Salvador Valdés, nos comenta que se inició como voluntario hace 2 años, dando clases a chicos, con talleres de religión en colegios de sectores vulnerables, invitado por amigos de su colegio de un año superior.
Con la demanda de los talleres fue creciendo y la Fundación crece de tal manera que sus programas abarcan al momento 13 colegios con una proyección de 40 colegios con 300 voluntarios.
Salvador Valdés trabaja en la Administración de la Fundación, pero su pasión por la educación y las clases de religión, lo mueven a organizar su tiempo para no dejar las clases e impartir sus conocimientos, llegando a los chicos para influir en sus vidas con amor de Dios.
Estudiar religión debe transformar la vida de una persona, nos afirma Salvador. Por lo que le gusta enseñar a través del juego y entusiasmar a sus alumnos hasta tocar el corazón de ellos.
Las clases de religión no consisten en hablar de historia o dar una serie de reglas, sino lograr que quien las recibe, sienta las ganas de hacerse amigo de Jesús.
La convicción de que conocer y tratar a Jesús, cambia la vida de las personas y mueve a imitarlo para conseguir el fin último que es el cielo, es el principal objetivo de Salvador Valdés al dar las clases a sus alumnos.
La Relación de Salvador con Dios
Sobre su trato con Dios, Salvador Valdés nos comenta, que desde pequeño, en su familia y en colegio católico, lo vivió con naturalidad, conversando con Jesús como con un amigo cercano, entre altos y bajos, pero siempre cercano, siempre en comunidad, apoyando también en la parroquia.
Nos confiesa que más le cuesta aterrizar las oraciones vocales, de repetición, las cuales tienen mucha riqueza, pero se dispersa. Su relación con Jesús se centra más en esa conversación con Jesús amigo y entre sacramentos.
Salvador Valdés ofrece su día con las primeras horas de la mañana al despertarse y al ir a su trabajo en bicicleta recogido de corazón y concentrado inicia su diálogo de 15 minutos contándole sus proyectos o preocupaciones, atento a sus mociones.
Nos comenta Salvador que el haber entendido el tema de la santidad como parte de la vida ordinaria, le permite rectificar y reaccionar al iniciar o terminar cualquier actividad.
Es un propósito que sabe que requiere esfuerzo y lo lucha, sobre todo cuando el entusiasmo y los logros lo satisfacen. “Rectificar la intención para la Gloria de Dios, es un punto de lucha”.
Salvador y sus amigos
Dentro de sus actividades de fin de semana entre amigos, Salvador Valdés se reúne con grupo de compañeros de colegio y aprovecha a leer el Evangelio, turnándose entre ellos para prepararlo y meditarlo.
Querer mejorar en el trato con Jesús es querer conocerlo más y así tenerlo más presente, haciendo una oración más de amigo, nos dice Salvador.
En relación a cómo se ve Salvador Valdés a futuro, nos comenta que le gusta todo, se entusiasma en lo que estudia y en lo que trabaja, pero siempre se ve ayudando en comunidad y con sus convicciones de que se habla de Dios con el ejemplo y con la cercanía de personas que piensan que vale la pena trabajar para ese fin último.
Salvador concluye diciéndonos que Dios y ese fin último es su gran convicción, tanto que ha decidido que su último pensamiento al acostarse sea “ese”, dormirse pensando que será el cielo con todo lo que se pueda soñar.
Preguntas para el diálogo
1. “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” ((1 Cor 2, 9). Salvador Valdés en su entrevista nos resume que vale la pena ser amigo de Dios aquí en la tierra y darse a los demás, porque así alcanzaremos nuestro fin último, verlo cara a cara en el cielo.
¿Has considerado que puedes anticipar tu entrada al cielo, si vives para hacer la voluntad de Dios aquí en la tierra? ¿Cómo conoces cuál es la voluntad de Dios?
2. “Amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás como a nosotros mismo” Dar clases de religión hasta tocar el corazón de los chicos y transformar sus vidas, es el reto diario que tiene Salvador Valdés.
¿Te esmeras en la práctica de la caridad, especialmente con los más necesitados, para ayudarles a encontrar en Cristo el sentido de la vida y de la salvación?
