2. “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”. Es el sentir de María Cecilia cuando nos cuenta cómo la ha guiado el Espíritu Santo en su caminar.
¿Has considerado de qué manera te ha ido soplando el Espíritu Santo en tu vida interior; lo has escuchado?
3. Tú y yo somos templos del Espíritu Santo y en los templos se hace oración.
¿Procuras rezar con pausa y atención a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo?
4. La cultura es auténtica y humana si está abierta a los valores. Justamente es el reto diario de María Cecilia en su cargo actual, mejorar el nivel de vida de todos los sectores de la sociedad guayaquileña, combinando el orden moral que guía la conducta y el orden físico.
¿Sientes tú, como profesional cristiano, la necesidad de aportar con tu trabajo profesional, a la mejora del orden físico en el universo que Dios te ha entregado?
5. La persona se desarrolla creando vida de comunidad; al hablar, al actuar, al escuchar, al escribir o al realizar cualquier acción dirigida a los demás. Por lo tanto la tolerancia promueve el respeto al otro.
¿Procuras que la actividad que realizas colabore a la edificación del bien común, en el sentido de estima al prójimo y buscando la verdad?
Propuestas de Acción
1. El Espíritu Santo es quien forma en nuestras almas la imagen de Jesucristo, con sus sentimientos y sus pensamientos. Por supuesto requiere de nuestro consentimiento, de lo contrario no puede obrar en una voluntad perezosa o con afectos desordenados, porque si bien habita en nosotros, respeta nuestra libertad.
2. La vida interior no es otra cosa que unión con el Espíritu Santo, por lo que conviene escuchar sus mociones y seguirlas. El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios que mueve nuestros afectos y hace que nuestro Señor acuda a nuestro pensamiento.
¡Cuánto debemos invocar la presencia del Espíritu Santo! ya que no podemos tener un solo pensamiento sobrenatural sin que Él lo disponga.
3. Una de las mejores formas de crear vínculo entre Dios y nosotros es la oración. María Cecilia nos confiesa que en esos ratos de oración con Dios ante el Santísimo, acude a la intercesión del Espíritu Santo para que la ayude a discernir en temas importantes de su trabajo profesional.
El Espíritu Santo es el amor entre el Padre y el Hijo, entregado a cada uno de nosotros, hijos de Dios en el bautismo, como un regalo del cielo; aprovéchalo!
- “…El hombre puede acceder a la Verdad, al Bien y a la Belleza, que son los tres órdenes de la verdadera cultura y fuente de toda verdadera felicidad.” (Por: Alvaro de Maortua | Fuente: Arbil. Cultura y Cristianismo)
4. A lo largo de la historia el cristianismo ha aportado con elementos esenciales en la cultura. San Juan Pablo II invitó a los jóvenes a dominar el universo con señorío, creciendo en todas las dimensiones. De esta manera el conocimiento se aplica a la vida y la vida es progreso en todos los sentidos.
Recuerda, el cristianismo es libertad y progreso.
5. La tolerancia verdadera implica una forma de encuentro. No significa sólo aguantarse mutuamente para garantizar un mínimo de convivencia. Va más allá: María Cecilia nos comenta que intenta captar los valores positivos de la persona que ve la vida de manera diferente, a fin de enriquecerse mutuamente.
Esta forma de entender la tolerancia sólo es posible si se ha cultivado el arte de jerarquizar adecuadamente los valores. Sobre todo en el teatro donde se pretende educar, dar criterio pero en libertad.
Meditar con la Sagrada Escritura
1. Juan 16, 12-15… En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes.
Dios desea que por medio del Espíritu Santo comprendamos lo que nosotros mismos no podemos entender y por lo tanto no podríamos avanzar en nuestra fe.
2. Gálatas 5, 22 – 26… 22En cambio, los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, 23la mansedumbre, la continencia. Contra estos frutos no hay ley. 24Los que son de Jesucristo han crucificado su carne con sus pasiones y concupiscencias. 25Si vivimos por el Espíritu, caminemos también según el Espíritu. 26No seamos ambiciosos de vanagloria, provocándonos unos a otros, envidiándonos recíprocamente.
Por tanto que el Espíritu Santo sea guíe nuestra conducta, para Gloria de Dios.
3. Mateo 25, 42 – 43… «Tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve desnudo y no me vistieron» (Mt 25,42-43).
La falta de caridad causa infelicidad. No podemos ser indiferentes al sufrimiento ajeno.
Meditar con el Papa Francisco
1. …“«Hoy Jesús nos dice: “no podéis con ello”. ¿Y qué hace frente a nuestra debilidad? No nos quita las cargas, como nos gustaría a nosotros, que siempre estamos buscando soluciones rápidas y superficiales; no, el Señor nos da al Espíritu Santo. Lo necesitamos porque él es el Consolador, el que no nos deja solos bajo las cargas de la vida. Es Él quien transforma nuestra memoria de esclavos en memoria libre, las heridas del pasado en recuerdos de salvación». (Homilía de S.S. Francisco, 16 de junio, 2019)
2. Homilía de la Misa de la Solemnidad de Pentecostés.
Basílica de San Pedro, Domingo 21 de mayo, 2020 “…Pero volviendo a nosotros, la Iglesia de hoy, podemos preguntarnos: “¿Qué es lo que nos une, en qué se fundamenta nuestra unidad?”. También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad. Pero la tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Y esta es una fea tentación que divide. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos. Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios; todos iguales, en esto, y todos diferentes.
