Según la Biblia, se conoce poco sobre la vida de san José, a pesar de su crucial papel en la historia de la salvación. Sin embargo, los Evangelios revelan datos esenciales: San José era descendiente del rey David y esposo de María, una virgen de Nazaret.
Se le considera el padre terrenal de Jesús, el Emanuel. Su vida se resume en su estrecha relación con Cristo y María, pilares fundamentales de su santidad y ejemplo para los cristianos.
San José es esposo. Él es modelo de la encarnación del Amor en una unión concreta: El matrimonio. En esta relación conyugal se evidencia lo Esencial, lo cual no es algo sino Alguien. El centro de este Hogar es el Hijo de Dios.
En la terminología de la fe se les conoce como la Sagrada Familia. El apelativo de “sacralidad” es dado gracias y a partir del Verbo Encarnado. En todo el sentido de la palabra esta familia era Cristocéntrica.
María y José custodian a su Hijo para que llegase a cumplir su Misión. El cumplimiento de la Redención manifiesta quién era Él: El Sumo y Eterno Sacerdote.
San José y el Sacerdocio
Para prolongar esta obra de salvación a través de la historia hasta la Parusía, Dios elige a hombres, frágiles y pecadores, pero amados por Él. A través de la predicación, la oración y la celebración de los Sacramentos, estos hombres sirven en el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.
Desde el momento de su consagración, el sacerdote, en su ser ontológico, se transforma en un «alter Christus» o, como lo expresó san Josemaría, en «ipse Christus», Cristo mismo. Por consiguiente, está llamado a entregar su vida por la Iglesia, la Esposa de Cristo, tal como Él lo hizo
En el siglo XXI, en este año 2025, ¿cómo puede un sacerdote, inspirado en Cristo y las enseñanzas de san José, ofrecer su vida plenamente por la Iglesia? Una propuesta, estructurada en tres aspectos, podría ser: la asistencia, el compromiso y el sacrificio.
Estas acciones se derivan del testimonio de san José en su vocación de Esposo y padre. Lo reiteramos: asistencia en el Camino, compromiso con la Verdad y sacrificio de la propia Vida. Camino, Verdad y Vida. Asistencia, compromiso y sacrificio.
Camino, Verdad y Vida
Asistencia en el Camino: Asistir en el camino significa encarnar la misericordia, la cualidad distintiva de un pastor que no juzga, sino que acoge al pecador. El sacerdote se convierte así en instrumento de la gracia del Espíritu Santo, que purifica y transforma el corazón. De igual forma, asumir el papel del Cireneo implica participar activamente en la misión salvífica, colaborando en llevar la cruz desde la propia realidad».
Compromiso por la Verdad: Comprometerse con la verdad no es tarea fácil. Implica alinear el ‘yo’ con la realidad, aceptando con humildad lo que es. Este compromiso con la verdad se manifiesta en la coherencia, un testimonio que comunica y convence con mayor fuerza que cualquier predicación elocuente».
Sacrificio de su misma Vida: El sacrificio de la propia vida, en una palabra, es la consagración. Es el acto de ofrendarse a lo sagrado, de entregar la totalidad de la existencia al Santo de los santos. A través de este acto, la condición humana, frágil por naturaleza, recibe la gracia de nutrirse con los sacramentos, especialmente la Eucaristía, presencia viva, real y sublime de Aquel que es.
Llamado a la Acción: ¿Aceptas asistir en el camino, comprometerte con la verdad y sacrificarte por la vida? Recuerda que el Patriarca de la Iglesia Universal intercede por ti, para que esta sublime ceremonia nupcial con tu esposa, la Iglesia, se vea colmada de sentido.
Aunque el camino sea exigente, no es imposible. Por ello, el Sumo y Eterno Sacerdote te invita a formarte a su imagen, en la ‘Escuela Josefina’. Allí aprenderás y comprenderás el respeto a la mujer, el tesoro del celibato, el sentido del trabajo, la veneración a la Madre de Dios y muchas otras virtudes que se resumen en una sola palabra: amor.
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