- Formar el corazón, entonces significa hacerlo grande. Si Dios te ha dado un corazón para amar. ¿Por qué te cuesta tanto hacerlo, cómo puedes ayudar a tu corazón para que se fije en el otro y lata al ritmo del corazón de Jesús
3. Salvador Valdés, nos comenta que el entender “término santidad” le animó a poner una actitud motivada a su realidad y es que de pronto todas sus acciones y decisiones del día tienen el anhelado enfoque de eternidad.
¿Consideras frecuentemente que debes santificarte en el cumplimiento de tus deberes profesionales, familiares y sociales? ¿Cuidas tu prestigio profesional, para servir mejor a los demás?
Propuestas de Acción
1. El fin último del hombre es contemplar cara a cara a Dios en toda su gloria, y estar unidos a Él en un amor eterno. Esta es la mayor felicidad en el cielo.
Podemos decir que ya podemos anticipar el cielo, si vivimos en el amor y en la paz del Señor aquí en la tierra, amándole a Él y amándonos entre los hombres mutuamente.
¡Qué importante es que desarrolles tu vida de oración profunda para conocer lo que Dios te pide en esta vida y alcanzar ese cielo prometido!
2. Vivimos en un mundo donde el valor principal no es la caridad, sino el egoísmo: diversión, comodidad, sentirse bien, sin mirar que al lado hay alguien con muchas carencias. Hace falta un gran corazón para vivir la caridad madura en paz y armonía. Implica salir de uno mismo hasta romper las barreras que el ambiente te propone.
Métete en el corazón de Cristo, para ver qué encuentras en Él. Del corazón brotan las buenas y las malas acciones, Jesús es el motor de nuestra entrega para ayudar al prójimo.
Salvador Valdez propone
¡Cuántos modelos tenemos de esos gigantes en el amor, de esos corazones grandes que nos conquistan con su bondad, su caridad, su alegría y su entrega!
3. Para que un corazón arranque y funcione plenamente, nos dice Salvador Valdés, conviene iniciar el día a primera hora de la mañana ofreciéndose con todo lo que venga, para amar y rectificar, si fuera el caso, dándote ese espacio de oración íntima con Él.
Debes esforzarte por fomentar ese diálogo diario con Dios, que te lleve a conocerte para ser mejor y pensar también en cómo darte a los demás por amor a Dios.
Fomenta ese corazón apostólico; el amor de Cristo sale a buscar a los hombres, porque quiere salvarlos a todos. Tú no puedes ser indiferente.
4. Cristo debe reinar, antes que nada en nuestra alma, y para que esto suceda necesitamos diálogo con Dios, donde Él nos dará la clave para seguir el camino de la santidad.
Realiza todo con amor y por amor, ofrece lo que más te cueste y agradece cada segundo de tu vida con lo que venga, sabiendo que esta vida es muy corta y que todo lo que hagamos por los demás será tomado en cuenta.
Debemos tener esa nueva mentalidad, de presencia de Dios que todo se reporta a nuestro Padre y de Él imploramos la fuerza para concluir nuestras faenas cotidianas.
Meditar con la Sagrada Escritura
1. Mateo 22, 1 -14: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir.
Cómo no corresponder a tanto amor, participando dignamente en este banquete de la oración.
2. Mateo 5, 1-12 “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos…”
Gracias Señor por indicarme con las Bienaventuranzas el camino al cielo.
3. Mateo 13, 33 – 35: El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece se hace un arbusto más alto que las hortalizas; y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; que una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.
¿Qué pueda ser esa pequeña semilla que siembre el amor de Dios en el corazón de las personas que pasan a mi lado ?
Meditar con el Papa Francisco
S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015
“La palabra bienaventurados (felices), aparece nueve veces en esta primera gran predicación de Jesús.
Es como un estribillo que nos recuerda la llamada del Señor a recorrer con Él un camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad.
Queridos jóvenes, todas las personas de todos los tiempos y de cualquier edad buscan la felicidad. Dios ha puesto en el corazón del hombre y de la mujer un profundo anhelo de felicidad, de plenitud. ¿No notáis que vuestros corazones están inquietos y en continua búsqueda de un bien que pueda saciar su sed de infinito?
