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JESÚS CARGA CON LA CRUZ

Cuando Jesús vio la Cruz, su Cruz, fue a por ella, se abrazó fuerte como a una tabla de salvación, y tomando aire, recibiendo la fuerza del Espíritu Santo, la llevó a cuestas hasta la cima del Calvario. En este rato de oración le pedimos a Jesús que seamos capaces también de recibir la cruz de Jesús, llevarla con una sonrisa y una luz en el alma.

Desde hace veinte siglos, la Iglesia se reúne para contemplar el camino que llevó al Hijo de Dios hasta el Calvario, reviviendo cada año la intensidad de su sacrificio.

Cada paso de Jesús, cada encuentro y cada palabra, arrojan luz sobre el misterio del Amor Divino y la Verdad de nuestra propia humanidad. En Hablar con Jesús queremos que esa luz penetre en el fondo de tu corazón.

Por eso durante los próximos siete días, te invitamos a meditar con nosotros en 7 estaciones seleccionadas del Vía Crucis de san Josemaría.

En cada una, descubriremos cómo la Pasión de Jesús y Su muerte nos revelan el sentido más profundo de nuestra propia cruz, llamándonos a participar de ese amor que trasciende todo dolor.

Deja que estas reflexiones te renueven por dentro y te impulsen a seguir los pasos de Cristo…


SEGUNDA ESTACIÓN DEL VIACRUCIS

Jesús. Hacemos este rato de oración, poniendo la mirada en la Segunda estación del Viacrucis: Jesús carga con la Cruz.

Jesús no ha dormido nada, no ha comido nada, no ha bebido. Y encima, su cuerpo ha sido molido por decenas y decenas de flagelos llenos de odio.

El cuerpo de Jesús está débil. Sabe que tiene que cargar una cruz, su Cruz, la Cruz de la salvación.

Los soldados cuando traían el madero pensaban: No será capaz de cargarlo, de sostenerlo. Si aquí vamos arrastrándolo entre tres, ¿cómo podrá este hombre cargar él solo esta cruz? ¿Qué tamaño, qué peso tenía la Cruz de Jesús? Lo suficientemente grande para soportar el peso de un hombre de 33 años.

¡Y esos gritos! ¡Ah! Es porque Jesús va a recibir la cruz. Señor, se escuchan gritos como si hubieses recibido un trofeo. Cuando Jesús reciba la cruz, el espectáculo estará garantizado.

Cuando la viste, sabías que era tuya, que te abrazarías a ella con mucho amor; que estaría ligada a tu historia para siempre y a la historia de tus hijas y de tus hijos. Jesús y la cruz, la cruz y Jesús.

No deja pasivamente que se la carguen, sino que la agarra con decisión. Se abraza a ella Y con ella, el peso de todos los pecados, desde Adán y Eva, hasta el último hombre que pueble esta tierra. Jesús, y mis pecados, ¡cómo no te pesan! Soy culpable. Soy yo.

Antes de cargar la cruz, has tomado una bocanada tan grande de aire que pienso: es el Espíritu Santo el que te da el aliento.

Ya empieza el camino. ¿Cuánto durará? ¿Serás capaz hasta el final? ¿Defallecerá tu cuerpo santo?

Tu espíritu está pronto. Lo haces por obedecer al decreto de tu Padre Eterno. Obediens usque ad mortem, mortem autem Crucis. Obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Jesús, llama la atención tu libertad. No eres un hombre obligado a hacerlo. Te abrazas a ella porque lo quieres. De esto depende la salvación. Esta es la meta que ansías con toda la energía de tu corazón. Por eso estás lúcido, sereno.

A intervalos, cortos silencios: tal vez cuando Cristo fija los ojos en alguien. […] ¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos y morales?” (San José María Escrivá, Viacrucis, Segunda estación).

Señor mírame. Yo quiero estar allí en el camino y que poses tu mirada en mí, en mi corazón; que atravieses mis entrañas, que escrutes mis pensamientos. Por eso hago silencio. No me puedo quedar indiferente ante tu mirada.

“Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural. ¡Hasta quitan las cruces que plantaron nuestros abuelos en los caminos…!

En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección.(San José María Escrivá, Viacrucis, Segunda estación, punto 5).

¿Y mi cruz? Que venga cuando sea: yo quiero estar preparado. Hazme fuerte y generoso para que no me lamente ni oponga a lo que haya de suceder cada día. Quiero mirar la cruz con valentía y reconocer allí la llamada del Padre. Quiero reconocer tu cruz. No quiero ninguna otra cruz.

¿Dónde está María, tu Madre? No has dejado de pensar en Ella. ¿Resistirá tanto?


Citas Utilizadas

 Gen 17, 3-8

 Sal 104

Jn 8, 51-59

Reflexiones

Señor Jesús, que reciba mi cruz con fortaleza, generosidad y valentía, para cumplir tu voluntad entregado por amor..

Predicado por:

P. Santiago

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