ESCUCHA LA MEDITACIÓN

COMO QUE DOS Y DOS SON CUATRO

Para responder quién es Jesús hace falta vivir y convivir con Él. La respuesta es que Jesús es Dios, como que dos y dos son cuatro. Pero no la respondes si no te acercas a Él o si, acercándote, lo ves como un medio para obtener otros fines.

«El rey Herodes había oído hablar de Jesús, pues su nombre se había hecho famoso, y decía: —Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él unos poderes.

Otros decían: —Es Elías. 

Otros, en fin, decían: —Es un profeta, igual que los demás profetas.

Pero cuando lo oyó Herodes decía: —Éste es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

En el fondo, la pregunta es ¿quién es Jesús? Porque cada uno se ha hecho una idea distinta…

Y la respuesta es que Jesús es Dios como que dos y dos son cuatro.

Lo que sucede es que “una «verdadera» respuesta, una respuesta de fe, sólo puede darse cuando se ha vivido y convivido con él, cuando se ha descubierto que, sin él, no sabemos ni podemos vivir, cuando hemos visto hasta qué punto él nos es necesario.

ACERCARME A CRISTO

La respuesta verdadera es la que da san Ambrosio, cuando dice:

«Todo lo tenemos en Cristo. Cristo lo es todo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, él es el médico. 

Si ardes de fiebre, él es una fuente. Si estás oprimido por la iniquidad, él es la justicia. Si necesitas ayuda, él es vigor. 

Si temes a la muerte, él es vida. Si deseas el cielo, él es el camino. Si buscas refugio de las tinieblas, él es la luz. Si tienes hambre, él es alimento”.

Sí, sólo cuando hayamos vivido y experimentado personalmente todo esto, seremos dignos de plantear esa pregunta y estaremos capacitados para hallarle respuesta. 

Pero, entonces, ya no necesitaremos ni preguntas, ni respuestas”

(Vida y misterio de Jesús de Nazaret I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).

Ahora, lo que no sirve, lo que no vale, es quedarse a la distancia e intentar responder apoyándonos en nuestra miopía. Oír hablar de Jesús y no querer recortar distancias, no querer acercarnos, es un error tremendo. 

Pero no es un error como el error que arrastras en una operación matemática, que te lleva a tener mal la respuesta y, así, sacar mala nota en un examen. No. ¡Es mucho más!

Porque errar en esto, siguiendo a san Ambrosio, es quedarte sin médico, sin fuente, sin justicia, sin vigor, sin vida, sin luz, sin alimento, sin Cielo…

Y Herodes ve desde la distancia. No le interesa la respuesta, lo suyo es una simple curiosidad morbosa.

No es el único que se queda a la distancia. Hay otros tantos que no se acercaron. Otros se acercaron físicamente, pero a nivel espiritual se mantuvieron a la distancia, porque iban pensando en ellos o en sus cosas, en lugar de pensar en Jesús. 

DOS Y DOS SON CUATRO

Porque, ya lo dijimos, la respuesta es que Jesús es Dios, como que dos y dos son cuatro. Así que, buscarlo o acercarse a Él de otra manera, es equivocarse rotundamente.

Pero ahí los tenemos: “el joven rico se acercó a Jesús buscando heredar vida eterna. Cristo, para él, era una ayuda más, un maestro que podía ayudarle a encontrar lo que deseaba. 

Lo mismo puede decirse de gran parte de los enfermos que se acercaban al Señor; buscaban salud, Jesús era el médico que podía devolvérsela. 

Todas estas personas tenían una meta en la vida, y veían en el Hijo de Dios a alguien que podría ayudarles a conseguirla. 

Cristo era, para ellos, lo que es para mí el dependiente de la frutería, del supermercado o de una tienda de conveniencia, o sea: aquél que puede proporcionarme lo que yo necesito.

Qué distintas aquellas otras palabras:

«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret»;

palabras de los apóstoles. ¡Esta es la grandeza de Felipe, de Bartolomé, de Juan, de los apóstoles y de las santas mujeres! Para ellos, Jesús representa el final de la búsqueda. 