[…]Y así, en Cristo, queridos jóvenes, encontrarán el pleno cumplimiento de sus sueños de bondad y felicidad. Solo Él puede satisfacer sus expectativas, muchas veces frustradas por las falsas promesas mundanas. Como dijo san Juan Pablo II: “Es Él la belleza que tanto les atrae; Él quien les provoca con esa sed de radicalidad que no les permite dejarse llevar del conformismo; Él es quien les empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien les lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en ustedes el deseo de hacer de su vida algo grande”»
Homilía de S.S. Francisco, 14 de junio de 2015
- “…La parábola utiliza la imagen del grano de mostaza. Si bien es el más pequeño de todas las semillas está lleno de vida y crece hasta volverse ‘más grande que todas las plantas de huerto’.
Así es el Reino de Dios: una realidad humanamente pequeña y aparentemente irrelevante. Para entrar a ser parte es necesario ser pobres en el corazón; no confiarse en las propias capacidades sino en la potencia del amor de Dios; no actuar para ser importantes a los ojos del mundo, sino preciosos a los ojos de Dios, que tiene predilección por los simples y los humildes.
Cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar a toda la masa del mundo y de la historia.
De estas dos parábolas nos viene una enseñanza importante: el Reino de Dios pide nuestra colaboración, si bien es sobre todo iniciativa y un don del Señor. Nuestra débil obra aparentemente pequeña delante de los problemas del mundo, si se inserta en la de Dios y no tiene miedo de las dificultades.»
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXULTATE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL LLAMADO A LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
- Capítulo I – La actividad que santifica
- Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia» (Mt6,33). Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con Él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño.
- No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de santificación. Somos llamados a vivir la contemplación también en medio de la acción, y nos santificamos en el ejercicio responsable y generoso de la propia misión.
Meditar con san Josemaría
Eternidad – capítulo 13 – Forja
987- Un hijo de Dios no tiene ni miedo a la vida, ni miedo a la muerte, porque el fundamento de su vida espiritual es el sentido de la filiación divina: Dios es mi Padre, piensa, y es el Autor de todo bien, es toda la Bondad.
—Pero, ¿tú y yo actuamos, de verdad, como hijos de Dios?
988. Me llenó de gozo ver que comprendías lo que te dije: tú y yo tenemos que obrar y vivir y morir como enamorados, y «viviremos» así eternamente.
989. El Señor vence siempre. —Si eres instrumento suyo, también tú vencerás, porque lucharás los combates de Dios
Amigos de Dios – Hacia la Santidad – capítulo 18
294. Nos quedamos removidos, con una fuerte sacudida en el corazón, al escuchar atentamente aquel grito de San Pablo: ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Hoy, una vez más me lo propongo a mí, y os recuerdo también a vosotros y a la humanidad entera: ésta es la Voluntad de Dios, que seamos santos.
Para pacificar las almas con auténtica paz, para transformar la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro, resulta indispensable la santidad personal. En mis charlas con gente de tantos países y de los ambientes sociales más diversos, con frecuencia me preguntan: ¿Y qué nos dice a los casados? ¿Qué, a los que trabajamos en el campo? ¿Qué, a la viudas? ¿A los jóvenes?
Respondo sistemáticamente que tengo un solo puchero. Y suelo puntualizar que Jesucristo Señor Nuestro predicó la Buena Nueva para todos, sin distinción alguna. Un solo puchero y un solo alimento: mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra.
A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén. Hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarle en la oración, hablar con Él, manifestarle —de corazón a corazón— nuestro afecto.
La santidad se manifiesta en hechos
La santidad personal no es una entelequia, sino una realidad precisa, divina y humana, que se manifiesta constantemente en hechos diarios de Amor. Forja, 440
En lo pequeño
La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante. Camino, 817
Elegidos desde toda la eternidad
Vosotros y yo formamos parte de la familia de Cristo, porque Él mismo nos escogió antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha en su presencia por la caridad, habiéndonos predestinado como hijos adoptivos por Jesucristo, a gloria suya, por puro efecto de su buena voluntad (Eph I, 4-5).
Esta elección gratuita, que hemos recibido del Señor, nos marca un fin bien determinado: la santidad personal, como nos lo repite insistentemente San Pablo: hæc est voluntas Dei: sanctificatio vestra (1 Thes IV, 3), ésta es la Voluntad de Dios: vuestra santificación. No lo olvidemos, por tanto: estamos en el redil del Maestro, para conquistar esa cima. Amigos de Dios, 2
Así como el clamor del océano se compone del ruido de cada una de las olas, así la santidad de vuestro apostolado se compone de las virtudes personales de cada uno de vosotros. Camino, 960
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