El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas. Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, de esta o de aquella ideología; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios. La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico…”
Hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios. El Espíritu Santo es la unidad que reúne la diversidad.
3. Misa matutina Santa Marta, martes 13 de septiembre, 2016/ POR UNA CULTURA DEL ENCUENTRO
“Una invitación para trabajar por «la cultura del encuentro», de manera simple «como hizo Jesús»: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, no sólo diciendo «¡Qué pena! ¡Pobre gente!» sino dejándonos llevar por la compasión; «para después acercarse, tocar y decir: “no llores” y dar al menos una gota de vida”.
“….Un discurso, este, que suena actual incluso a los hombres de hoy, demasiado «acostumbrados a una cultura de la indiferencia» y por eso necesitados de «trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente». Nosotros «estamos acostumbrados a esta indiferencia», subrayó el Papa, sea «cuando vemos las calamidades de este mundo» sea ante las «pequeñas cosas». Se limita a decir: «pero, qué pena, pobre gente, cuánto sufren» para seguir todo recto después. Mientras el encuentro es otra cosa, como explicó Francisco: «Si yo no miro,– no es suficiente ver, no: mirar– si yo no me paro, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro…..”
4. Homilía en Misa en la Basílica de San Pedro. CCEE con los Obispos. Jueves 23 de Septiembre, 2021
3 verbos que nos interpelan: Reflexionar, reconstruir y ver.
“…Reflexionemos, ¡cuántas personas ya no tienen hambre y sed de Dios! No es que sean malas, no, sino que les falta alguien que les abra el apetito de la fe y despierte esa sed que hay en el corazón del hombre, esa «sed connatural, inagotable» de la que habla Dante Alighieri (Paraíso, II,19) y que la dictadura del consumismo, blanda pero sofocante, intenta extinguir. Muchas personas son conducidas a sentir sólo necesidades materiales, y no la falta de Dios. Y es cierto que esto nos preocupa, pero, ¿hasta qué punto nos hacemos cargo realmente? Es fácil juzgar al que no cree, es cómodo enumerar los motivos de la secularización, del relativismo y de tantos otros ismos, pero en realidad es estéril.
La Palabra de Dios nos lleva a reflexionar sobre nosotros mismos: ¿sentimos afecto y compasión por quienes no han tenido o quizá han perdido la alegría de encontrar a Jesús? ¿Estamos tranquilos porque, después de todo, no nos falta de nada para vivir, o inquietos al ver a tantos hermanos y hermanas lejos de la alegría de Jesús? El Señor, por medio del profeta Ageo, le pide a su pueblo que reflexione sobre otro aspecto. Les dice: «Comen, pero no quedan saciados; beben, pero no se ponen alegres; se abrigan, pero siguen sintiendo frío» (v. 6). El pueblo, en definitiva, tenía lo que quería, pero no era feliz. ¿Qué le faltaba? Jesús nos lo sugiere, con palabras que parecen recalcar las de Ageo: «Tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve desnudo y no me vistieron» (Mt 25,42-43). La falta de caridad causa la infelicidad, porque sólo el amor sacia el corazón. Los habitantes de Jerusalén, encerrados en el interés por sus propios asuntos, habían perdido el sabor de la gratuidad. También puede ser nuestro problema: focalizarnos en las diversas posiciones que hay en la Iglesia, en los debates, agendas y estrategias, y perder de vista el verdadero programa, el del Evangelio: el impulso de la caridad y el ardor de la gratuidad. El camino para salir de los problemas y de las cerrazones es siempre el camino del don gratuito. No hay otro. Reflexionemos sobre esto…”
Meditar con san Josemaría
1. Cristo presente en los cristianos. Es Cristo que pasa. Nº 111
“…Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente cristiana, no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo acumulado en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar.
Los bienes de la tierra, repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas humanas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística. Comprendo y comparto esa impaciencia, que me impulsa a mirar a Cristo, que continúa invitándonos a que pongamos en práctica ese mandamiento nuevo del amor.”
2. El respeto cristiano a la persona y su libertad. Colirio en los ojos. Es Cristo que pasa Nº 71, sobre la tolerancia.
Esta es la vocación del cristiano: la plenitud de esa caridad que es paciente, bienhechora, no tiene envidia, no actúa temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no es interesada, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, se complace en la verdad, a todo se acomoda, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
La caridad de Cristo no es sólo un buen sentimiento en relación al prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar el bien.
PUNTOS DE CAMINO
76 Un razonamiento que lleva a la paz y que el Espíritu Santo da hecho a los que quieren la Voluntad de Dios: «Dominus regit me, et nihil mihi deerit» —el Señor me gobierna, nada me faltará.
¿Qué puede inquietar a un alma que repita de verdad esas palabras?
CAMINO – Voluntad de Dios
273 ¡Solo! —No estás solo. Te hacemos mucha compañía desde lejos. —Además…, asentado en tu alma en gracia, el Espíritu Santo —Dios contigo— va dando tono sobrenatural a todos tus pensamientos, deseos y obras. CAMINO – Presencia de Dios
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