En un curso de comunicación, una de las dinámicas realizadas contaba con éstas tres interrogantes: ¿Qué quiero que hagan?, ¿Qué quiero que conozcan?, ¿Qué quiero que sientan? las cuales buscan trabajar con nuestras acciones, conocimiento y emociones. Reflexionando, he trasladado estas preguntas a la vida interior y al trato personal con Jesús. ¿Cuál es la Voluntad de Dios?
Jesús: ¿Qué quieres que haga yo?
La respuesta la encontramos en el evangelio de San Juan capítulo 15,9-17 : “Ámense los unos a los otros, como yo os he amado.” Esto es, amar a los demás como Él nos ama. Este amor se caracteriza por ser sin condiciones. El Señor, entrega su amor sin preguntar sobre nuestra condición social, ni sobre nuestro carácter, ni los defectos que nos acompañan, ni sobre nuestros errores. El Señor ama. Su ejemplo nos puede alentar a imitarlo y amar concretamente a los demás sin juzgarlos, sin criticarlos, perdonando, ayudando a quien tenemos cerca tal como lo hizo Jesús durante su vida. Así lo muestran los testimonios que leemos en los evangelios.
La voluntad de Dios es que nos identifiquemos con el modo de amar de su Hijo es decir, que aprenda a querer a los demás sin condiciones. Sabiendo que Él me amó primero, a pesar de las experiencias de desamor que Él recibe de mí, consecuencia de mis faltas. Para amar de modo incondicional puede servirnos la experiencia de tantos santos , que veían en los otros a Jesús y lo que realizaban por ellos pensaban que lo hacían por el mismísimo Señor.
¿Qué quiso Jesús que conozcamos?
Los caminos para llegar al Reino de los Cielos. Reino que, como nos lo ha dicho Él mismo, empieza en el interior de cada persona. Y ¿dónde encontramos esa ruta para llegar al Cielo? En los evangelios.
San Mateo, San Juan, San Lucas y San Marcos son una invitación física a conocer la vida del Señor pues nos trasladan a través de sus escritos a la persona de Cristo. Sus costumbres, sus amigos, la relación con su madre, lo que lo ofendía, sus milagros, los actos que conmovían su corazón – me acuerdo de la viuda pobre- su predicación…todo Él está contenido en las palabras evangélicas. El Papa Francisco nos anima constantemente a leer los evangelios, que hoy los podemos encontrar en todos los formatos, y nos invita a poner nuestros sentidos al servicio de su lectura. Imaginarnos en Palestina, pensar cómo sería la mirada del Señor, aplicar cada parábola a nuestra circunstancia particular. Intenta hacerlo: todos los mensajes e historias son actuales y aplicables para el 2020. ¡Usa tu imaginación para pensar qué quiere decirte el Señor con esas palabras a ti, sólo a ti!
¿Qué quiere Jesús que sintamos?
Para responder esta pregunta relataremos un cuento. Imaginemos que todo el mar es el amor de Dios -como se lo expresó Jesús a Sor Faustina Kowalska- y en medio de él un cardumen de peces nada vertiginosamente sin dirección ninguna. Un pez pregunta a otro ¿dónde vas tan apurado? y el otro le responde “busco el amor de Dios”… ¡pobre! iba tan deprisa que no se había percatado que estaba en medio de él. Lo mismo nos puede suceder. Aquí te detallo una maravillosa verdad para tenerla siempre en nuestra cabeza y corazón: Somos Hijos de Dios, Dios es mi Padre, tu Padre. Es lo que los autores espirituales llaman Filiación Divina.
Debemos estar convencidos y seguros que Dios es nuestro Padre y que nos ama. Nos cuida con su Providencia siempre. Tanto así, que cuando Jesús explicó a sus discípulos esta novedosa verdad les dijo así “pues aún los cabellos de vuestra cabeza están contados”, Mateo 10, 30. El Señor quiere que tengamos esa seguridad, que nos cuida siempre y nada se le escapa aunque a veces pareciera que no es así.. “Todo es para bien”, repetía San Josemaría porque sólo Dios puede sacar del mal abundancia de bienes. Confiémos.
Las tres preguntas nos pueden conducir a verdades reveladoras para nuestra vida espiritual. Pidamos al Espíritu Santo la luz para abrazar estas verdades maravillosas.
¿Te animas a hacerte estas tres preguntas en la presencia de Dios?
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P. Juan Cruz (Argentina) La medida del amor es amar sin medida