No buscan algo distinto de Él y le piden ayuda para encontrarlo, sino que lo buscan. Una vez hallado, han alcanzado la meta y descansan en Él. 

Lo mismo le sucedió a Edith Stein, quien, al conocer al Señor, exclamó: «¡Aquí está la verdad!». Fin de trayecto.

Ojalá, al acercarte a Jesús, no lo busques sino a Él. Y, al encontrarlo, descanses”

(cfr. Evangelio 2024, José Fernando Rey Ballesteros).

ACERCARSE

QUE SEAS MI TODO

Yo quiero encontrarte a Ti, Jesús, y descansar en Ti. No quiero solo conocerte de oídas. Quiere tenerte, entregarme. No te quiero querer como medio, sino como fin. Yo quiero que seas mi todo: mi médico, mi fuente, mi vigor, mi luz, mi alimento, mi vida, mi Cielo…

No quiero ser como Herodes, al que le movía una simple curiosidad morbosa. Cómo morbosa era su vida. 

Es lo que salta a la vista si sigues leyendo el Evangelio:

«Cuando lo oyó Herodes decía: —Éste es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».

Y dice el Evangelista:

«En efecto, el propio Herodes había mandado apresar a Juan y le había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo; porque se había casado con ella. 

Y Juan le decía a Herodes: —No te es lícito tener a la mujer de tu hermano. 

Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía: porque Herodes tenía miedo de Juan, ya que se daba cuenta de que era un hombre justo y santo. 

Y lo protegía y al oírlo le entraban muchas dudas; y le escuchaba con gusto.

Cuando llegó un día propicio, en el que Herodes por su cumpleaños dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea, entró la hija de la propia Herodías, bailó y gustó a Herodes y a los que con él estaban a la mesa. 

Le dijo el rey a la muchacha: —Pídeme lo que quieras y te lo daré. 

Y le juró varias veces: —Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la mitad de mi reino. 

Y, saliendo, le dijo a su madre: —¿Qué le pido?

—La cabeza de Juan el Bautista —contestó ella.

Y al instante, entrando deprisa donde estaba el rey, le pidió: —Quiero que enseguida me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista. 

El rey se entristeció, pero por el juramento y por los comensales, no quiso contrariarla. Y enseguida el rey envió a un verdugo con la orden de traer su cabeza. 

Éste se marchó, lo decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha y la muchacha se la entregó a su madre».

PODER DESCANSAR EN JESÚS

¡Qué falta de todo, ¿no?! Falta de decencia, la de la hija Herodías en su baile. De templanza, la de Herodes y sus invitados en la bebida y la comida. Falta de honestidad, la de Herodías por la vida que está llevando. 

Falta de sensatez, la de Herodes en la oferta de hasta la mitad de su reino. De gusto, el de Herodías y su hija, en la petición de la cabeza de Juan. Falta de arrestos, los de Herodes por no saber negarse. 

Y falta de coherencia, porque se entristece por la petición y, sin embargo, lo hace. ¡Falta de todo!

Quiero acercarme a Ti, Jesús, sabiendo que eres el Hijo de Dios. Quiero descansar en Ti.

Por eso, procuraré hacer una oración sincera, celebrar la Santa Misa con devoción, visitarte en el Sagrario como quien visita a un amigo (al Amigo), llevar un crucifijo en el bolsillo y sacarlo de tanto en tanto para mirarte y besarte. 

Y también procuraré dirigirme a tu Madre, miraré sus imágenes acompañando ese gesto con un piropo encendido, recitaré las letanías del Santo Rosario como quien le susurra cosas dulces al oído. 

Sabiendo que el camino más corto para llegar a Ti, para acercarme a Ti, es Ella.


Citas Utilizadas

Hb 13, 1-8

Sal 26

Mc 6, 14-29

Reflexiones

Señor, quiero que seas mi todo: mi médico, mi fuente, mi vigor, mi luz, mi alimento, mi vida, mi Cielo…

Predicado por:

P. Federico

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